El Mató destelló con sus “Mujeres bellas y fuertes” durante la presentación de su último single en Niceto Club.
Por Matías Roveta
Fotos de Pablo Lakatos
El Mató a un Policía Motorizado se tomó todo el tiempo del mundo para editar alguna novedad discográfica luego de la excelente trilogía de EP’s conceptuales que cerró El Día de los Muertos, en 2008. Como si durante estos últimos cuatro años estuvieron esperando a que llegue definitivamente el “diciembre final” de este 2012 -que ellos mismos anunciaron como el fin de los tiempos en “La Celebración del Fuego”- para comprobar si efectivamente se cumple la profecía maya y, mientras tanto, se están guardando el disco nuevo unos meses más. Si el mundo se va a terminar, no tendría sentido lanzar otro álbum.
Pero -a cuatro meses del supuesto Apocalipsis- hay una certeza: si empezamos el 2013 vivitos y coleando, si ningún asteroide desquiciado hace volar esto en mil pedazos, entonces vamos a tener un gran disco del El Mató. O por lo menos así lo demostró el soberbio show que los platenses dieron en Niceto el jueves. La excusa fue presentar el nuevo sencillo “Mujeres Bellas y Fuertes” y su lado B, “Dos Galaxias”. En el primero, el tándem de guitarras que conforman el Niño Elefante y Pantro Puto se lució a partir del riff circa Angles de los Strokes; en el segundo, una enorme balada, el Niño Elefante se eleva hasta convertirse en lo más cercano a nuestro propio Jonny Greenwood, al desplegar con sus pedales todo un arsenal de efectos envolventes y texturas ruidosas gracias a un preciso uso del delay más feedback. La magia está intacta.
Pero sobre el escenario, lejos de la banda en plan guitarrista virtuoso con el resto de los miembros girando en torno a él, en el Mató todos cumplen una función vital y se acoplan perfectamente al engranaje principal. Santiago Motorizado es el centro, todo nace en él. Con su bajo Fender México color crema (regalo de su hermano, que inspiró en parte Un Millón de Euros, de 2006) comanda esas bases minimalistas heredadas de los Pixies. El secreto está en cómo alguno de los dos violeros se suma para acentuar esas líneas, mientras el restante vuela y se reparte entre riffs y arpegios. Así sucedió en himnos como “Diamante”, “Amigo Piedra” o “Escupime”. Doctora Muerte castiga a sus parches con la solidez del punk y Chatrán colorea con sus teclados. El todo es más importante que las partes, y desde esa química El Mató destapó buena parte de sus influencias: rock espacial (“Noche de los Muertos”), noise mezcla de Sonic Youth y The Jesus & Mary Chain (“Chica Rutera”) y frenesí punk (“Sábado”) para musicalizar historias épicas de zombies (“Mi Próximo Movimiento”) y climas apocalípticos (“El Día del Huracán”).
Como suele suceder en los shows de El Mató, el cierre fue con un popurrí que esta vez incluyó a canciones como “Terror” y “Terroristas”, que fue acompañado por un clima festivo, agite y pogo enloquecido de la tropa de seguidores con que cuenta la banda, todo una rareza en el seno del gueto indie. Ahí otra característica fundamental: producción independiente y público fiel, como para reivindicar a otra gran banda de La Plata.