El sitio Mozcu.com organizo su primer festival con siete grupos de la nueva escena independiente argentina en una fecha memorable que funcionó como broche de oro para este 2013.
Por Claudio Kobelt
Fotos por Gisela Arevalos
La plataforma digital de distribución de música por Internet Mozcu.com, celebró con bombos y platillos el lanzamiento de su nuevo diseño, y para la ocasión juntó a siete bandas de la escena independiente con estilos tan variados como representativos del momento actual de la música emergente en nuestro país. Mozcu desde su concepción y su uso propone una revolución simple y concreta: ser parte activa cuando bajas un disco. Basta de pasividad. Y esa revolución de escuchar música se trasladó de la computadora al vivo, sumándole amigos, baile y festejo en el proceso.
Primero fue el turno de Barco y de Ministerio de Energía, bandas que me permito agrupar por su clara búsqueda y sonido en común. Ambos grupos hicieron gala de un pop fino y bailable que remite a otra era pero con elementos modernos, con voces dulces y claras y melodías altamente efectivas, con algo familiar en ellas, apoyadas fuertemente en el sonido del sintetizador. Si bien invisten un sonido mundial, es imposible no relacionarlas con el pop argentino y sus exponentes más claros: Ministerio de Energía ahonda en la new wave, al electropop de Los Encargados y el lado más suave de Virus, y en el caso de Barco es innegable el legado de Gustavo Cerati, tanto de su trabajo de guitarras en Soda Stereo como en el estilo vocal y melódico de sus discos solistas. De beat dulce para el baile relajado, y de espíritu melancólico, como todo buen pop debe ser, Barco Y Ministerio de Energía abrieron la noche dejando prueba de ser exponentes indudables de un género siempre vital.
Los siguientes en subir al escenario fueron Como Diamantes Telepáticos, que con los temas de su reciente disco Dorado, presentaron un estilo más maduro y personal respecto de su placa anterior, una clara evolución que se festeja bailando. La cálida voz de Mariela Centurión se complementó a la perfección con la dulzura grave de Fernando, el otro cantante y guitarrista, y esas voces son la guía principal en el sonido telepático, ese que remite tanto a los 2000, a los noventa, los ochenta, a un pop diáfano y atemporal, hecho de una suma de elementos e influencias logrando así un sonido envolvente y personal. El bombo de la batería sonó fuerte y certero, clavándose en el corazón del ritmo y generando un baile masivo e instantáneo. Gran y celebrado show el de CDT, una banda para no perder de vista y con un amplio y dorado futuro por delante.
Luego siguió Mi Pequeña Muerte, con un show intensamente movilizador, ratificando una vez más ser hechiceros detrás de un sonido intenso, de honda profundidad y sensibilidad cruda. MPM desató una fuerza suave, melancólica y oscura, que despierta los recuerdos perdidos haciéndolos carne, volviéndolos cicatriz. Ese impecable trabajo de guitarras de sonido incandescente, fueron flechas cortando el aire, con nuestra sensibilidad justo en el centro del blanco. Una armada poderosa peleando todas nuestras batallas más cruentas, pero no por nosotros, sino a nuestro lado, entendiendo bien cuales son las guerras que más lastiman, y dándonos el arma más poderosa e infalible: las canciones de amor. Con la épica “El Héroe”, Mi Pequeña Muerte se despidió del escenario y dio lugar al próximo gran grupo, Mi Amigo Invencible.
Exhibiendo orgullosos su espíritu salvaje, primario, animal, Mi Amigo Invencible destiló una vehemencia precisa y ardiente, detallista y poderosa, donde el público respondió bailando, dejándose llevar a pelo en el lomo de la bestia. Como ya es costumbre en sus shows, Mariano Di Cesare, uno de los cantantes y guitarristas, saltó del escenario hacia abajo y continuó tocando y mirando a sus compañeros desde el espacio de la audiencia, interconectando a todos los presentes, arriba y abajo, en ese nexo invisible e irrompible imposible de catalogar. Magia, energía, fuerza, o como lo quieras llamar, se siente y nada más. Las canciones sacudieron, agitaron, transportaron a ese lugar íntimo y único donde habita lo esencial. La intensa “Ajeno” dio el broche de oro a un set corto pero encendido, que dejó con ganas de más y más, pero ya no, no por esta noche. Hay más bandas por tocar, y el tiempo corre rápido cuando disfrutas.
Los próximos en la celebración fueron esos hacedores de días felices, antihéroes desgarbados que enamoran con su sonrisa plena y sus canciones eternas. Valentín y Los Volcanes activaron formalmente la temporada de pogo y baile salvaje, la primera en toda la noche y por la forma de danzar, tal vez la última del mundo. Tras “Mi Pequeña Napoleón” un equipo de guitarra falla y todo se detuvo, se congela el tiempo, stop. Se sabe: nada nunca avanza si no hay canciones que alimenten la pasión. Minutos después todo vuelve a estallar. Entre sus clásicos indestructibles se permitieron presentar canciones nuevas, que son escuchadas con sumo respeto y atención, en un baile sigiloso y alerta, y cuando le pegan “Rayos del verano” todo vuelve a hervir. El piso de madera se puso peligrosamente resbaladizo de sudor y condensación, pero eso no detuvo a los pibes que festejaron como si cada instante fuera el fin, deslizándose y saltando en la fiesta de los perdidos, todos los que justo acá nos vinimos a encontrar. “Los Chicos de Orense”, con Facundo de Tobogán Andaluz de invitado, dio el cierre a un show catártico y explosivo, pleno de alegría desbordante y emotiva, que dejó a las pandillas exhaustas de tanta celebración. Y eso que aún faltaba el gran final.
“Ella/tiene un vestido/ lleno de agujeros/para el frio” arrancó cantando Facu Tobogán, y esa máquina de sangre y energía que es Tobogán Andaluz detonó volando por los aires nuestro cansancio y la quietud. Los chicos y las chicas se empujaban sonrientes, felices, danzando feroces pero no porque no haya futuro, sino porque lo hay, es inmenso y esta es la mejor forma de ir por él. Las canciones de Tobogán poseen ese golpe sensible y vivo, esa voz sincera y poética, nostálgica y futurista que conmueve y sacude hasta los huesos. Baladas crudas como “María juega a ser un avión” y “Coney Island” son tickets al sueño del mañana, la intensa “Viaje de Luz” erizó la piel y congeló la sangre hirviente, y “Sueños de Cartón” desgranó el lamento nocturno de un alma borracha de canción. Facu invita a los Volcanes, los Invencibles y los Telepáticos a cantar “Lo que más quiero”, y durante la canción siguió invitando gente a que subieran a cantar con él, a los que se sumaron algunos del público que se sumaron por propia iniciativa, brindando así una versión apoteótica del himno andaluz. No hubo un alma entre las presentes que no haya acoplado en sintonía con ese caos gigante y bello.
Tobogán andaluz es un animal salvaje hecho de energía, que cabalga nuestros cuerpos calientes bebiendo de nuestras voces sinceras gastadas de canción. “Chica del Tonebank”, “5to B” y la desgarradora versión de “The House of the Rising Sun” dieron los toques finales a la velada. Facu exorcizó sus demonios en vivo, se contorsionaba y jugaba con los pedales y su guitarra esculpiendo poesía, con esa banda imparable y demoledora como principal motor. Que no les quepa duda que lo de esa noche fue un show histórico, de esos que guardaremos por siempre en el rincón que se esconde en la comisura de los labios, y que solo podremos ver al volver a sonreír.
Una noche única y vibrante, frenética de músicas y amor, una celebración por ese espíritu imparable y romántico de compartir, un fuego verdadero y esa posibilidad gigante de tomar en nuestras manos lo que es, lo que puede ser y lo que será. La revolución no será televisada, podemos y debemos tomar parte. Solo se necesita un espíritu de búsqueda y un pasaje a mozcu.