¿Qué nos dejó la Feria Internacional del Libro 2023?
Por Agustina del Vigo y Nahuel Vázquez

La distancia es necesaria para una debida reflexión. En medio de la vorágine, muchas cosas pasan desapercibidas o quedan de lado. Tal fue el caso de la última edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Entre homenajes, clases magistrales y charlas sobre diferentes géneros, ArteZeta revive tres momentos imperdibles del evento local libreril por excelencia.


Oda al lector

El escritor Martín Kohan durante su discurso inaugural en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires 2023.

Lo mejor de la Feria comienza con el discurso inaugural del escritor y crítico argentino Martín Kohan. No sería injusto decir que solo él podría comenzar hablando de las puertas de acceso a la feria, no las simbólicas, sino las literales que dan a las avenidas y al espasmódico ecosistema vehicular de Palermo. Solo Kohan podría, en una oportunidad tan terrena, tan fuera de la Academia de donde él viene y de dónde también busca con frecuencia huir (o al menos, confundirse entre los “de ahí afuera”), citando al crítico Walter Benjamin, comparar la feria como una ciudad transitoria (“pero regular”). Dando cabriolas, va pasando por las teorías de Bourdieu y cómo se construyen los hábitos, después, por el mercado de los escritores, para terminar dejando en claro que los lectores son el verdadero centro de la fiesta que acaba de inaugurar.

Gusta pensar que sí, sobre todo si las palabras vienen embelesando los tímpanos, que sí, que esa idea es de quien la nombra. No sería extraño en el caso de Martín Kohan uno de los pensadores, escritores y docentes más brillantes de los últimos tiempos. Pero no, el caso es que no, porque Jorge Luis Borges ya lo había dicho antes. Borges decía que él se consideraba lector antes que escritor.

Que los escritores son gente que se la pasa mejor a solas que sentados en una mesa firmando ejemplares, o yendo de gira –lo que incluye fotos y charlas y nada de tiempo para escribir-, o siendo entrevistados una y otra vez para contestar una y otra vez alguna variante de lo mismo (en muchos casos) que ya dijeron en sus libros, si no se sabe, puede perfectamente intuirse. 

Ya lo dijo el Hemingway que resucitó Corey Stoll para la balada cinematográfica Medianoche en París de Woody Allen: como escritor, solo puede odiar o envidiar el trabajo de otro escritor. Pero no suele pasar que un lector le envidie a otro una lectura que le falta, ni siquiera una interpretación brillante a la que no pudo llegar. El mundo de los lectores es más un patio de juegos donde a los grupos los aglutina una pasión: la de hablar sobre lo que se lee.

Entonces, el lector. “¿Y no fue acaso con un lector (con su figura, su triste figura)”, dice Kohan, “que se fundó la novela moderna: con el Quijote enfrascándose en las novelas de caballería?”. El punto álgido del discurso inaugural es cuando, en uno de esos giros envidiables a los que el escritor nos tiene acostumbrados, insiste en que no tiene tanto prestigio ser “lector” como “escritor”. Sobre esta constante la Feria del Libro vuelve al espacio de la Rural, año tras año. Pero Kohan también habla de un “caballo de Troya”, una forma mitológica de analizar lo que también pasa en esos días, durante la feria, en el ámbito literario. 

Lo que pasa es una oportunidad, una posibilidad de hacer algo a favor del rescate de lo valioso, ese bendito lector, el de verdad, ese que delira frente a una mesa de títulos en saldo o el que está dispuesto a pagar sin hacer mucho calculo lo que le pidan por ese ejemplar que andaba buscando y hace tanto, tanto tiempo quiere leer. Aunque después no lo lea, y quede, otra vez apilado, en la mesa de luz.

A Martín Kohan le preocupa también la antítesis de su héroe, la figura del no-lector: “El no-lector encubierto, el que se pronuncia categóricamente sobre algo que en verdad no leyó, existe de larga data, existe desde que la lectura existe; lo que parece haberse modificado es que ya no precisa encubrirse. La lectura, elogiadísima en abstracto, se desestima en lo concreto”.

Le preocupa porque la práctica se ha devaluado, en muchos campos, sociales, políticos, educativos, recreativos. Ya no estamos dispuestos a tomarnos un tiempo compartido, ofreciendo nuestra entera y hasta afectuosa atención a ese único ser u objeto (libro, persona, animal), a esa única tarea (mirar la tele, hablar por teléfono, comer un postre sin dejar registro). 

“Cuando todo el mundo se vuelve un aparte, se complica el mundo aparte. Que es el mundo en el que leemos. De manera que cabría reformular el lema histórico de la Feria del Libro, o en todo caso ampliarlo o completarlo, y ahí donde rezaba: “Del autor al lector”, añadir casi a manera de comentario: Y del lector al autor”, propone Kohan. Después dice (y sigue diciendo largamente, y menos mal, y por favor, que el lector lo consiga y lo siga leyendo) que los textos hacen y dicen con frecuencia más allá de sus autores, pero nunca, de sus lectores. 

Merece su momento estelar en el discurso del crítico la organización de la feria como feria (llena de gente que viene y va, llena de voces) y el sistema de stands donde lo segundo más interesante del festejo del libro se da. “En las salas montadas ad hoc”, aclara, “en el encastre siempre chingado del durlock siempre poroso, pero también en las salas macizas, las espesas, y ni qué decir en los silloncitos o los taburetes dispuestos en los stands abiertos, por así decir a la intemperie: hay que hablar en medio del ruido”. 

Cuchilleros y viajes de egresados

En ese ruido pintoresco donde hay que hacer un esfuerzo por escuchar a los escritores que vinimos a ver, -”¿O no es ésa acaso la manera en que discurre el decir literario en el espacio más bien ajeno de la sociedad, de la realidad general?”, agrega Kohan- el escritor (editor y periodista) Horacio Convertini abre una mesa sobre novela negra donde conversa con Claudia Piñeiro, Leonardo Oyola y Nicolás Ferraro, último ganador del premio Dashiell Hammett en la Semana Negra de Gijón (España), el Oscar del género negro. 

Todos lo ganaron alguna vez, entonces Convertini pregunta (porque ya es hora de preguntarlo), ¿qué ven en nosotros -argentinos- el público español? Oyola dice que tiene que ver con el manejo del lenguaje, la creatividad para resolver, las “reacciones sanguíneas” y que el argentino es híbrido, maneja varios géneros a la vez. Y eso a los españoles les vuela el techo.

Nicolás Ferraro, ganador del Premio Dashiell Hamett en la Semana Negra de Gijón 2022 por su novela Ambar.

Ferraro agrega que los personajes que crean los argentinos están marcados por el modo de Martín Fierro, el gaucho de José Hernández, un ser en tensión con lo que cree. Hay algo muy de la gauchesca también, agrega, relacionado a esa capacidad de resolver las cosas por la nuestra, como si los personajes argentinos vivieran en un continuo western.

Los cuatro recuerdan sus visitas a la ciudad española durante la Semana Negra. En una época de mayor presupuesto, cuentan que iban todos en un “tren negro”, escritores y periodistas, una especie de viaje de egresados, cuenta Piñeiro. 

Ella ganó en la edición 2021; quería irrumpir en un premio que parecerían haber acaparado los hombres. Además, Gijón está junto al mar y en una época se había puesto de moda para festejar despedidas de soltero. Convertini agrega que el festival se desarrolla al lado de un parque de diversiones, Oyola festeja que le parece un premio horizontal, Piñeiro dirá “democrático” y sumará a la lista la alegría del encuentro que para ella tiene la Semana Negra en Gijón. Y es, sobre todo, por esto (y por el tren, los hoteles pintorescos y la combinación de literatura y juerga) que todos querían ganarlo.

La Semana Negra de Gijón tiene también algo del espíritu de la Feria del Libro, el que Kohan define como “un murmullo” donde sucede la literatura en medio de un quilombo mayor. No sucede en Madrid ni en Barcelona, sino en una ciudad donde, quizás, estos escritores no hubieran jamás visitado. 

Claudia Piñeiro durante la presentación de su última novela, El tiempo de las moscas, también durante esta última Feria.

Homenaje a una maestra de escritores

Liliana Heker escuchando a sus alumnos durante su homenaje.

Gijón es también el murmullo, el rincón tranquilo para sentarse a leer dentro de la feria -ese que Kohan insiste en ocultar al público que lo escucha-, es el parque de diversiones y los solteros, la salas pequeñas, pero que identifican grandes nombres (Victoria Ocampo, Alfonsina Storni, Adolfo Bioy Casares): todos son, y funcionan, además, en los márgenes. 

En uno más de esos adláteres de la Feria (aunque sala esta vez), otro acontecimiento: Liliana Heker, una de las últimas grandes formadores de escritores -y lectores- es festejada por sus alumnos -hoy amigos y escritores publicados-. La honran sus seres queridos por una vida dedicada a la literatura.

Enzo Maqueira, Verónica Abdala y Julieta Obedman son los presentadores del evento que se titula “Liliana Heker: una escritora comprometida”. Los dos primeros, escritores y periodistas, fueron alumnos de Liliana en sus talleres -los que dio desde hace más de 40 años- y Obedman es su editora, a quien conoce desde hace más de una década.

Maqueira pudo participar de sus talleres y para él fue una de las mejores decisiones que tomó en su vida. No solo aprendió un método, sino que “un compromiso con la literatura” como él confiesa, y que cuando leyó Cuentos reunidos, la antología de cuentos de Liliana Heker publicado por Alfaguara en 2016, se dio cuenta de todo lo que había aprendido en el taller. “Había un montón de técnicas, de juegos literarios” y sobre todo el privilegio que tuvo de haber compartido todo ese tiempo con ella.

Heker es para Obedman alguien a quien recomienda que tengamos en nuestras vidas. “Yo heredé a Liliana como autora y la verdad pocas herencias son más felices” dice. Juntas reeditaron dos novelas, editaron Cuentos reunidos y La trastienda de la escritura –trabajo que para Obedman fue muy importante en su carrera como editora por asistir a un libro que era muy difícil de armar y por el resultado que se logró-.

El evento va llegando a la mitad de su desarrollo y junto a ellos se sienta Liliana Heker, quien todo el tiempo se mantuvo en su silla de la primera fila entre el público. Rompe el hielo avisando que no se la cree nada y cuenta una anécdota de cuando la redacción de El grillo de papel y de El escarabajo de oro estaba en la casa de la tía de Abelardo Castillo y que con ella aprendió a no creérsela.

Para Abdala, Heker además de ser uno de los grandes nombres de la literatura argentina, “es una mujer que sigue preguntándose qué quiero y sigue respondiéndose: escribir”. Es este su primer año en el que no dará su tradicional taller, y es que “estoy escribiendo una novela” dice Heker “es toda una nueva aventura en esta etapa de mi vida”.

De chica, como contó Verónica Abdala, Heker se paseaba por el patio de su abuela buscando soluciones para sus cuentos mentales; años más tarde, harta de que muchos escritores consideren que sus cuentos sean menores, Abelardo Castillo le propuso que escribiera sobre un boxeador que siempre perdía y siempre que regresaba a su casa debía decirle lo mismo a su esposa. “Escribí ese cuento” dice Heker “Me di cuenta que no estaba escribiendo sobre algo ajeno, sino que estaba hablando sobre algo que me obsesionaba que era tener una especie de meta muy alta y tener mucho miedo al fracaso.”

Los escritores y periodistas Enzo Maqueira y Verónica Abdala homenajeando a su gran maestra junto a su editora Julieta Obedman.

Ese cuento es “Los que vieron la zarza”, uno de los tantos que pueden leerse en Cuentos reunidos, y que emocionó al poeta Armando Tejada Gómez, llegado hacía poco a Buenos Aires, en una de esas históricas veladas de escritores.

Cuando la celebración termina, antes de que abran las puertas de la sala Alejandra Pizarnik, le agradecemos y la ovacionamos.

Entre grandes maestros, reconocimientos y charla, mucha charla, pasó una Feria del Libro más. Un clásico inoxidable para las letras argentinas que siempre deja algo más por leer. //∆z.