El viernes Niceto fue testigo del ritual de Laptra, la hermandad platense que viene haciendo estragos hace tiempo. Fue otro festival donde desfilaron todos los artistas del sello. Una maratón frenética de amistad, música y pogo.
Por Joel Vargas
Fotos por Matt Knoblauch
Laptra es más que es un sello, es el reflejo de una escena que fue creciendo poco a poco post-cromagnon. Ya es una marca registrada, muchas de sus bandas son referentes en el circuito independiente. ¿Existe un sonido Laptra? Para nada, lo que sí existe es una manera de autogestionar la movida.
Hace unos días Niceto fue el punto de encuentro para la celebración de esta hermandad platense. Las bandas desfilaron por los dos escenarios del boliche palermitano: Lado A y Lado B. La fiesta arrancó tempranito, los encargados de prender el fuego fue una tríada de furia distorsionada: Bestia Bebé, Reno y los Castores Cósmicos, y The Hojas Secas. Esta última ofrece un show demoledor, no te deja respirar. Te convierte en un púgil desquiciado amante del pogo mientras Lucas Jaubet, enfundado con la remera del tigre bueno y sabio, escupe verdades con el micrófono.
Después de la rabiosa presentación de las Hojas Secas en el Lado A, Mapa de Bits hizo lo suyo en el Lado B. Se encargó de patear pechos con sus melodías que aturden. Al ratito, en el escenario A, salió Javi Punga con todo su misticismo zen: “Vamos a estallar”, “The Cure” y “Nena Stone”, fueron algunas de sus gemas. “Gracias chicos por el aguante, fue difícil llegar hasta acá”, dijo Punga emocionado. Es cierto, Laptra se hizo de abajo y de a poquito fue conquistando varios corazones. El secreto de su éxito es por su público fiel y devoto. Cada recital es un ritual. Un gran ejemplo de esto fue el show de 107 Faunos, aunque el espíritu del lugar contuvo las energías de todos, fue una explosión contenida. Igualmente eso no fue ningún impedimento para que afloren las sonrisas y el baile en “Calamar gigante N°8”, “Pequeña Honduras”, “Noche Spooky Tropical” entre tantas otras fabulas del imaginario Fauno.
Luego salió El Mato a un Policía Motorizado y lo de siempre: la locura espacial. El Chango, con su casaca de Mortal Kombat, fue el director de la orquesta de la noche. “Viejo, ebrio y perdido” abrió el viaje astral, “La Cobra” (nueva joya del repertorio) lo continuó.
El Chango mirando el hacia al cielo, mientras suena “El día del huracán” es una de esas postales rockeras perfectas: el humo, la melodía, las manos levantadas, los ojos cerrados. En fin, un trance astral. Todo el show fue así, grandes canciones de cuatro minutos de duración promedio movieron los cimientos de todos.
“Vamos a hacer la última canción y Laptra sigue, sigue para siempre”, dijo el Chango antes de que empezara a sonar “Mi próximo movimiento” y se desate unos de esos círculos pogueros llenos de alegría. Luego del último acorde la celebración del fuego continúo en el Lado B con Las Ligas Menores, Antolín y Go-Neko!, con Tom Quintans prendido fuego, como siempre. Laptra no puede parar.