Fue un día lluvioso y como todo día lluvioso, la ciudad nos tiene acostumbrados a que sea un caos. Sin embargo, dicho contexto no se comparó en nada a lo que se vivió en El Teatro de Flores ese pasado jueves seis de septiembre. Coal Chamber en lo que fue su primera visita a la Argentina dio una muestra acabada de cómo hacer enloquecer a un recinto que, copado en su capacidad, vibró al compás con cada una de las canciones que convirtió a los yankis en leyenda, hoy más viva que nunca, del Nü Metal.
Por Mauro D’Angelo
Un desfiladero eterno de camisetas de la NBA (entre las que predominaba la de Obi Wan Ginóbili), remeras de Deftones y KoRn. Tanto chicas como chicos luciendo largas trenzas en sus cabezas semi rasuradas al mejor estilo “guitarrista Bryan Head Welch”, o bien, extensos dreadlocks que se mueven pendularmente casi rozando el suelo. Un viaje al pasado, más precisamente a la segunda mitad de la década del noventa. Más de una vez busqué a Marty y al Doc en las barras y entre la gente, o mismo al De Lorean por Avenida Avellaneda, después recordé que el viejo estaba vendiendo televisores en una cadena de casas de electrodomésticos.
La ansiedad de la dulce espera fue apaciguada con la presencia de bandas de la escena local como Mala Reina, Punto Ar, Shock y Amplexo. En sus actuaciones, que lamentablemente contaron con poco público por ser temprano en un día laborable, desplegaron un nivel respetable dejando todo como si estuvieran frente a millones. Las interpretaciones que más repercusión tuvieron fueron los covers “Toxicity” de System of a Down y luego el repetido dos veces en la noche “Blind” de KoRn que llevó a la primera sacudida generalizada de cabezas.
El “Hey hey… check check” que un gringo repitió constantemente era la prueba fehaciente del testeo de sonido de los californianos. Mientras tanto el complejo se iba colmando en su planta baja por la gente que aguardaba expectante, muchos de ellos cerveza en mano. Finalmente la espera llegó a su fin y pasados cuarenta minutos de las veintiuna horas empezó a sonar una versión con arreglos de sintetizadores de la canción de “El Exorcista”. Al abrirse el telón allí estaban ellos cuatro y en el campo una constelación de cámaras registró lo que fue una entrada triunfante; pasado el saludo inicial dieron la bienvenida mediante su himno por excelencia “Loco”. Digno a su nombre desquiciaron cada célula de todo ser viviente allí presente. A continuación arrollaron aún más todo con su “Big Truck” que hizo a todos saltar y corear al compas de ese bloque musical oscuro cada vez con más fuerza. Lo siguió “Fiend” que culminó un inicio demoledor, para bajar (aunque en realidad no fue así) con “Rowboat” un tema denso, de cadencia más lenta en comparación a los anteriores. Luego llegó el turno de “Something told me” llevando al gentío a rebotar nuevamente. Así siguieron los temas que obligaron a todos a no perder la intensidad con la que se inició el show, entre ellos “Clock” y “Drove” (de por medio declaración de amor hacia el público argentino por parte de Meegs Rascon). Para cuando llegó el turno de “Not Living” al primer minuto del tema tanto la guitarra como el bajo dejaron de sonar, a lo que Dez Fafara con una sonrisa y a modo de disculpas esbozó un “cosas que pueden pasar en un show en vivo”. Solucionado el problema volvieron aún más enajenados y con más contundencia. Tras “Dark Days” llegaría, “I” celebrado por la monada. De climas y breaks bien propios de este estilo de Metal Alternativo, pasaron a “No Home” que posee ciertos arreglos de sintetizadores un poco saliendo de lo estándar. Luego sería el turno de “Watershed”, hasta que previo brindis propuesto por Dez con el público degustando un buen tinto, se inició “Oddity” generando una gran ronda en el centro del teatro. Finalizado el tema los músicos se retiraron del escenario, y mientras sonaba de fondo “Maricon Puto”, la gente empezó a gritar el famoso “the roof, the roof, the roof is on fire… we don’t need no water let the mother fucker burn… burn mother fucker, burn!!!”, a modo de grito de guerra. Sin perder tiempo los americanos acudieron al llamado, saliendo al stage para dar inicio al principio del fin. Enredado en una bandera argentina, Fafara empezó a susurrar el comienzo de “Sway” dando inicio a un pogo inconmensurable, que más tarde se tradujo en ronda a pedido del frontman. Coronando una noche extrema, tanto la guitarra como el tambor volaron por los aires, aunque los broches de oro -tras el saludo del cuarteto y el respeto retribuido a sus seguidores- fueron el stage-diving del batero Mikey “Bug” Cox, y un abrazo más que simbólico entre Dez y Meegs (que deja a las claras que las diferencias del pasado que llevó a la banda a disolverse en el 2005 ya son recuerdos). El telón se cerró a posteriori. Una gran entrega de música había llegado a su ocaso durando poco más de una hora.
Realmente la estética estuvo más que acorde con lo que plasmaron en su proceder. Además de sonar bien (salvo el pequeño problema mencionado anteriormente) el juego de luces los hizo verse aún más vehementes. Dez parecía un demonio de trenzas. Alumbrada su cara con su micrófono que poseía luces de colores, pegó inmensos gritos desgarradores que transportaron al público a un infierno sonoro, demostrando que a pesar de los años su voz sigue intacta. Por su parte, Meegs no paró de girar sobre su propio eje tirando los lacerantes riffs que ha sabido conseguir, además de ayudar a Dez con los coros desplegando alaridos estridentes. Chela Rhea Harper, la nueva integrante, estuvo a la altura de las circunstancias. Con un vestido corset, botas de alto y medias de redes, castigó las cuerdas verde fluorescente de su bajo, mientras regalaba al público millares de púas, besos aéreos y sonrisas. Bug, desbordó de carisma toda la presentación. Literalmente destruyó su batería en cada tema, escupió hacia todas las direcciones de la rosa de los vientos (sus compañeros habrán ligado más de uno) y lo más gracioso fue lo loco que volvió a su asistente, quien además de hidratar su cabeza sistemáticamente y juntar las baquetas que tiraba al suelo, tuvo que acomodar los fierros de los platos que tiraba a adrede solo para fastidiarlo.
En su debut en Argentina, los Chamber cumplieron con las expectativas que su propio nombre implica. Como mito vivo del Nü Metal, interpretaron los temas de sus tres discos de estudio el primero homónimo, el segundo Chamber Music y finalmente Dark Days, dando como resultado un show macizo que golpeó a todos por igual, pero en el buen sentido. Se podría decir que como resultado no sólo el techo se prendió fuego, la gente y Coal Chamber también.