En el séptimo episodio de Deporte Ilustrado la invitada es la escritora boliviana Liliana Colanzi, autora de Vacaciones permanentes (2010) y Nuestro mundo muerto (2016). Hablamos sobre sus cuentos; su modo de trabajar los textos; la ciencia ficción; sus influencias; El Mató a un Policía Motorizado; la edición independiente en Bolivia; su editorial, Dum Dum editora; y la importancia de la obra de Sara Gallardo.
A continuación un extracto de la charla que mantuvimos con Colanzi. Del capítulo participaron: Ayelén Cisneros; Cristian Franco; Joel Vargas y Alejo Vivacqua.
Cristian Franco: En Vacaciones permanentes pensaste la unidad del libro como la relación de las historias que se pueden ir encadenando ¿Cómo pensaste la unidad en Nuestro mundo muerto?
Liliana Colanzi: Para mí más que un tema es importante una atmósfera, una sensación común a todos los cuentos. Y en este caso creo que tenía que ver un poco con un estado límite, de la conciencia alterada. Todos los personajes están en situaciones límites, en los que en algún momento están perdiendo la sensación de realidad. La realidad se le está deformando, se le está desfigurando.
CF: Se corren los límites y ya no pueden reconocer lo que es lo real y lo no real.
LC: Exacto. Y es un mundo un poco fantasmagórico en el que se puede ver la presencia de algo sobrenatural pero que no he querido dejarlo de una manera explícita. También me interesaba que pudieran leerse como cuentos realistas.
CF: Eso lo charlamos, en el sentido de que lo fantástico es que en realidad el problema está siempre en la mente de los personajes. Entonces nunca sabés si en realidad sí lo fantástico está afuera o está en la mente de ellos.
LC: Exacto. Creo que tiene que ver eso con que me interesa más la manera cómo percibimos la realidad, que la realidad misma. Para mi es más interesante, por ejemplo : tratar de indagar o ponerme en la cabeza de alguien que ve un fantasma o que ve un ovni o alguna otra presencia sobrenatural que terminar o explicarle al lector si existe el ovni, si existe el fantasma para mi es mucho más interesante ver cómo sucede. Y para hablar de estos fenómenos también creo que es importante crear una atmósfera bien realista. Es decir, para mi en cierto sentido son cuentos realistas también.
CF: En “Meteorito” hacés eso de una manera fascinante, nos metés en esa casa donde está esa pareja con el hijo discutiendo. Y aparece este muchacho que dice que se comunica con los extraterrestres. Es como todo muy cotidiano, muy simple y al mismo tiempo ahí aparece algo que interviene y te rompe todo ese mundo.
LC: Claro, ahí por ejemplo también quise introducir así la idea de que este meteorito que está cayendo al principio y que se está acercando a la tierra y que ese tránsito dura millones de años. De alguna manera también me interesan esos juegos con las perspectivas . Está ahí la pareja ahí peleando y es algo que transcurre en un periodo breve de tiempo pero me gustaba darle esa perspectiva de lo cósmico.
CF: En “La Ola” también me sugirió eso, algo que le sucedía al personaje. Esta chica que está estudiando y que quiere escribir y demás. Sentí también que la ola venía de mucho antes, de un tiempo cósmico lejano.
LC: Hablando un poco de la atmósfera de este libro por ahí la podría definir como una especie de vértigo cósmico. Por eso están también estas presencias como el meteorito que se acerca a la tierra o la ola que recorre la ciudad. Me interesa ese cambio de perspectiva, de lo particular, de las historias pequeñas pero al mismo tiempo esta gente común y corriente se está enfrentando a esta especie de resaca existencial cósmica que tiene un componente muchos más grandes que ellos.
Ayelén Cisneros: Me parece interesante esta operación que hacés en tus cuentos: pensar la parte de ciencia ficción, por ejemplo Marte, y también cuestiones del orden de lo nativo, de algunas leyendas. En alguna entrevista te preguntaron sobre eso y dijiste que tenían que ver con relatos de tu nana. ¿Hay alguna influencia de eso en estos cuentos?
LC: Sí, un poco quería trabajar con la oralidad, con estas historias que se escuchan mucho en Bolivia en la vida cotidiana. Tienen que ver con historias de la gente del campo, de los indígenas que muchas veces son tratadas como superstición o como saberes que no tienen ningún tipo de de valor y que para mí son importantes porque son historias con las que nos criaron y forman nuestro imaginario. Pero en que cierto momento la gente la rechaza como algo que no sirve. Para mi están llenas de un poder simbólico, poético con mucha fuerza.
AC: Considerando que ahora no estás viviendo en Bolivia. ¿Cómo los leyeron a estos cuentos? ¿Qué tipos de repercusión tuvo? ¿“Esto me re sonaba de algún lado de mi infancia”? ¿O no? ¿O “cómo vas a hablar de coyas”?
LC: Bueno por ejemplo al cuento al que refieres, “Alfredito”, creo que más lo leyeron porque está dedicado a Alfredo Parada Chávez que era mi compañero de colegio y que murió a los diez años. Entonces muchas personas me preguntaban: ¿por qué lo pusiste ahí al hermano Vicente? (risas) Lo leían un poco más del lado autobiográfico que es justamente la parte que menos me interesa a mí en un cuento. Quizás puedo usar un escenario.
AC: ¿No hubo comentarios como “hay una revalorización acá” o “qué bueno que pusiste algo que tiene que ver con nuestras raíces”?
LC: No sé si hubo realmente esa lectura o por lo menos no desde mi ciudad.
AC: En una entrevista decís que “Alfredito” tiene influencias de una canción de una banda argentina.
LC: Sí.
Joel Vargas: Es “Yoni B” ¿no?
LC: Sí. En 2013 cuando estaba escribiendo ese cuento andaba escuchando mucho las canciones de El Mató a un Policía Motorizado. Entonces como ejercicio lo que quise hacer fue tomar esta canción, “Yoni B”, que me provocaba una sensación de anhelo muy grande. Santiago Motorizado está cantando esta canción tan cortita que tiene apenas cuatro frases: “Yoni ¿dónde estás? te extrañamos ¿dónde estás?. De pronto la música y estas pequeñas frases me retrotrajeron a este recuerdo de la infancia, de cuando un compañero mío murió a los diez años, y al recuerdo de lo que fue haber asistido a este velorio y no saber dónde estaba mi amigo, verlo en un cajón pero no entender necesariamente que estuviera muerto. Yo tenía la idea de que iba a volver la semana siguiente a clase y él iba a volver a sentarse ahí. No conectaba la idea del cajón con la idea de no verlo nunca más. Pero por otro lado me lo tomaba de manera muy natural. Un recuerdo que tengo del velorio es que estábamos contando chistes porque no sabíamos muy bien lo que pasaba y porque este compañerito era muy gracioso, muy cómico, muy travieso.
Alejo Vivacqua: Nombraste el pasado, retrotraerse. Lo asocio con tus personajes que están afuera y no tienen nostalgia. En una entrevista dijiste que la nostalgia que hay en los libros que escriben autores de tu generación te parece un poco aburrida, pesada.
LC: Escribí un libro de cuentos nostálgicos como Vacaciones permanentes, que trata un poco esta relación: padre e hijos y como cierta nostalgia por una época. Lo que me pasó después de haberlo escrito es que se me agotó ese mundo y también se me secó la nostalgia.
AC: Hablás en esa misma entrevista de que el escritor tiene que ser un extraño.
LC: Claro. La nostalgia también es un sentimiento conservador. Porque habla de este deseo de conservar un pasado, de regresar a ese pasado como este lugar, esta casa en la que hemos sido felices. La adolescencia o la niñez son dos lugares, dos momentos terribles que tendemos después a idealizar, a recordar como épocas más felices de lo que probablemente fueron. Creo que sucede mucho con la experiencia del colegio. Nos acordamos como una época linda tal vez. Cuando para mí es una de las instancias más violentas y más traumáticas.
AV:¿Y eso lo ves en varios libros de tu generación?
LC: Lo dije más como una autocrítica. Incluso que ya no me interesaba escribir desde ese lugar. A pesar de que no es un libro que idealice el pasado ni mucho menos sino simplemente ya no quería mirar este espacio pequeño de la familia, quería conectarlo con otras fuerzas. Me interesaba explorar esa relación con otras cosas. Por ahí un poco relacionarlo más con nuestro pasado o nuestro presente colonial, con estas relaciones también entre ciudad y campo. Explorar un poco también la naturaleza de lo real porque antes también eran cuentos realistas, quería estallar un poco. Si antes use voces muy claras de los personajes lo que me interesaba esta vez era estallarlas a estas voces, intervenirlas con otras, estallar un poco el tiempo, introducir esta idea de lo macro y lo más pequeño. Es decir lo que me interesa es no repetirme de un libro al otro y creo que fue un esfuerzo consciente de lo que había hecho antes. Acabar con esa sensibilidad y explorar otra cosa.
AC: ¿Y cómo se sigue después?
LC: No sé (risas). Es complicado porque justo ahorita estoy tratando de escribir algo nuevo y hay ecos también de este libro. Entonces lo que me pasa es que empiezo a notar la proximidad con lo que ya he hecho y me aburre. Quiero algo nuevo, siempre me gusta empezar de cero, demoler lo anterior y empezar otra vez.//∆z
Fotografía: Jose Nicolini.
Edición de episodio: Fernando Baigorria.
Equipamiento técnico: Matías G. Fernández, Gastón Iachini y Jorge Noro.