La editorial independiente Metalúcida irrumpió en el mercado literario con la primera novela de Pablo Forcinito. Una narración que se construye en la frontera entre la adolescencia al estilo El juguete rabioso y un policial negro por entregas.

Por Alan Ojeda

Su violencia fluye, como cuando el agua rebalsa, el caudal aumenta y el río se vuelve una fuerza incontenible: Enrique Santos Paraná. En tu mundo raro y por ti aprendí (Metalúcida, 2014), la primera novela de Pablo Forcinito es un descenso vertiginoso por una corriente de agua sinuosa y mortal. Con capítulos breves y concretos como martillazos comienza a forjar la historia de un personaje que da sus primeros pasos en el crimen.

A Enrique Santos Paraná, el personaje principal de esta novela, algo le late, algo quiere salirle del pecho. Esa violencia que comienza a hacerse presente poco a poco termina por fluir, sin nada que la detenga, como la naturaleza del agua, como una avalancha, que arroja todo su ser en cada paso en el que se entrega a la caída. Paraná no vive, como Erdosain, una ascesis de la abyección: él ya parece haber nacido abyecto, es un monstruo. Al margen de la vida y de la ley, fuera de todo posible pacto social, él está ahí imponiendo su fuerza, sirviéndose del mundo como objeto y demostrando que basta que una simple persona le dé la espalda al mundo, para que todos los que lo habitan se transformen en sus víctimas.

En tu mundo raro y por ti aprendí narra también las turbulencias de un amor homosexual entre jóvenes del conurbano. Como dice la canción “Tú me acostumbraste” a la que pertenece el título de este libro: “Sutil llegaste a mí, como la tentación, llenando de inquietud, mi corazón. Yo no concebía, cómo se quería, en tu mundo raro y por ti aprendí”. Inquietud, la de Paraná; inquietud la de su enamorado, que aprende a aceptar esa extraña forma de amar. En tu mundo raro… también es un fresco del conurbano, del barrio, de una forma de comunicarse, de la juventud, donde las cosas parecen comenzar como un juego pero van madurando y se vuelven ásperas, hasta el punto en el que las manchas de sangre en la ropa ya no son por haberse raspado las rodillas jugando en el potrero o peleándose en la escuela.

El libro, con una velocidad furiosa que se prende fuego en las manos, se quema en unas pocas horas y deja la sensación de que esto recién empieza. La novela es la bildungsroman, ya no de un antihéroe, sino el de un criminal que con placer descubre su esencia asesina. “Todavía le faltaba experiencia, aprender a quedar satisfecho. Satisfecho, podría pensar mejor ¿tendría tiempo para aprender?”, dice el narrador adentrándose en la consciencia de Paraná. Lo que no quedan dudas es que, como Kung Fu, la leyenda continúa.//z

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