A la espera de un disco atornillado en la constancia del género, Delta Machine esgrime el mejor argumento musical para salir del ostracismo: reversionar todo lo hecho con anterioridad con la búsqueda introspectiva como aditivo esencial. Depeche Mode excusa su historia con un material de altura productiva y con una composición más cercana al retorno industrial de los noventa que a la melodía de antojo pop de los ochenta.

Por Pablo Mendez

Sin duda, y teniendo en cuenta la edad de los Depeche Mode, los caminos se entrelazan con un único propósito: encaminar al género fuero de los estandartes que lo vieron alzar la copa de la victoria, pero que, la rancia reproducción de la fórmula, los dejó en una esfera de conformidad.

Atrás quedaron los abusos comprometidos en figurar a Dave Gahan como la sombra del rock star tradicional, atrás quedaron los hitos que los convirtieron en materia exclusiva de bocetos musicales de época, atrás quedaron los acercamientos cuasi seductores con otros estilos sonoros dispersos. La actualidad los expone en una vocación clara: condensar los frutos recogidos y crear un álbum que acerque al público más oscuro y erradicar sutilmente aquellos que aún corean los hits de finales de los ochenta.

Esta estrategia, que tiene más sentido para los que musicalmente se estimularon por la introducción de maquinaria pesada a los sonidos lavados de sus primeros juegos de samplers, es concebida dejando toda dependencia con la electrónica actual, despojada de melodía, aniquilada en ambientes abarcadores, y superpoblada de ritmos que se abarrotan en loops interminables. Y por supuesto Gahan aumenta en prestancia vistiendo su voz con un ropaje sobrio en cada canción.

Sería inconsistente argüir que es un disco experimental, a pesar de un rastreo incesante en la composición, imposible desmantelarlo sin antes entender cuánta mano en la producción tuvo, cómo fue limado en las asperezas viciosas, porqué fue lavado de cualquier suciedad de moda. Es evidente el trato categórico que tuvo en la edición para no dejar ningún sonido librado al azar, para que ninguna esquirla sonora hiera los oídos de los exigentes.

¿Qué es lo que espera el público de una banda que parecería que lo ha hecho todo? La respuesta es un trabajo auténtico sin los complejos de parecer herméticos ni complicados. Sobre todo por la ausencia de un corte de difusión capaz de rodar por los medios de rock hasta agotarse. Efecto transmitido por la intención enmarcada previamente: un disco que no justifique su existencia en el éxito inmediato, sino que madure con el tiempo, como una cepa determinada a engalanar los labios de un auténtico tomador calificado.

Urdir dentro de las propias limitaciones es alcanzar nuevas líneas de diálogo con ese inconsciente creativo que acompaña a todo grupo a lo largo de su historia. Una forma de expandirse hacia nuevos universos musicales a veces, u estancarse en fórmulas sin solución, en horizontes más palpables, más comerciales. En ese entretejido compositivo debe destacarse que el resultado es un ideal cercano a concretarse: la adopción de esas canciones para ser tocadas en vivo, aplicándolas al formato circunstancial de una escena al aire libre o a la claustrofobia acústica de un lugar cerrado.

Conforme a su discografía, los Depeche Mode, con seguridad no obtendrán el reconocimiento masivo que tuvieron con Violator o con Songs of Faith and Devotion, pero Delta Machine será uno de los puntos más fuertes de su carrera, un disco que no se forma con la intención del éxito sino del reconocimiento a una carrera que dista mucho de terminar.//z

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