Olfa Meocorde edita Torpe y elegante, un nuevo disco que los pone entre los favoritos del 2015 para aquellos que buscan algo distinto en la nueva escena. Un grupo y un disco que son un desafío y un tesoro al mismo tiempo.
Por Claudio Kobelt
¿Cómo definir a Olfa Meocorde? Un grupo que tanto en sus discos como en sus legendarios shows en vivo ha sabido desplegar toneladas de mugre sónica, anarquía de estilos y un salvajismo escénico difícil de encasillar. Y es en esa imposibilidad de rótulos, en su eco siniestro y desafiante, en esa bestial independencia creativa que logran atraparnos, proponernos algo que difícilmente algún otro pueda replicar.
Luego de Olfa Meocorde Olfa Meocorde (2011), su último disco de estudio, solo habían editado en el 2013 su compilado Olfilación, el cual contenía registros del grupo entre el 2000 y el 2002, pero nada nuevo. Algunos shows en vivo, como sus participaciones catárticas en diversas ediciones del Festipulenta, mantenían la llama encendida y las ansias a pleno de un nutrido ejército de fanáticos que el grupo supo cosechar en sus más de quince años de carrera.
Su último trabajo, Torpe y Elegante, exhibe un claro crecimiento sonoro y compositivo sin alejarse de sus raíces y esencia. Todo arranca con un delirio pérfido de 41 segundos reproducidos en sentido inverso (de atrás para adelante), como si de algún conjuro satánico se tratara, adelantando la locura incorrecta y multiforme que le sigue a continuación.
“El Proceso” es una canción salvaje de poco más de un minuto de duración: un golpe tras otro de distorsión en la boca del estómago, una guitarra punzante ululando enfermiza, una voz ultra aguda que taladra en segundo plano y un ritmo que obliga a un headbanging irresistible. Le siguen “Renuncio”, una especie de country desbocado y lunático sobre el desapego, con otro trabajo de guitarras pensado para tajear el sonido, y el ingrediente fundamental del aporreo vehemente de un piano; y “Voy a volver”, melodía pesada, espesa y reptante sobre el retorno sin ganas.
“Monsters of Panch8”, por su parte, es metal pútrido y feroz sobre la invasión final, mientras que “Toshiro” es un instrumental bellamente caótico con aroma beat y fuerza psicodélica. El tema siete, de nombre “Las Medusas”, es un vals ultradeforme y lúgubre, a la vez que “Vienen con las chicas”, es como la fusión entre el funk, la no wave, los ritmos latinos y el hip hop, todo cruzado por la clásica perversión y libertad Meocorde. Una canción para bailar en una discoteca atestada de mutantes e iluminado por una luz parpadeante y cegadora.
“Imbéciles con número de serie” es un hardcore kamikaze que apenas pasa el minuto de duración, el cual está seguido de “Arameo”, tema de ocho minutos que mantiene una constante exploración sonora y sensorial que recurre diferentes pasajes y climas, casi como el sonido de una pesadilla dantesca de medio oriente. “Soy un animal amante del sonido y los colores”, confiesa en cierto momento de su letra, y esa frase quizás sea la más adecuada a la hora de definir este disco y a todo Olfa.
“División Morricone” exuda un aroma a épica y destrucción que subyuga, como un mantra crudo para el post apocalipsis; y “Los Arboles” es un mid-tempo de cadencia repetida que parece mecerse de locura. “Leprosarios Mario”, es un violento trash instrumental ideal para pogos feroces y certeros. El cierre queda a cargo de “El ex templo satanista de Bella Vista”, suerte de lectura re-invertida del tema que da inicio al disco.
A nivel general, cabe destacar un excelente trabajo de percusión, y un cuidado y filoso laburo de guitarras. También sorprende gratamente el muy buen sonido que presenta el disco en su totalidad. Muchos de los temas parecen seguir la consigna de empezar con cierta estructura y forma para luego, con el transcurso de la melodía, comenzar a desarmarse y soltarse de dichas ataduras, a liberarse, a corroer la formalidad y agitarse en su jaula como las criaturas vivas y autónomas que son.
Empezamos diciendo lo difícil que es definir a Olfa Meocorde, y luego de escuchar su tan logrado nuevo disco no hacemos más que confirmarlo: Es Primus en un choque violento con la psicodelia, el noise más abrumador conviviendo con el grupo DIOS, un funk psicópata y un grindcore barrial, no wave, post punk… Es caos, suciedad, oscuridad, incorrección y mucho más. Una ecuación brillante no apta para todo público pero rozagante de originalidad y pura libertad.//∆z