Las Pelotas editó su noveno disco de estudio, encaminado a ser una de las mejores producciones locales del año. La belleza de Traslasierra, el amor, la lógica anti materialista y un aura casi etérea conviven en un disco que expresa el gran momento de la banda.

Por Matías Roveta

Para Las Pelotas parece haber pasado la tormenta. Las canciones de Cerca de Las Nubes respiran felicidad y transmiten el buen clima interno que vive una banda que viene de sufrir duras pérdidas –Alejandro Sokol en 2009 y Gustavo Kupinski en 2011-, y que ha tenido que acostumbrarse a moldear su carácter a prueba golpes durante los últimos tiempos. Escuchar a Germán Daffunchio -el viejo capitán de esta nave pelotera que ya lleva más de dos décadas de carrera -llenándose el alma en cada verso de “Cuántas Cosas”, la hermosa balada barroca que flota sobre un cuarteto de cuerdas y gira en torno al amor correspondido, resulta emocionante.

En la construcción de esa gran química interna que se siente canción a canción, mucho tuvo que ver el proceso de grabación. La banda se encerró en el estudio Los Ángeles que tiene en Córdoba durante meses. Allí zaparon, convivieron y le dieron forma al disco rodeados de un paisaje imponente. La belleza de Traslasierra se impregnó en las canciones: en varios tracks del álbum Daffunchio hace referencias a la luna, el sol, el cielo y las estrellas.

Otra característica de Cerca de las Nubes es que los roles parecen haber sido establecidos definitivamente. La mayoría de las canciones están firmadas por el trío Daffunchio-Schachtel-Martínez, que hoy conduce musicalmente a la banda. Desde su bajo Gaby compone, sostiene y suma coros, como en la gran balada “Como el viento”. La primacía de Sebastián Schachtel –quien coproduce el disco junto a Daffunchio- en el sonido de Las Pelotas se ha consolidado en los últimos años. Desde sus teclados y sintetizadores hilvana los arreglos principales de las canciones, crea riffs alocados –“Escondido bajo el brazo”- y remata solos memorables, como en el hard rock “Más de Todo”, donde logra un gran sonido de hammond.

El disco parece seguir la vieja lógica de los EP, con dos lados bien diferenciados. La primer cara explora ese formato de canción de rock mid tempo y melancólica, con planteos existenciales, que tan bien trabajó la banda en Despierta (2009). Allí Daffunchio pregunta, indaga, interpela al oyente. Como un viejo curtido que siempre te tira la posta con un consejo certero. Alguien a quien acudir en tiempos de locura y desconcierto. “La cruz que cargás en la espalda, podés una vez dejarla caer”, dice el cantante casi en plan paternalista en “Las Voces”, que tiene una onda soulera/two tones con un sonido pelotero clásico y solo de trompeta incluido.

“Escondido bajo el brazo” marca un quiebre en la mitad del recorrido. Es una suerte de new wave con giros psicodélicos y ese tono lúdico y sarcástico que ya es un clásico de la banda. El mensaje es claro: la indiferencia consumista ante los problemas de la realidad diaria. Daffunchio pone en primer plano a un pato para expresar ese estado de adormecimiento materialista –un tema que será recurrente en toda esta cara B del disco- y el recurso orwelliano resulta conocido: tucanes, vacas, corderos y chanchos ya habían sido utilizados por Las Pelotas para denunciar miserias humanas. Las canciones más rockeras y de corte contestatario dominan este tramo del disco y los mejores solos de Tomás Sussmann hacen aparición (“Quieren más” y “Más de Todo”). Esa lógica de acumulación insípida puede conducirnos a situaciones límite y vacíos espirituales, como advierte Daffunchio en “La Cuerda”. Es mejor buscar cosas que verdaderamente nos llenen, como el amor, la amistad, un atardecer. O un gran disco de rock.//z

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