El fin de semana largo de carnaval tuvo lugar la edición 23 del clásico Festipulenta. Aquí una crónica de su tercera jornada, quizás la más diversa en cuanto a estilos de los grupos presentes pero todos adoradores del formato canción.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Nadia Guzmán
Si la primer jornada de esta edición del Festipulenta fue un festival de la indagación del sonido -yendo desde la voz profunda de Shaman al zumbido negro de Olfa Meocorde- y la segunda noche se trató de un festejo de la escena alternativa con sus bases, presente y futuro compartiendo escena; esta tercer velada, quizás la más ecléctica de las tres en cuanto a programación, podría definirse como una celebración de la canción, pues todos los participantes en su amplia diversidad abrazan el espíritu de la melodía rock/pop por excelencia. Juegan con ella, la perturban, la destruyen y la vuelven a construir pero siempre desde y hacia un amor por la naturaleza de la canción.
Tras una intensa y dulce apertura acústica a cargo del mítico Toro Salvaje, el Daniel Johnston de nuestras tierras, los Surfing Maradonas son los encargados de abrir el escenario eléctrico con sus canciones de mitos y actividad extraterrestre. La combinación entre voz rasposa, guitarra espesa y una batería contundente dan por resultado un sonido casi hipnótico, un viaje oscuro y pesado por un mar de ruido blanco y distorsión. Con una mezcla entre stoner, post grunge y experimentación, los Surfing hieren el aire en cada acorde ejecutado. Son como un monstruo de dos cabezas con colmillos psicotrópicos y aliento a psicodelia quemada atacando la noche sucia que lo engendra. Los Maradonas se despiden dejando un saldo positivo de su debut en el Festi y pruebas suficientes de ser un grupo que merece de atención.
Los próximos en subir a escena son los Hojas Secas. El combo platense de rocanrol animal repasa canciones de sus discos editados e incluso presentan algunas nuevas en las que se demuestra un gran crecimiento. Los asistentes reaccionan tímidamente ante tanta energía desplegada por el grupo, mas todo cambia cuando suena “La vida que te embrolla”, donde varios fanáticos se arremolinan frente al escenario coreando a viva voz aquello del “pedazo de carne con arroz”. Cuando Lucas Jaubet canta, parece tener una voz infinita, como un gigante que cubre la noche con su entonación cruda y el corazón en la mano, mientras esa banda asesina potencia todo con jadeante fervor y justa precisión. Luego de una acelerada versión de “Sucio”, se retiran del escenario entre gritos de “Otra! Otra!” y una bien merecida ovación.
Los siguientes en la grilla son Los Rusos Hijos de Puta, que arrancan el set con su oda punk llamada “Los Pibe”, y detonan un pogo masivo e imparable durante el resto de su show. Los Rusos hacen gala de una pulsión carnal. Deseo, placer, rabia y destrucción parecen ser algunos de los ingredientes en esta pandilla salvaje que con vehemente ímpetu pone su cuerpo al servicio de melodías oscuras desbordantes de sangre, sudor y sexo. Los espectadores aúllan en un clímax intenso y violento que se prolonga para el siguiente grupo, casi un hermano mayor de los RHDP en esto de la bestialidad escénica: El Perrodiablo.
Con la capacidad colmada, el Matienzo parece a punto de estallar, y el Perrodiablo es el fuego justo para la detonación. “¡Vamos mierda!” grita la voz líder de Doma agitando sus huestes, mientras una guitarra serpenteante se sacude eléctrica salpicando su ponzoña de garaje. Como es costumbre en sus shows, Doma baja del escenario para cantar y saltar con el público, como un pirómano exaltado bailando entre las llamas del fuego que creó. Stooges, MC5, bardo y mugre son las claves para dejarse arrastrar por esas melodías camorreras de furia primaria. El Perrodiablo sale a matar, no toma prisioneros ni negocia por la paz. Es todo o nada, nuestro propio y telúrico Seek and Destroy.
La búsqueda cambia, el sonido muta y el aire se renueva con el encanto multiforme de Los Reyes del Falsete. Tras un tema instrumental a modo de apertura, vuelven a exhibir su condición de exploradores del sonido con acertadas versiones de sus temas ya clásicos y algunos inéditos para el delirio de sus fans. Santi Rial es invitado a cantar una poderosa versión de “La búsqueda de la búsqueda”, canción de su grupo DChampions incluida originalmente en el Compipulenta Vol. 1, y logra uno de los instantes más perfectos del show y de la noche. Manteniendo su núcleo pop, su brillo deforme y su virtud mutante, Los Reyes pasaron por el escenario del Festipulenta con su fiesta sónica y de juventud eterna siempre libre de restricciones.
A continuación, es el turno de lo anunciado en la programación como “Banda Sorpresa”, y los rumores no tardaron en hacerse realidad. El grupo en cuestión no es otro que Fútbol, el power trio de guitarra, violín y batería que a base de un hard rock flamígero y setentoso hace vibrar multitudes. Siguiendo la línea del rocanrol clásico y más duro de la música nacional, los Futbol parten de esa historia, se suman al tren y añaden su particular sonido basado en la mixtura entre un violín vertiginoso y una guitarra machacante. La concurrencia agita encendida ante esa fiesta cervezal de ritmos variados que van desde la velocidad extrema al rock progresivo pasando por un mantra de blues. Fútbol despierta celebración y agradecimientos a los gritos, dejando constancia de ser la mejor sorpresa que este público podía recibir.
El último grupo en la lista, el encargado de terminar la fiesta, no hace más que reavivarla. Sr. Tomate cierra la tercera noche del Festipulenta 23 con su épica efervescente, sus melodías alegres y un calor que quema. Imposibles de encasillar, con una mezcla de estilos y géneros interminables – como unos Mano Negra platenses, pero mejor-, Sr. Tomate genera un festejo radical con sus canciones vibrantes y sus letras de reflexión y dolor, porque tras esa cortina de fiesta y regocijo, la oscuridad guiña un ojo en esas liricas de muerte, soledad y desamor. Y si la figura del carnaval es una de las más recurrentes para definir la mística Tomate, ésta se revalida cuando un miembro del staff del grupo salta hacia la audiencia disparando una buena cantidad de espuma en aerosol, poniendo así el acento en la parte festiva del recital. Con un impulso febril y sin disfraz, Sr. Tomate entrega un show inmejorable repleto de hits, dejando para el cierre una apoteósica triada con “La pared”, “Tu tumba cama” y “Ritmo de Vida”.
La fiesta termina, y muy pero muy lentamente, sin ningún apuro, nos empezamos a ir, porque el Festipulenta también es esto: encontrarte con amigos, quedarte hablando, recorrer la feria, tomar algo, sentarte en la vereda a debatir sobre lo nuevo, dejarse llevar por ese palpitar, ese nuevo sentir. Rendirse ante el encanto de las nuevas, diversas y hermosas formas de demostrar cómo late pulenta una buena canción.//∆z