Ficción Privada (2019), de Andrés Di Tella, relata la historia de amor de sus padres a partir de escenificar sus intercambios epistolares en las voces y cuerpos de los actores.

Por Ignacio Barragán

¿Qué pasa cuando colocamos una voz familiar en cuerpo ajeno? Más bien: ¿Qué pasa cuando relatamos historias biográficas con distintos mecanismos y texturas? Ficción Privada, de Andrés Di Tella, aborda este tipo de cuestiones desde la historia de sus padres. Un documental que reconstruye la historia de amor entre Torcuato y Kamala a través de un intercambio epistolar.

Esta última película del documentalista argentino entra en juego con otras obras suyas. Por ejemplo, La Televisión y yo (2002), en la que se cuenta la relación con el padre, y Fotografías (2007), donde se aborda la memoria de la madre. Ficción Privada es, entonces, el centro de un tríptico familiar. Un tipo de relato que reúne ese conjunto de historias personales que se vuelven carne viva. No solo se pone en escena el pasado sino también el futuro. La inclusión de su hija en el documental es significativa, un eslabón de trascendencia y continuidad. La película enfrenta a las dos caras, una junta a la otra: la vida y la muerte, que por más que sean lugares comunes no dejan de ser complementarias.

La obra, en esencia, es una historia de amor. O quizá dos o tres. Por un lado esta el relato de Torcuato y Kamala, que se desenvuelve a través de cartas y se exhibe mediante voces. Por otro lado también está el amor de los actores Denise Groseman y Julián Larquier, que son una especie de pareja que le pone el cuerpo a las voces de los padres. Esta dinámica de traslaciones resulta provechosa para la película. En este juego de configuraciones de cuerpos por voces se despliegan una serie de momentos que problematizan el sentido. La historia familiar se impersonaliza, se bifurca no solo en otros discursos y figuras sino también en pantallas y plataformas. Algo tan privado y personal se vuelve liviano, se desvanece en el aire.

A lo largo del documental hay un ímpetu por la reconstrucción de la historia familiar. Hay una zona al borde del olvido que se intenta recuperar. En esa zona es donde el titulo de la película obtiene cierto sentido. Por más que se intente trazar cierta memoria de una historia de amor, siempre habrá territorios inexplorables. La obra de Andrés Di Tella es una ficción privada porque no es la historia de sus padres sino su propia versión de la misma.

Hay un repertorio extenso de recursos que se utilizan en el documental para darle forma y color a la historia. Desde la pareja de actores rapeando las cartas de Torcuato y Kamala hasta diálogos en los que se especula en torno a ideas y sentimientos ajenos. Quizá hay dos momentos que resultan pilares de la obra: uno, el plano secuencia que sigue a Julián Larquier por el cementerio de la Chacarita. Otro, las escenas en las que Edgardo Cozarinsky le pone la voz al padre de Di Tella. De la manera que sea, ambos momentos acarrean viejos fantasmas, espacios vacíos.

Ficción Privada es la evocación del eco familiar, la búsqueda de sentido. Un documental que aborda la memoria a partir de la palabra escrita. En un momento de grandes historias paternas en el cine argentino, la de Andrés Di Tella aporta una mirada significativa. //∆z