A menos de un mes de su visita a la Argentina, The Afghan Whigs edita Do To The Beast, su nuevo álbum tras 16 años de inactividad.

Por Claudio Kobelt

Siempre fueron una especie de chicos raros. Primero creciendo en Ohio y dándose a conocer dentro del movimiento grunge de Seattle, del que se despegaron rápidamente y demostraron que iban por otro lado. Luego firmaron con Sub Pop, el emblemático sello discográfico, todo esto sin ser de tal corriente y ni siquiera de la ciudad mencionada. Llegaron a tener un pequeño éxito de culto pero sin imponerse a la masividad comercial por demasiado tiempo, y tras algunos discos realmente memorables, con joyas imborrables como Gentlemen (1993) o Black Love (1996) y diversos conflictos internos, se disolvieron a principios del 2000 con su placa 1965 (1998) como último registro de estudio. Último hasta ahora. Sí, el 2014 suma a su ola de regresos a los Afghan Whigs, y el resultado es Do To The Beast.

Como sonido y obra, Do To The Beast continúa en la línea ya conocida de la banda, con ese clásico estilo de mixtura entre el rock crudo y el pop post-grunge, con el soul y el funk como ese toque picante que siempre los supo distinguir del resto. Este nuevo álbum mantiene dicho estilo pero con un sonido realmente brillante, quizás el verdadero protagonista del disco.

El disco abre con “Parked outside”, un rabioso pero estrictamente correcto blues eléctrico. Le sigue “Matamoros”, donde el grupo ratifica su clásico nivel de detalle y complejidad sonora, con unos punteos sublimes, un ritmo constante e inalterable, y la certificación de tener a Greg Dulli, su mítico líder, con la voz en su mejor momento.

“Algiers” es una perfecta canción de pop mid-tempo, con infinidad de sonidos en procesión y con claros elementos que remiten al clásico soul de Motown. “Lost in the Woods” es quizás una de las más logradas del álbum: una balada de comienzo lúgubre, puro piano y oscuridad, para ir subiendo hasta estallar. Y hablando de estallar, “The Lottery” destila una furia animal, ideal para los fans de la primera época.

Luego, “Can Rova”, otra dulce balada que baja las revoluciones, a la que le pegan “Royal Cream”, y repiten esa vieja fórmula de canción lenta que estalla, baja y vuelve a subir. Le sigue “I Am Fire”, otra mid-tempo. El final llega con el épico y grandilocuente “These Sticks”, ideal para que suene mientras un héroe salva al mundo del apocalipsis final.

Do To The Beast es realmente un buen disco, pero no aporta nada demasiado nuevo al sonido característico de A.W. de mediados de los noventa. Sonoramente es un registro impecable, siendo dicho aspecto el que más cabe resaltar. Un álbum perfecto para escuchar con auriculares y prestarle toda la atención pero que en cuanto a canciones se refiere, queda en un nivel de demasiada corrección, de formula probada y repetida, cuando es bien sabida todo la magia que los Afghan Whigs tienen para dar. Es exactamente el mismo disco que hubieran hecho a fines de los noventa, si nunca se hubieran separado, con todo lo bueno y lo malo que eso conlleva.

The Afghan Whigs llega a la Argentina dentro de poco y será una oportunidad imperdible de verlos repasar sus clásicos pero también para prestar atención cuando toquen los temas de Do To The Beast, ya que quizás ahí, en el componente show, se agregue “eso” que sentimos que ahora falta.

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