Los Espíritus: más allá de la montaña
Por Carlos Noro /// Fotos: Jorge Noro - @ojonoro

La presentación oficial de La Montaña, el último disco de Los Espíritus, tuvo de todo. El Microestadio de Ferro fue el telón de fondo para una noche cargada de psicodelia, groove, invitados de lujo y emociones percusivas a flor de piel.


Al ver el Microestadio de Ferro colmado, es fácil intuir que para Los Espíritus el lanzamiento de La Montaña constituye un nuevo hito en cuanto a convocatoria dentro de su carrera. Más allá de que la banda tenga una discografía experimentalmente sólida con momentos más psicodélicos (Agua Ardiente, 2017) y otros más influenciados por sonidos más tropicales (Caldero, 2019) aquí el grupo parece haber encontrado una interesante síntesis en una sonoridad que explora la psicodelia, rock espacial, el blues y sonoridades del folklore latinoamericano mezclándolos con una fuerte influencia del afro beat en cuanto a la impronta percusiva.

Con un gran trabajo de visuales proponiendo una suerte de naturaleza lisérgica a cargo de Santi Pozzi (una suerte de Rocambole para el grupo) el sho comenzó con la canción que da nombre a su último disco seguida de “Funeral”, otra de la reciente placa. Tanto una como la otra fueron ejemplos de la dimensión expansiva de la música del quinteto, esa que apuesta desde lo lírico a construir una suerte de paisaje donde el ser humano aparece consustanciado con la naturaleza generando una atmósfera de guitarras espaciales y mantras percusivos que invitan a la imaginación a volar.

“La mirada” trajo al presente lo urbano, una de las dimensiones más propias de la primera etapa del grupo que tal vez hoy no es tan preponderante. Aquí el nivel de crudeza respecto a la descripción de la vida en la calle fue tan evidente que el público terminó cantando “el que no salta votó a Milei”, como una suerte de extensión de la canción. Sin ningún gesto explícito de aprobación (más allá del contenido de la canción que obviamente se enfrenta ideológicamente a la gestión que está comenzando su periodo de gobierno), ver casi todo el estadio saltando dio la pauta de que el público de Los Espiritus concuerda con la visión progresista y de justicia social de la banda.

Rápidamente una entre funk y blusera de “La fuerza” mezclada con una oscura y ominosa de “Jesús rima con cruz” tuvo entre medio a la muy festejada “Jugo”, a esta altura uno de los clásicos imperecederos de la banda. Las tres  sirvieron para cambiar de clima,  algo que nuevamente modificó la presencia de Daniel Melingo para construir dramáticas y nocturnas versiones de “Ramas” y “Buscando la Luz” aportando su voz cruda y desgarrada y su flauta traversa en varios momentos de las canciones, mostrando la habilidad del quinteto para sumar invitados a su música y darles protagonismo;  algo que sucedió a lo largo del reciente disco con la presencia de Juanse, Dana Colley de Morphine y Marc Ribot en distintas canciones.

Daniel Melingo en vivo junto a Los Espíritus. – Foto: Jorge Noro.

Sin perder jamás la vinculación con las versiones originales, la llegada de “Calles Rotas” y, en especial, “Huracanes” abrieron la puerta a que las canciones comenzaran a tener varios momentos de zapadas y asociaciones instrumentales entre los músicos. Sin lugar a dudas la mayor peculiaridad que tiene hoy Los Espiritus tiene que ver con la base percusiva que comparten Pipe Correa en batería y percusión, y Luciano Scalera en percusiones. Tanto uno como el otro parecen entender que el groove de la banda depende en gran medida de lo que pueden ir construyendo a partir de lo que genera la interacción entre ellos sin dejar en ningún momento de incluir en ese encuentro al bajo de Martin Ferbat quien en es el encargado de mantener permanentemente el groove bailable que caracteriza a la mayoría de las canciones del grupo.

Pipe Correa en batería. Foto: Jorge Noro.
Martin Ferbat en el bajo. Foto: Jorge Noro.

Canciones como “Huracanes”, “Destino” y “Navidad” (con la voz del legendario Oscar Alemán en la introducción) fueron una muestra contundente del trabajo mancomunado de Maxi Prietto y Miguel Mactas en las guitarras. Repartiéndose el protagonismo, fue interesante ver como a lo largo del show, uno y otro entendieron a la perfección que las guitarras deben obligatoriamente establecer un diálogo permanente para que las canciones cobren el vuelo necesario con momentos espaciales, bluseros, rockeros o folclóricos según el pedido de cada canción.

Tal vez el momento cumbre de esta cuestión estuvo en la increíble versión de “El palacio” con la presencia de Gustavo Santaolalla en charango y Javier Casalla integrante de Bajofondo en Violín. La canción con un evidente guiño al folclore andino tuvo una lisérgica versión extendida donde las guitarras y los instrumentos invitados se encontraron a la perfección sostenidos a lo largo de la noche por un impecable trabajo percusivo.

Gustavo Santaolalla, charango en mano. Foto: Jorge Noro.

 

Javier Casalla, destacado violinista de la escena emergente. Foto: Jorge Noro.

La última parte del show con la oscura “Directo al hueso” continuó con “Vamos a la Luna” (una de las más coreadas durante la noche) en otro de esos momentos de fuerte contraste sonoro. Luego la cadenciosa “Esa Luz” derivó en el boggie “Av. Calchaquí”, cantada por Juanse en el último disco pero interpretada por Prietto en soledad.

En cada una de ellas y sumando a la ruinosa “Lo echaron del Bar”, Maxi Prietto demostró que su tono “arrastrado” está lejos de presentar la monotonía que alguien puede suponer si solo escucha algunas canciones del grupo. Por el contrario en vivo, se percibe con claridad su habilidad para interpretar las letras generando la atmósferas precisas para que cada canción logre el clima necesario.

Mucho de esto se pudo percibir en la extensa versión de “La rueda que mueve al mundo” con  Piti Fernández de Las Pastillas del Abuelo en voces y Felipe Barrozo ex Intoxicados en guitarra. En conjunto generaron una verdadera celebración que se extendió ya sin los invitados en una festejada versión de “Noches de verano” y dos celebradas versiones de “En este mundo no hay lugar” y “Las sirenas” que cerraron el show con el ánimo bien arriba.

 

En cada una de ellas, Prietto supo ocupar con solvencia un rol de frontman sin demasiada comunicación entre tema y tema pero con una confianza ciega en el aporte que la cadencia de su voz aporta a la canciones, algo que se reafirmó incluso en el encuentro vocal con Pity Fernández o incluso en los momentos donde el público se encargó a capella a corear algunas frases de las canciones.

 

El cierre, con la banda visiblemente emocionada y el público contento pero exhausto, dio la pauta de que nuevamente Los Espiritus han logrado reencontrarse empáticamente con un público que espera con ansias propuestas y canciones como estas. Las posibilidades de crecimiento son infinitas. Veremos en que se transforman. //∆z