Luego de haber filmado en Londres y en Barcelona, y fiel a la premisa de presentar una película por año, el director estadounidense elabora un excelente homenaje fílmico sobre la ciudad de las luces. “Medianoche en París”, su último trabajo, recrea fiestas, bares y artistas de los dorados años ´20. Magia y encanto en un film que enamora al espectador desde la primera escena.

Por Nayla  Madia

Con la imagen de un hombre caminando al borde del Sena por la bella capital francesa, y bajo un cielo combinado con “La Noche Estrellada”, la bella pintura de Van Gogh, se promociona en carteleras de todo el mundo el film número cuarenta y uno del genial cineasta. Una cinta que se presentó en el 64to Festival de Cine de Cannes y que se llevó todos los aplausos del público y la crítica

Gracias a la asociación de Allen con el director de fotografía Darius Khondj, la película inicia mostrando unos bellísimos planos de la capital francesa donde se observa Le Champs-Élysées, la plaza Saint-Germain-des-Prés, los ateliers e históricos monumentos como la Torre Eiffel durante el día y la noche, acompañadas por los  hermosos ritmos de jazz  de  la canción Si tu vois ma mère”, interpretada por Sidney Bechet.

Teniendo en cuenta que la Nouvelle Vague fue clave en la formación cinematográfica de Allen, “Medianoche en Paris” brinda un regalo para los amantes del buen cine que demuestra el cariño del director estadounidense por la ciudad parisina. Esta película representa la segunda vez que Allen ha filmado en Paris, después de “Todos Dicen que Te Amo”

En este caso, el personaje principal esta interpretado por Owen Wilson, quien se pone en la piel de Gil Pender, un bohemio guionista californiano y amante de las antigüedades, que viaja a Paris junto a su refinada esposa Inez -interpretada por Rachel McAdams- y sus suegros, intentando escribir su primera novela. Siendo una suerte de  alter ego de Allen, Wilson se destaca en su papel combinando maravillosamente la inseguridad de los personajes masculinos que caracterizan las películas del director estadounidense, con un lado más romántico y sensible. Y se gana rápidamente la aceptación del público con sus chistes, sus movimientos y su forma de hablar.

Una noche, al darse cuenta que no es bien recibido por los padres de su esposa y los amigos de ella, Gil decide caminar solo por la urbe parisina. Perdido, se sienta sobre las escaleras de una iglesia, cuando rápidamente suenan las doce campanadas y comienza la magia: un antiguo automóvil estaciona frente a él, sus pintorescos pasajeros lo invitan a subir, y a partir de allí ya nada será igual. Como si se tratase de un cuento de hadas, el paseo en ese vehículo se convierte en un recorrido por los años 20′ que invita al público a abrirse entre dos mundos.

En ese sentido, el personaje elaborado por Owen Wilson parece recrear mediante la visión  cinematográfica de Allen, la poesía y las descripciones efectuadas por Charles Baudelaire en Las flores del mal, al abordar la concepción del escritor moderno como un ser que no encaja en la sociedad burguesa, a cuyos valores se opone y que se sumerge en la noche parisina y sus misterios.

De esta manera, en la medianoche de Allen, el protagonista establece un paralelo entre  realidad y fantasía (similar al que se puede observar en “La Rosa Púrpura del Cairo” ), transitado por reuniones y lugares en las que conversa con destacadas personalidades como Cole Porter (uno de los músicos que más fascina al cineasta), Pablo Picasso, Scott Fitgerald, Gertrude Stein, Man Ray, Luis Buñuel y el catalán Salvador Dalí (en una genial representación de Adrien Brody).

En ese viaje temporal por los años 20, Gil conoce a Adriana (Marion Cotillard), una groupie del arte, amante y musa de varios artistas famosos. La fábula surrealista se potencia con el amor que siente el protagonista por “una mujer de otra época”. Fascinado, este repite cada noche el mismo trayecto hasta darse cuenta que quienes vivían en la década que él tanto añora, desearían vivir en la Belle Epoque, y quienes vivieron en la Belle Epoque, soñaban con el Renacimiento. Esta es precisamente la apuesta fuerte de Allen: mediante una visión optimista sobre el presente, reflexiona y pone en duda la visión melancólica según la cual todo tiempo pasado fue mejor, retratando con humor la ilusión que la gente tiene acerca de vivir en un lugar o en una época completamente diferente a la que están viviendo.

En la cinta, se observa que Gil atraviesa una nueva vida, una situación totalmente distinta que le sirve para alejarse de la monotonía y la rutina. “En esta película no me interesaba para nada la realidad. Me alejé por completo de ella porque quería dejarme llevar por la fantasía y la imaginación. Y en ese sentido, París era el escenario ideal para dejar volar mi subjetividad”, señaló el cineasta en Cannes.

Dicho y hecho. En este film, el director de “Match Point” apela al estilo narrativo clásico y se desplaza con su cámara por el bello escenario parisino para sumergir al espectador en un viaje por el tiempo. Durante 90 minutos, se convierte en el creador de una historia original, profunda y entretenida. Medianoche en Paris” es un pasaporte  a  la ciudad del amor en la que, como nos muestra Woody, todo puede suceder.