La Renga dio una seguidilla de recitales en Huracán luego de casi una década sin tocar en Capital Federal y ArteZeta estuvo en su último show. La cobertura de una noche llena de clásicos de la banda más convocante del país. 

Por Matías Roveta

Fotos de Martín Benavidez

Había pasado una hora y media de show y el sexto (y último) recital de La Renga en Huracán venía ya muy bien: sonido prolijo y potente, una puesta en escena impactante que incluyó un telón de fondo con la tapa de Pesados vestigios (2014) junto a cuatro pantallas laterales con estilo de trapo sucio y estirado para apuntalar la estética vintage del último disco y una banda disfrutando cada segundo de un setlist plagado de clásicos. Se los veía dispuestos a sacarse las ganas luego de largos años de ausencias en escenarios porteños por prohibiciones policiales y políticas. Sobre este último punto, Chizzo no apeló a la demagogia y casi dejó que las letras de sus canciones hablaran por sí solas: “Es un tiempo en el que tenemos que estar muy juntos”, apenas había dicho antes como presentación para una descarga explosiva de “A tu lado”, con su gran solo de guitarra a puro dedo, velocidad y técnica bordeando el metal. Y, entonces, llegó el momento: antes de la canción número dieciséis de la lista, Chizzo presentó a un amigo y Rubén Patagonia subió al escenario para “pedir por la aparición con vida de Santiago Maldonado”. Lo que siguió fue una inolvidable versión de “Lo frágil de la locura”, el himno de Despedazados por mil partes (1996) que el cantante escribió luego de un viaje al norte a mediados de los ’90 en el que conoció la dura realidad de los pueblos originarios argentinos. Chizzo apeló a su rugido endemoniado para cantar eso de “la cultura de la traición y los indios en los museos”, frase de la letra que aplica a la actualidad y refuerza la idea de cómo el rock puede, a veces, ser motor para movilizar y concientizar. Todo el estadio entendió el mensaje y cantó por Santiago y, piel de pollo de por medio, el momento definitivo de esta serie de shows de La Renga en Huracán fue todavía más emocionante porque transmitió la coherencia discursiva de una banda que identificó el problema hace más de veinte años. Sería oportuno que todo esto quedara registrado en un disco en vivo para poder volver una y otra vez a recrear esos minutos de magia y sentidos quebrados.

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Antes y después, el show de La Renga sirvió como poderoso muestrario de todas las capacidades de la banda más convocante del país. Entre rock and roll sucio y rutero, hard rock valvular, heavy metal y un par de buenas baladas, Chizzo dejó sobre Huracán bien clara su impronta como letrista para ángeles caídos: la referencia más obvia sería “En el baldío” (que incluyó una intro más extensa de lo habitual con su clásico riff a puro wah-wah), pero en realidad buena parte de la lírica del cantante de riguroso negro y bandana hippie se resume a tocar el corazón (suyo) y de los oyentes: una suerte de mensaje esperanzador constante y un poco de luz para buscar en tiempos de oscuridad. Una búsqueda que apuesta por conseguir la ansiada libertad (el cierre épico habitual con “Hablando de la libertad”), escuchar atentamente lo que hay adentro de cada uno (bien claro en “Motoralmaisangre” y esa línea que dice “revisa todo en tu interior/ para salir en la mañana detrás del sol”) para perseguir los sueños personales y hacerlos realidad. Chizzo se habla a sí mismo (el camino arduo de apostar a una banda y consolidar su camino como músico), pero al mismo tiempo deja como legado herramientas para todos aquellos que buscan animarse a descubir quiénes son y qué tiene para dar en la vida. Entre apostar por seguir lo que dicta el corazón y no escuchar el cálculo frío de la razón (una dicotomía que se presentó en, por ejemplo,  canciones como “El final es en donde partí” o “Cuando vendrán”) y la certeza de que hay un destino para cada uno y solo se trata de tener el coraje de buscarlo: el pulso dramático del torbellino hardrockero que fue “El twist del pibe”, pero –sobre todo- ese himno que es una suerte de power ballad épica como “La razón que te demora”, en donde Chizzo alertó a puro grito sobre los peligros de caer en la rutina, dejar que el sistema te fagocite y morir “con una verdad olvidada en la memoria”. Claro está, de todas maneras, que no es un camino fácil y no podría tildarse todo esto como simple idealismo: “Cuando estés acá” (“vamos a hacer una que no tocamos hace mucho”, dijo Chizzo) está dedicada al hijo del bajista Tete Iglesias, pero sirve también como dura advertencia (el clima oscuro de la canción lo dice todo) y aplica para describir el mundo siniestro que le espera a cada chico/a antes de largarse a la vida, ese que puede “el agua pudrir”.

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A lo largo de casi tres horas de concierto, La Renga no dejó espacios sin recorrer y tocó canciones de casi todas las épocas. El inicio fue con “Corazón fugitivo” y su pulso rítmico para salir a quemar neumáticos en cualquier ruta argentina; la misma lógica tuvo “Nómades” (ambas son de Pesados vestigios) y una letra como guiño a los fans obligados al exilio y a perseguir a su banda por el interior del país en tiempos de ausencia de La Renga en Capital Federal. “Tripa y corazón” (punto alto de la noche y del disco de la estrella blanca que la banda editó en 1999), en cambio, es pesada y su riff desbordó heavy metal, acentuado en el doble bombo de Tanque Iglesias que retumbó en cada corazón presente en Huracán. Las referencias barriales (cuando La Renga arrancó se la catalogó con la etiqueta simplista de “rock barrial”) estuvieron bien presentes: la balada “La nave del olvido” (“De una barrio que está acá cerca”, explicó Chizzo haciendo referencia a la línea que menciona noches de luna llena en Pompeya), el proceso individual de autoconocimiento “por calles silenciosas del suburbio” que desnuda la letra de “Despedazados por mil partes” o enfrentar a la muerte en noches frías de otoño en la esquina de cualquier barrio: es interesante cómo Chizzo se disfraza de Mick Jagger en “Balada del diablo y la muerte” y transmite el mismo mensaje que “Sympathy for the Devil”, es decir que los males –lejos de figuras mitológicas o sobrenaturales- de este mundo son bien terrenales y los encarna el propio hombre. Pero, el tratamiento que La Renga le da a la figura de barrio es el mismo que en el caso de Bruce Springsteen: el inédito (ya a esta altura clásico) “Oportunidad oportuna” estuvo entre lo mejor del show y podría funcionar como una reelectura del himno “Born to Run”, con el que el Jefe apuntaló su carrera en 1975. Sería una especie de Born to Run (and to be wild, si se recuerda la versión que La Renga hacía del clásico rutero de Steppenwolf): el barrio funciona para tener en claro de dónde se viene (ese subir y buscar la cima pero siempre con los pies en la tierra, que transmite “Bien alto”) y a partir de ahí hay que romper los cercos del suburbio, irse bien lejos en busca de un destino mejor y de la tan ansiada libertad. “Voy a salir de esta ciudad, no da para más esta historia/ La vida solo tiene una vida y no voy a esperar a esos que quieren sentir que mañana sabrán donde ir”, canta Chizzo, y se acerca a esa línea en la que Springsteen le dice a Wendy que se suba a su auto para abandonar un pueblo sin futuro.

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Estuvieron también presentes otros aspectos claves dentro del imaginario de La Renga (la prensa como enemiga en “A la carga mi rocanrol” o las enseñanzas de los libros de Castaneda que Chizzo supo traducir en canciones: las mencionadas “Hablando de la libertad” y esa canción/riff que es “Cuando vendrán”, con su sentencia de que “un guerrero toma todo como un desafío”) y muchos otros momentos de quiebre: el paso reggae (aunque la banda no puede con su genio y todo desemboca en un estallido pesado en el estribillo) en “El viento que todo empuja”, la emotiva balada “San Miguel”, el rock sobre mujeres bellas y esquivas que es “Arte infernal”, una potente versión de ese temazo que es “Oscuro diamante”, “Panic Show” con Nacho Smilari de invitado en guitarra solista y un puñado de canciones oldies atravesadas por el rock and roll crudo y lo-fi (“Negra es mi alma” o “Buseca y vino tinto”, por ejemplo) que sirvieron para ver cuánto creció y se complejizó el sonido de La Renga a lo largo de los años. Antes del final, con “Hablando de la libertad”, Chizzo tomó el micrófono, explicó que van a parar por un tiempo para grabar un nuevo disco y agradeció a todos los que hicieron posible esta serie de seis shows en Huracán. Además, le habló a su público y dejó un mensaje para el futuro: “Les agradezco a todos ustedes que demostraron que se puede hacer un concierto de rock sin problemas acá en Capital Federal”. Clarito.//∆z

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