Adrián Paoletti lanza el quinto disco de su carrera solista, Los mandos no responden, aumentaré la potencia al máximo. Un álbum de puro encanto y luz en la oscuridad.

Por Claudio Kobelt

El de Adrián Cayetano Paoletti es un caso más que particular. A pesar de poseer más de 20 años de trayectoria musical desde sus inicios con los hoy míticos Copiloto Pilato, y luego con su extensa carrera solista (con la que nos legó algunos discos fundamentales para el nuevo rock argentino como Paciencia En la ruta del árbol en busca de la canción perfecta) aún no logra un reconocimiento del público del género, y mantiene desde hace tiempo cierto status de culto, de figura criptica, y quizás este sea el disco que viene a cambiar todo eso, el que pone a Paoletti en los oídos públicos, y esta vez para no soltarlo más.

Las canciones de Los mandos no responden, aumentaré la potencia al máximo, tal el nombre de este nuevo álbum, hacen gala de una deslumbrante simpleza, como si no necesitaran de ningún tipo de adorno o artificio para ser perfectas desde su concepción, y es en esa “aparente” sencillez que los temas despliegan una gracia encantadora, de alto vuelo y profundamente cierta. Cabe resaltar el trabajo en calidad de sonido e instrumentación elegida para cada tema, logrando momentos profundamente íntimos, o desbordando el aire de sintetizadores y cuerdas. La suma de todos estos elementos ubica esta placa como uno de las mejores en la carrera del cantautor y entre los discos imprescindibles del año.

Paoletti es un hechicero oscuro que con conjuros de poesía y cuerdas logra iluminar la noche más sombría, como por ejemplo en el comienzo con la suave “Espía”, donde luego de un chapuzón inicial, flota manso al ritmo de las olas eléctricas mientras mira de espaldas el negro cielo. “Vértigo Horizontal” es un rock hecho y derecho, que remite por momentos a sus trabajos anteriores y exhibe por primera vez la potencia de su nueva banda, mientras que “Sentado” es una hermosa y épica canción acerca de encontrar nuestro lugar ideal.

“Tanta luz” e “Inmóviles” vuelven a subir el ritmo y la delicada y fina distorsión para dos temas de poética y melodía típicamente Paoletti, pero que con este nuevo sonido logran una elegante textura. Les sigue “Encandilado y aturdido”, una canción pequeña y brillante como una gema única, incandescente, como la llama de una vela rebotando en el brillo de unos ojos en la oscuridad, una balada de honda y conmovedora emoción.

“La Mujer pájaro” y “Hueco contra hueco” son dos de los momentos más destacados del álbum. El primero por un ritmo y letra igualmente hipnóticos, y en el segundo caso por la desafiante voz de Paoletti, que armado solo con sus versos enfrenta una tempestad de sonidos para siempre salir ganando. El final llega con “Mapa invisible”, un cierre perfecto que cambia de ritmo y atmosfera a medio camino de una manera magistral, como si presenciáramos una épica batalla entre el deseo  y la realidad.

Es fundamental el trabajo de los coros a cargo de diversos cantantes invitados, como María Fernanda Aldana (El Otro Yo) y Alejandro Schuster (Viva Elástico) entre otros. Sus apariciones siempre destacan y dotan a la canción de un poder indiscutido, como el inmenso aporte de Schuster en “Sentado”, o la justa delicadeza y dulzura de Aldana para “Espía”. Manteniendo inalterable su corazón de poeta y su habilidad para manipular las estructuras de las canciones como si fueran muñecos de alambre, Adrián Paoletti se reinventa una vez más para entregar un disco distinto al anterior, y seguramente distinto del que vendrá. Un álbum que reconfirma su figura gigante, inmensa, alada, como un juglar que vuela en la noche cantando las estrellas que tanto necesitamos mirar.//z

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