En World peace is none of your Business, el divo inglés profundiza el sonido y el escepticismo de sus últimos dos discos, con una voz que, al contrario de muchos artistas, mejora cada vez más a pesar de la edad.

 Por Agustín Argento

Cuando Morrissey reapareció en 2004 con You Are The Quarry, lo primero que se pudo apreciar fue un quiebre en el sonido popero que tuvo a lo largo de la década del ’90. Con Rengleader of the Tormentors (2006) e Years of Refusal (2009) ese camino fue profundizado. Ahora, conWorld peace is none of your business, se puede decir que la elección es definitiva. La banda, a partir de estos trabajos, suena más universal y no tan británica. Ciertamente, el rock y el pop son británicos, pero las idas y vueltas de Moz por el globo terráqueo (vivió en Los Angeles, Roma, París y, obviamente, Inglaterra) se reflejaron en su música. Que el tecladista Gustavo Manzur tenga raíces colombianas no debiera pasar desapercibido.

Las letras, a su vez, también fueron mutando. De aquellos versos en los que Morrissey se mostraba como un ser incomprendido (“Every Day Is Like Sunday”, “Maladjusted”, “Speedway”, entre otros) a los que, cercanos a su narcisismo, se presenta como alguien al que el ser humano le queda chico. Con cierta soberbia canta “Yo soy algo mejor que un hombre” en “I’m not a man”, una especie de homenaje a Don Juan. O, también, critica a casi el cien por cien de la humanidad por la forma en que vive en el primer tema de la placa, que da nombre a la misma.

Este viaje mundial viene acompañado de una versatilidad instrumental llamativa. Las incipientes guitarras mexicanas que asomaban en los últimos discos toman mayor presencia. También algunas rítmicas centro americanas (“Earth is the loneliest planet”, con la contribución de Manzur en la composición) se hacen lugar, a la vez que el alemán acordeón le da unos aires tirol-rioplatenses al álbum en “The Bullfighter Dies”.

World peace… es un trabajo ideal para quien nunca escuchó Morrissey. Sus 16 canciones, en la versión deluxe, están excelentemente producidas y el repertorio adquiere una armonía que hace que la hora y veinte de música pase de repente por los oídos. La voz de Moz cada vez suena mejor (“Oboe Concerto” es un claro ejemplo de ello) y su inglés, como siempre, es lo más british que tiene la producción, con una pronunciación que hace a las canciones entendibles hasta para aquellos que no saben el idioma.

La versatilidad del guitarrista Boz Boorer, compañero de banda desde 1991, se puede calificar de inconmensurable, sobre todo al notar que las canciones tienen hasta cuatro líneas de guitarra, en las que se mezclan distintos tipos de sonidos. Tres acústicas, armonizándose entre sí sin que ninguna se convierta en primera, hacen a “Mountjou”, con respecto al trabajo de Boorer, en una obra majestuosa.

Morrissey, también, se aggiorna a los tiempos y se anima a meter más sintetizadores y maquinitas rítmicas. Si bien no abusa de ello e intenta mantenerse en la vanguardia, se le escapan algunas secuencias a lo largo de disco, como en el caso de la movediza “Staircase At The University”.

Pero para los fanáticos de primera hora, para aquellos que siempre reescuchan Viva Hate (1988) Kill Uncle (1991) o Vauxhall and I (1994), el ex The Smiths también tiene canciones escritas y compuestas a la vieja usanza: las pegadizas “Kiss Me A Lot” y “Art Hounds” mantienen los colchones de teclados, las guitarras eléctricas y los estribillos que invitan a saltar. También la nostálgica “Smiller With Knife” lo traslada a uno a “Margaret On the Guillotine”, de su trabajo debut.

Producido por Joe Chiccarelli (The White Stripes, Café Tacuba y The Strokes, entre otros), World peace… fue calificado por la discográfica Capitol Records como “el mejor disco de Morrissey de los últimos 20 años”. Puede sonar exagerado, sobre todo porque Morrissey siempre es Morrissey y dentro de este paquete viene todo lo malo y todo bueno que el cantante de Manchester tiene para ofrecer, lo cual, de por sí, ya es demasiado.//z

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