Baker, autor desconocido en nuestro país, registra la vida del halcón peregrino en el libro publicado por Editorial Sigilo, con traducción de Marcelo Cohen.

Por Juan Alberto Crasci

John Alec Baker (1926-1987), dedicó 10 años de su vida a la observación del halcón peregrino. En su libro –publicado originalmente en 1967 y ganador en ese mismo año del premio Duff Cooper– condensa el trabajo de campo que realizó entre 1955 y 1965 en la zona rural de Essex, Inglaterra y registra, a modo de diario, sus observaciones del período de migración de la especie, comprendido entre los meses de octubre y abril de uno de esos años.

P1010341-crop-Portrait-indoors

Baker recorrió la zona rural durante largas jornadas, en bicicleta o caminando, desde el amanecer hasta la caída del sol, con un telescopio o binoculares, para observar y documentar la vida del halcón hasta prácticamente mimetizarse con él. Así anota: “(…) me sumergí en la piel, la sangre y los huesos del halcón. (…) Como el halcón, oí y odié el sonido del hombre, ese horror sin rostro de los lugares rocosos.” La escritura de Baker es descriptiva y poética. Las entradas del diario, manchadas de lirismo, rescatan no solamente la vida del halcón, sino que también registran los vuelos de avefrias, estorninos, grajas, gaviotas, perdices, cernícalos, cuervos, palomas, mirlos, chorlitos, zorzales, faisanes, alondras, gorriones, archibebes y decenas de pájaros más. El libro, con traducción de Marcelo Cohen, cuenta con un pormenorizado glosario de aves que facilita la identificación del centenar de especies mencionadas, con su nombre científico y la forma en que Baker los designa en el original.

Si bien podría relacionarse el trabajo de Baker con el de William Hudson o Maurice Maeterlinck, su propósito es diferente. No estamos ante el trabajo de un naturalista ni de un científico, sino ante la obra de un escritor –de solo dos libros: El peregrino y The Hill of Summer– poseído ante la belleza y magnificencia del halcón, y centrado en su experiencia de observación. Tampoco estamos ante la pasión desbordada de Herman Melville por la documentación y la ficción, presentes en su Moby Dick. Baker testimonia lo que ve, puro instinto, intuición literaria y fascinación por el halcón. Las páginas recogen los hábitos territoriales, de limpieza, de migración de la especie, pero se detiene especialmente en sus rituales de caza: el vuelo, la paciencia, la observación… y la sangre. Al momento de buscar y encontrar algunas víctimas del halcón, anota: “No hay nada más hermoso, más abrumadoramente rojo que la sangre que fluye en la nieve”. Pero el peregrino no mata por diversión, sino para comer, y en eso se diferencia del ser humano: “Ni el dolor ni la muerte son más terribles para una criatura salvaje que el miedo al hombre: (…) Los asesinos somos nosotros. Hedemos a muerte. La llevamos encima. Se nos pega como escarcha.”

La obra encontró comentaristas destacados, como Werner Herzog, que dijo: “es un libro sobre los halcones peregrinos pero todo el mundo debería leerlo.” Quizás para muchos la distancia con el tema y la non fiction imponga una lectura demorada, por partes. Leer algunas entradas, alejarse, leer otras; ir y volver. Migrar, como el propio halcón peregrino.

peregrino