Luego de esa gran miniserie que fue Dead Set, los británicos le dan una vuelta más a los muertos vivos con In the Flesh, otro acierto en el que los zombies vuelven… medicalizados.
Por Martín Escribano
“Sufro del síndrome del fallecimiento parcial (SFP) y lo que hice mientras no recibí tratamiento no fue mi culpa”. Así están los zombies en el Reino Unido cuatro años después de haber abandonado sus tumbas: recibiendo medicación y sometidos a un tratamiento psicológico de manual cuya meta es reinsertarlos en la sociedad. El problema de Kieren Walker (vaya apellido para un zombie) es que la culpa le cruza la cara y los recuerdos se le imponen. Torturado por una suerte de estrés post-traumático-post-mortem, Kieren se acuerda demasiado bien cómo se comió a un par de vecinitos de ese pueblo ficticio llamado Roarton al que pretenden hacerlo volver.
Desde que los cadáveres emigraron de los cementerios en busca de sesos frescos, el mundo de los vivos se revolucionó. El Cuerpo de Voluntarios Humanos, una policía local destinada a patrullar el territorio eliminando a todo zombie que se cruzara en el camino, fue adquiriendo popularidad, al igual que el partido político de derecha Victus, siempre en contra de los no-muertos incluso ahora que han logrado dejar atrás su “fase rabiosa” gracias a la medicina. En la web se multiplican los videos sobre un tal Undead Prophet que entiende que los muertos son los elegidos y no tienen por qué someterse a los designios de los humanos. Por su parte, una sustancia azul que elimina los efectos del tratamiento, la Blue Oblivion, es consumida por agrupaciones radicales que la ingieren en espacios públicos para inmolarse como lo haría una horda de zombies violentos: a los mordiscones.
Los nueve capítulos divididos en dos temporadas (la primera está siendo emitida actualmente por I-Sat) exploran con inteligencia los vericuetos de las relaciones entre muertos y vivientes. Amy, una de las que volvió y uno de los personajes más queribles de la serie, reivindica como la Mystique de “X-Men” que los de su condición deben salir a la calle tal cual son, sin lentes de contacto que disfracen sus ojos vacíos, ni cosméticos artificiales que oculten su palidez.
A diferencia de lo que ocurría en la francesa “Les Revenants”, los zombies de “In the Flesh” han vuelto a un mundo que ya tiene planes para ellos. Las inyecciones de neurotriptilina y las indicaciones de los profesionales intentan silenciar los “males” nacidos de una diferencia que insiste en anunciar su malestar. Las mentiras de la inclusión quedan en evidencia cuando los muertos toman la palabra. Ha de ser por eso que los retornados de Roarton parecen impulsados por lo que decía Juan Gelman: no a irse o a quedarse, sino más bien a resistir.//∆z
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