A casi diez años de la muerte de Joey Ramone, recordamos End of The Century, el documental de la banda que cambió la historia del rock.

Por Matías Roveta

End of The Century es un documento único, que recorre cronológicamente la carrera de una de las más grandes bandas de la historia: The Ramones. El Dvd, editado en 2003, funciona como una suerte de Anthology en la mejor tradición Beatle. Y eso es porque la historia de la banda la cuentan sus protagonistas. A lo largo de las casi dos horas que dura el documental, hay imperdibles relatos de Joey, Johnny, Dee Dee y Tommy, pero también de todos los que formaron parte del mundo ramonero, entre ellos Marky Ramone, C.J, amigos de la infancia en Queens y figuras centrales del punk, desde Joe Strummer hasta Debbie Harry.

Dee Dee Ramone, bajista y compositor fundamental de los Ramones, comienza explicando una suerte de condición marginal que detentaban, cuando eran apenas un grupo de adolescentes del barrio de Queens: “no encajábamos en los chicos universitarios y sofisticados que tomaban LSD”, dice. En parte, esa idea sirve para entender porqué luego tocarían esa música, que en palabras de su manager (y primer baterista) Tommy Ramone, “era algo futurista”: canciones cortas, directas, un puñado de acordes y mucho minimalismo, que revolucionó para siempre el desarrollo posterior del rock.

Johnny, el guitarrista y líder del grupo, va un poco más allá: “En el rock de los ´70, parecía que tenías que practicar quince años para poder tocar. Para mí, el verdadero rock and roll era el de los New York Dolls”. Esta frase pinta de cuerpo entero la escencia de los Ramones. Ellos odiaban lo pomposo y complejo de ciertos arreglos musicales del sinfónico/progresivo, versión del rock que centraba la atención por aquellas épocas. En esos extensos solos de guitarra, en letras abstractas y en la grandilocuencia de puestas escénicas estrafalarias, sentían que se había perdido la pasión del rock. En contraposición, los Ramones reivindicaban el sentimiento de la música de los ´50 y los ´60, el rockabilly de Elvis, las melodías pop y las irresistibles armonías vocales de los Beatles y del surf rock, que luego serían marca registrada de Joey y Johnny. Por otra parte, homenajeaban al rhythm & blues con la actitud rockera de los primeros Stones. La potencia de los Who y los Kinks, el proto punk acelerado de los New York Dolls, y el rock salvaje del garage rock de Detroit, de bandas como los Stooges o MC5, también conviven en el sonido ramonero.

La banda agregaría también la cuestión estética. Las camperas de cuero, los jeans apretados o los rigurosos flequillos, junto a líricas de humor oscuro, generarían que no sean tomados muy en serio al comienzo. Sin embargo, la situación se revertiría rápidamente: en cada visita a una nueva ciudad, los Ramones dejaban su enorme legado. Tommy Ramone lo explica así: “En cada ciudad que ellos tocaban, surgían miles de bandas luego. Ellos decían “Miralos, son terribles, no pueden tocar… apenas si saben dos o tres notas. Pero cuán emocionanate es verlos! Formemos una banda!””.Así, de esas visitas a Washington, Seattle o Minnesota, se entiende la futura formación de grupos como The Replacements, Black Flag, Dead Kennedys o The Cramps.

Pero esa definición de la verdadera escencia del punk, de la cual los Ramones son verdaderos responsables, Joey la resume en una interesante anécdota con Joe Strummer, cantante y guitarrista de The Clash, sus pares británicos. El rock progresivo de los ´70 había generado, en Inglaterra, una especie de temor a expresarse en aquellos que no se consideraban a la altura de aquellas intrincadas composiciones. Por miedo a ser declarados desastres y defenestrados por la prensa, prácticamente no surgían bandas nuevas. Joey cuenta que, en los camarines de un show de los Ramones en Londres, Joe Strummer le expresaba ciertos reparos que tenía antes de largarse como músico, a lo cual Joey simplemente contestó: “Miranos tocar, apestamos. No tenés que ser bueno, solo salí y tocá. Los Ramones barrieron con esa mentalidad snob y conservadora, desatando la liberación artística de un sinfín de jóvenes que con dos o tres acordes salían a decirle al mundo lo que sentían.

A propósito de ese show, en el documental queda claramente establecido cómo, para la historia del rock, hay un antes y un después. Después del concierto de los Ramones en el Roundhouse de Londres, el 4 de julio de 1976, ya nada volvería a ser lo mismo en Inglaterra. Esa actuación dio el envión de confianza necesario a los integrantes de muchas otras bandas, como Sex Pistols o The Clash, y envalentonó, por la propia energía de los Ramones en vivo, a quienes formarían bandas como The Jam, The Damned o Buzzcocks.

A lo largo del documental, también se hace un repaso por la discografía de la banda. Luego de esa triada de discos escenciales para el punk, pero de modesto éxito en ventas, como Ramones (1976), Leave Home (1977) y Rocket to Russia (1977), el grupo intentó hacer su música más comercial. Lo iniciaron con Road to Ruin (1978), y lo continuaron con End of The Century (1980) y Pleasant Dreams (1981), pero sin demasiados resultados. Allí se pone particular atención en la tirante relación entre Joey y Johnny Ramone. La búsqueda de un sonido más pop, ampliando el horizonte sonoro de la banda, era idea exclusiva de Joey, cosa que enervaba a Johnny, quien hubiese querido seguir editando discos de punk agresivo y crudo, tal como en los comienzos de la banda.

Las diferencias entre ambos no solo eran musicales, sino mucho más profundas: Joey era un militante de izquierda, de personalidad bastante más volátil y dispersa que Johnny, férreo, disciplinado, líder natural de la banda y, como si fuera poco, simpatizante de los conservadores en la política norteamericana. Estos conflictos, potenciados por disputas en relación a una misma mujer, la adicción a la heroína de Dee Dee y al alcohol en el caso de Marky (segundo baterista del grupo) explican el inicio de la lenta disolución de los Ramones como banda. Había, no obstante, una cosa clara: ellos estaban por encima de todo. En esa militancia de la causa Ramones y en la complementariedad compositiva entre Joey y Johnny, esta el porqué de tanto tiempo juntos.

Hacia el final, hay momentos que realmente emocionan, como, por ejemplo, los testimonios de figuras del rock de la talla de Anthony Kiedis, Kirk Hammet o Thurston Moore, que coinciden en declarar a los Ramones como aquellos destructores de un orden que dictaba las normas a seguir. Podríamos aventurar que esto se encuentra en íntima correspondencia con las bases del “hazlo tú mismo”, el estandarte del rock indie y alternativo que vendría después.

Pero también hay detalles de color: fragmentos de un show en Obras, una presentación que incluye a Mario Pergolini e imágenes de la banda en plena travesía urbana, atravesando la marea humana de fanáticos que los esperaban a la salida de un hotel en pleno microcentro porteño. Joey, Johnny y Dee Dee cuentan, sin poder entender, que cuando en su país natal tocaban en clubes para apenas mil personas, en Argentina y Brasil lo hacían para 50 mil. Monte Melnick, el manager en ruta de los Ramones, resume ese estado de locura y devoción del público sudamericano de la siguiente manera: “Era como Londres en el ´76, los chicos no veían futuro… (…). Con la música de los Ramones hacían un poco de catársis acerca de su mala situación”. Clarísimo.