107 Faunos “presentó” su nuevo disco en una fecha inolvidable en el Nuevo Matienzo, junto a Bestia Bebé, Reno, y el pogo más feliz del mundo.
Por Claudio Kobelt
Fotos por Gisela Arevalos
El viento helado camina a nuestro lado como un integrante más de la pandilla. Nos abraza, nos rodea, mordisquea nuestros talones en cada paso veloz que pateamos por la Avenida Córdoba de la autónoma capital. Nos movemos veloces huyendo del frio, haciéndole frente, y sabiendo que el más bello calor nos aguarda en nuestro destino. Al llegar al nuevo Matienzo, aún es temprano, y la expectativa aumenta a medida que el tiempo avanza y los amigos llegan. Los 107 Faunos presentan su nuevo disco, uno de los grupos más movilizadores, celebres por sus catárticos shows en vivo y por generar una legión incondicional de fanáticos, los mismos que desbordan el auditorio.
Sin anuncio previo, sorprendiendo a todos los presentes, el primero en subir al escenario es Reno, el cantautor y líder de Los Castores Cósmicos y hacedor de varias decenas de discos claves en la escena independiente. Ver y escuchar a Reno en vivo es siempre una hermosa sorpresa -más allá del anuncio o no- pues sus registros han abarcado tantas formas, sonidos, géneros y estilos, manteniendo su esencia vital pero nunca repitiéndose, siempre desafiándose a sí mismo y a su público en esa permanente mutación. En esta oportunidad sobre el escenario está solo él con una guitarra, empuñando aguerrido esa voz desgarrada y sincera que tan bien sabe usar. Cuando canta parece partirse en dos, mostrando su alma sensible al mundo. Quizás la imagen más justa para definir el “sonido Reno” es la de una mamushka: un ser formado por múltiples capas y formaciones, imposible de resumir en una línea: el cantautor folk, el lamento grunge, el hacedor pop y el experimentador noise, solo por nombrar algunos de los matices que Reno exhibe al componer y cantar. Repasando algunos pocos temas de su extensa carrera, incluyendo su muy festejada versión cruda de “Nro. 2 en tu lista”, de Los Fabulosos Cadillacs, Reno abandona el escenario y lo deja cargado de energía para lo próximo por venir
Bestia Bebé salta a escena y arranca con “No me importa verte perder”, esa romántica oda a los que luchan, a los que pelean cada batalla y dejan todo más allá del resultado, y que en ese intento, en ese combate siempre desigual, encuentran el verdadero placer y la más sincera de las glorias. Le pegan “Sabés!” , “El Uruguayo” y “El Gran Balboa”, todas épicas enormes con diferentes temáticas y un solo hilo conductor: el amor por lo que se vive. Por los amigos, el futbol y las películas. Todo lo que llena, enriquece y se comparte. La pasión en todas sus formas y como única manera aceptable de vivir y cruzar la vida. Los Bestia son hijos directos del punk rock, y destilan esa energía rabiosa a cada paso, mas no se quedan en eso: agitan ese envase efervescente sumándole lo mejor del indie rock norteamericano de guitarras y con ciertos detalles noise que tan bien le quedan. Presentan dos temas aun no registrados y que seguramente formarán parte de su próxima placa: el ya conocido “Fiesta en el Barrio”, un protohit incendiario dedicado a la tradición cultural barrial del baile y la pelota en la calle, y otra canción más, aún sin nombre, que demuestra un riff contagioso y puntiagudo, de melodía suave y lírica sensible. Porque Bestia Bebé es la furia poguera imparable de “Wagen del Pueblo”, el himno más dulce y desenfrenado que se haya hecho sobre la amistad como “Lo quiero mucho a ese muchacho”, pero también es la delicadeza sonora de “La Mentira del Verano” y la belleza innegable de “Hasta siempre Amigo!”. Un cocktail que da por resultado una de las bandas más interesantes, con mayor crecimiento y proyección del último tiempo.
Para el último tema invitan a cantar al Gato Sisti Ripoll, líder de 107 Faunos. La melodía elegida es “Patrullas del terror”, y si bien la voz del Gato no se escucha lo suficiente por algunos temas técnicos, el público compensa gritando cada verso como el último de sus vidas, como si en la historia de esa piba robándose un camión estuviera todo lo que hay por decir. Bestia Bebé intenta despedirse pero los gritos y aullidos reclaman una más, y la elegida para el bis es la vieja y rabiosa “La Nueva pandemia”, emblemática canción de Tom y la Bestia Bebé que gana contundencia y cuerpo con esta ya sólida y demoledora formación. Ahora sí, se despiden entre aplausos y pedidos de “otra!” , con el público en pleno estado de ebullición y con la energía corriendo fuerte por todo el lugar. Y todavía faltaba el plato fuerte, el show final, los anfitriones de lujo de la velada. El show de 107 Faunos.
Comienzan con la –casi- instrumental “Nenes de mamá”, y de inmediato le pegan “Pequeña Honduras”. Así nomas, de entrada, un golpe directo a la mandíbula. Uno de los hits más clásicos y bailados de los 107 es el encargado de abrir oficialmente una nueva temporada de pogo y un show destinado a vencer. Le sigue “El Pueblo”, esa bellísima y melancólica balada que dice eso de “para la falsa aristocracia que llena los lugares/ nosotros somos lo menos” en un Matienzo colmado de principio a fin, y quizás este sea otro indicio del cambio, del momento vibrante y hermoso por el que transcurre el nuevo rocanrol del país, y con estas bandas entre muchas de las grandes responsables de mantener viva y pura esta nueva etapa.
De pronto, las luces que alumbran al público se apagan, y quedamos muy levemente iluminados por el tibio reflejo de las proyecciones. Y hay algo de mágico y encantadoramente misterioso en ese pogo a oscuras, en esas siluetas difusas bailando en las sombras, iluminando el camino solo con sonrisas y voces plenas y rabiosas de nuevos himnos. La oscuridad va y viene, pero el encanto permanece intacto e intransferible. El hechizo comenzó y ya nada lo detiene.
Los 107 están en el escenario ardiendo a máxima potencia en cada verso, y entre ellos y el público casi puede verse un puente hecho de brazos y amistad, de baile y felicidad, de gratitud y emoción, sin poses caretas ni mentiras. Bailando y dejándolo todo atrás, aunque sea por un rato, y recargando la energía para todo lo que nos espera afuera de este mágico mundo de amigos, estribillos y mosh. Porque eso que los pibes sienten en el pecho, que hace sonreír a las pibas, que todos abrazamos en comunidad y que vivimos agitados en un éxtasis casi animal, va más allá de un gusto musical. Esto es lo más parecido a una pasión, con todo lo dulce y puro que eso conlleva.
Si bien esta es la fiesta presentación del disco nuevo, tal disco no está en la feria, y solo tocan tres temas del nuevo material. ¿Y saben qué? A nadie le importa. A quien le puede importar cuando suenan clásicos de culto como “El Tigre de las Facultades”, “El imán de lo nuevo”, “Noche spooky tropical” y tantísimos otros? Canciones como “Calamar Gigante nro. 8”, “Incertidumbre” y “Movimiento de las Montañas” son de las más lentas pero donde la emoción se vive más fuerte, como si la verdadera quintaescencia fauna estuviera allí encerrada.
Sorprende escuchar cantar a todo el Matienzo “Cosas Caras Rotas”, tema editado en simple hace un par de semanas pero ya coreado como un clásico más de la banda, confirmando así su futuro y destino de nuevo hit. El cierre del show llega con “Pretemporada”, y el piso vibra en un pogo que quizás no sea el más grande del mundo, pero si el más feliz: ver a tanta gente abrazada, sonriendo, personas que no se conocen pero que durante tres minutos comparten su vida saltando la misma baldosa, tan unidos que sus voces y sus almas se vuelven una. La canción termina y los Faunos se despiden, y el público se queda cantando solo durante varios minutos el estribillo de la última canción. El escuchar cientos de voces hacerse una sola para “Uooouo uo uo aaa” se convierte en algo imposible de no emocionarse, y seguramente sea este uno de esos momentos que mencionaremos durante mucho tiempo respecto de este show, y que sabremos atesorar por siempre.