Para matizar la espera de Sol Invictus, el nuevo disco de Faith No More que recién verá la luz en mayo, recordamos King For a Day… Fool for a Lifetime en su vigésimo aniversario.

Por Joel Vargas
Ilustración de Maximiliano Pugliese

Unos pibitos viajan en el tren Sarmiento, juntaron guita para ir a sacar al Luna Park las entradas para ver a una de las bandas más importantes de la historia del rock: Deep Purple. Tienen quince años, no quiere decir que sean advenedizos, tienen data, la data que puede tener cualquier adolescente que se empacha de golpe con información. Aún no pululaba la banda ancha en la patria del aguante, el dial up era emperador de la conexión con Internet para los pocos agraciados que tenían computadora. Así que el boca en boca, las revistas especializadas como Madhouse, radios, como la Rock and Pop, y los rituales de los domingos en el parque Rivadavia eran importantes para cualquiera que quisiera iniciarse en las artes rockeras.

Llegan al Luna Park: “Deep Purple entradas agotadas”. ¿Y ahora? Al Tower Records de Florida, donde supo alguna vez laburar Matías Kritz de Carne para Cerdos, a gastar toda la plata en discos. Eso fue lo que hice esa tarde con mis amigos, me compre King For a Day… Fool for a Lifetime de Faith No More, una de mis más queridas pertenencias.

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No puedo precisar de manera certera cómo llegue a escuchar Faith No More, pero tengo millones de recuerdos con ellos, no paran de volver. Cuando tenía no más de ocho años la tapa de Angel Dust (1992), disco que le habían prestado a mi tío, se quedó marcada en el bocho, quizás por el cisne majestuoso, impoluto. A esa misma edad la figurita más preciada que tenía era de cartón y tenía el logo de ellos. Ya entrada la adolescencia en varias fiestas entre la birra y el agite tratábamos de imitar al negro Chuck Mosley, primer cantante de la banda, en “Introduce Yourself” y balbuceamos el estribo: “iniricesapara”, cualquiera.  

King For a Day hoy cumple 20 años, y hace 15 años que viajé en tren desde el Oeste hasta Capital en busca de las benditas entradas para Deep Purple y en vez de eso volví con una gran bestia enjaulada en un disco.

El primer desafío que tuvo que enfrentar la banda fue reemplazar al histórico violero Jim Martin, el elegido fue Ted Spruance de Mr.Bungle, la otra gran banda de Mike Patton. Esa podría ser una de las causas de que el álbum fuera uno de los más experimentales que hicieron, cruza bocha de géneros: metal, algo de jazz, un poco de bossa nova, y hasta pizcas de funk. Y aun así fue uno de sus discos más vendidos. Patton estaba prendido fuego, las liricas eran oscurísimas, existencialistas y la hibridación de géneros ayudó a que hiciera gala de todo su potencial vocal, un registro que impresiona en una balada y unos gritos desquiciados en estribos mutantes y distorsionados. Un cantante “esquizoide”, un “actor” que sabe cuál de todas sus “personalidades” le puede poner el pecho a la canción.

Es un disco que no tiene fisuras, son catorce tracks muy bien producidos. Desde el comienzo vertiginoso de “Get Out” (el tándem Billy Gould en bajo y Mike Bordin en bata dueños absolutos del pulso de la canción) hasta el final con la balada demencial “Just a man” (Rody Bortum y su magia en teclados, la atmósfera necesaria) pasando por la tensa calma de “Ricochet”, la crudeza sofisticada de “The Gentle Art of Making Enemies”, la urgencia rabiosa de “Digging the Grave” y la “jamesbondera” “Star A.D.”. Aunque si hay que hablar de hits, el premio se lo lleva “Evidence”, una balada funky con una melodía ganchera, una de las mejores composiciones de los noventa, donde la banda demuestra todo su potencial, su talento, su histrionismo, su capacidad de crear micromundos que te alteren radicalmente.

A pesar de que luego vendría su última producción hasta la fecha: Album of The Year (1997), que va aun más lejos en la experimentación, King For a Day es la mejor foto de esa bestia sofisticada llamada: Faith No More.//z

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