Rodeados de profecías baratas, Poseidótica y Humo del Cairo dejaron la piel en Niceto para despedir el 2012 a pura bestialidad y viaje psicostoner. Crónica de la última noche de nuestras vidas, que terminó siendo una más para guardar en la caja de recuerdos rockeros.

Por Seba Rodríguez Mora

Fotos de Flor Videgain

Los mayas estaban completamente equivocados. O en realidad no, los interpretadores profesionales de profecías se equivocaron. Quizás simplemente dejaron de contar, capaz no sabían más números que los que usaron para llegar hasta 2012, y eso lo entendieron como un final, como la prueba de que, a fin de cuentas, si somos mortales, el mundo también lo es. Tal vez no importe nada de esto, o tal vez sí, pero en cuanto entramos (tarde, ya arrancado el set de Poseidótica) el apocalipsis empezó a materializarse en los oídos. ¿En qué adjetivos podemos recaer cuando se tiene la oportunidad de ver bandas como éstas? Hagámosla corta: apúrense, corran, saquen la entrada más cercana. Se están perdiendo a gente grosa en estado de gracia.

Abrió la noche Poseidótica, el excelente cuarteto instrumental se llevó de trip a Niceto con un show lleno de invitados con su progresivo demoledor y sutil. Bases metaleras y matemáticas, intermezzos cuasi tecnos, riffs que funcionan como leitmotivs de una brujería espesa en la que el público viene a ser al mismo tiempo el hambre y el contenido del caldero humeante. Y tienen la envidiable capacidad de, en este mundo lleno de canciones para cantar, borrar la sensación de vacío vocal. Nadie tiene nada que cantar en Poseidótica, porque tanto en sus discos como en vivo –especialmente en vivo, me animaría a aclarar- las dos guitarras y el bajo van repartiéndose el protagonismo en partes iguales, mientras la batería del ex Natas Walter Broide brinda un sustento rítmico para mantenernos atados al suelo y no salir volando.

Dijimos invitados, y así fueron apareciendo en el escenario: desde Violentango, hicieron el tema “Superastor” (del disco debut Intramundo, de 2005) el bandoneón de Adrián Ruggiero y la guitarra criolla de Juan Manuel López, luego Juan Manuel Ramírez de Guauchos en bombo leguero y Cheikh Gueye de La Bomba de Tiempo en djembé agitaron para “Xantanax”. Además, sobre el cierre del set, el también Guauchos Matías Romero entró a pura sonrisa y violín para decorar “Hidrofobia” y “Las Magnitudes” con líneas de genialidad, mientras una odalisca con la piel plateado-verdosa aflojaba algunas mandíbulas. Todo eso fue sólo el comienzo del fin del fin del mundo, algo así como saber que el meteorito ya cayó del otro lado del planeta y la llegada del tsunami es cuestión de horas.

Y llegó, ahora en forma de Humo del Cairo, la banda de Juan Manuel Díaz –el guitarrista más lookeado Guitar Hero style de la escena, tal vez- y su setlist monstruoso. Fue una estampida de mamuts en cámara lenta recorriendo todos los rincones de lo poco que quedaba del 21/12/2012, como queriendo ahuyentar (o invocar) a los Jinetes que finalmente no llegarían. Trece canciones que dejaron más que satisfechos a quienes venían por este plato principal, porque probablemente Poseidótica con toda su versatilidad sólo era una entradita para abrir el estómago.

Gustavo Bianchi está enamorado de la distorsión de su bajo. Hay quienes prefieren hacer bungee-jumping, hay quien disfruta la montaña rusa de Parque de la Costa, y hay quien prefiere ponerse justo de frente al escenario de Niceto, al lado de la valla, donde los bajos aflojan los huesos y acalambran articulaciones. Federico Castrogiovanni aporta lo suyo machacando con paciencia el pedal del bombo, que hace volar cabelleras. En sí, la bola de sonido avasallante de Humo sólo está completa cuando Díaz riffea al palo y su voz se pierde en ella, situación que al parecer mucho no le preocupa. Suena épico, ultraviolento, ligeramente desprolijo. Más aún cuando Ariel Minimal sube a sacarse las ganas de stoner tocando “Espada de Sal” y, de su repertorio, una de las típicas letras apocalípticas que lo caracterizan: “De cómo el Hombre Perdió”, ese riff bestial que inaugura el último disco de estudio de Pez, Volviendo a las Cavernas.

Para el cierre, “Tierra del Rey”, “Cauce” y “Fuego de San Antonio” terminaron de demoler la poca resistencia que seguía ofreciendo el famoso Último Día, en el cual salvo por algunos sospechosos flashbacks de 2001 en las noticias, no fue más que otro soleado y bello viernes de diciembre. Por ahí a partir de ahora haya que prestarle más atención a Michael Stipe de R. E. M., que siempre aclaró que it’s the end of the world as we know it. Ningún terremoto-maremoto-erupción, sólo lo mismo de siempre pero visto de otra manera.