Peter Hook y su banda The Light repasó en el Teatro Vorterix los himnos inmortales de New Order y Joy Division. Una apología al baile frenético, introspectivo y a la libertad del ser.

Por Joel Vargas

Fotos de Candela Gallo

Se abre el telón del Teatro Vorterix y sale Peter Hook, el monje negro de los graves. Su banda detrás: The Light. De su boca sale la poesía maldita de Ian Curtis, un outsider que destelló entre la niebla y se alimentó de la mugre, de la porquería de la modernidad. “Atrocity Exhibition” es la elegida para abrir el setlist que va a repasar varias canciones de Joy Division, la banda de culto más importante de la historia. Los que llegaron temprano al reducto de Colegiales se toparon con esta sorpresa: “Heart and Soul”, “Dead Souls“, Disorder”, clásicos que atacan con piedras. Fotografías de una ciudad fabril, oscura y en coma donde reinaba un egoísmo económico y un objetivismo despiadado.

Los primeros chispazos de caos que nos regala Hook y su bajo aparecen en “Digital”. La multitud enardecida poguea. Zombies malditos, pequeños desquiciados bailan en trance. Está bien, es solamente una cuarta parte de Division, su bajista. No está Curtis ni sus ojos mirando al infinito. Pero no importa, escuchar en vivo las sinfonías envolventes que describen el cáncer de concreto en la que se había convertido Manchester circa1979 es orgásmico. El set termina con “Shadowplay”,  deja una herida irreparable, un hachazo, las ansias de mucho más.

La gira que lo trajo a Hook a nuestro país repasó los dos primeros discos de New Order, Movement (1981) y Power, Corruption & Lies (1983), banda insignia de los ochenta. El crítico musical Simon Reynolds desmenuza en Retromanía (2012)este nuevo vicio de la cultura pop: el culto al pasado. Lo que son las casualidades (o ¿causalidades?):Reynolds también nos visitó hace poco y presentó su libro emblemático: Post Punk – Rip it up and start again. En menos de una semana estuvieron en nuestro suelo uno de los padres del post-punk y el mayor especialista de esa movida. Un lujo.

Se abre el telón de nuevo, sale Hook & The Light. Los primeros acordes de “Ceremony”, canción que sirve de puente entre la obra de Division y New Order, agazapan al público. Peter está secundado por su hijo Jack, que toca el bajo cuando él está dedicado a cantar, le cuida las espaldas.

Empieza Movement, The Light lo va a interpretar entero, de principio a fin.Es el  disco más post-punk de New Order, todavía tiene rastros, gérmenes de su encarnación anterior. Ahí está la patria del aguante, la que salta, vitorea y hace que Hook les regale una sonrisa cuando corean la línea de bajo de “Dreams Never End”. El show es un subibaja emocional, los synths y la melódica empujan a un abismo en “Truth”. Las sinfonías cantadas por Hook – “Senses”, “The Him”, por citar algunas, –  son mucho más sombrías. Es un predicador, levanta las manos, señala al cielo. Su voz hiere. El álbum termina con “Denial”, el hachazo es aún más grande y se vuelven a ir.

La segunda parte del set de New Order arranca con “Cries and Whispers” y “Everything’s Gone Green”una tras otra. Con “Age of Consent” queda inaugurado el repaso puntilloso de Power, Corruption & Lies. El leitmotiv de la segunda parte del show es la conjunción de los sintes y las bases bien marcadas. El resultado: un baile extremo, ¡assassino! diría Gino Renni. La Hacienda, mítica disco de Madchester, empieza a decir presente con “5 8 6”, “Your Silent Face”, “Ultraviolence” y “Ectasy”. Los pequeños desquiciados, los malditos zombies danzan desesperados. El batero es un androide, si le cortás la cara tiene circuitos, acota alguien del público al quedarse maravillado con el trabajo de Paul Kehoe en los parches cuando suena “The Village”. Con “Leave me Alone” finaliza Power… pero no nos dejan solos, empieza a sonar “The Beach”, y los desquiciados, los zombies, bailan con melodías que los llevan hasta al fondo del cielo.

Hook & The Light sale por última vez, es hora de los bises. Las canciones más esperadas. Primero suena “Temptation”: Vorterix ya es una sucursal de La Hacienda. Un baile frenético comienza y termina de estallar cuando The Light se va, queda solo Hook con sus cuatro cuerdas, extensiones de su sistema nervioso y de su espíritu. “Blue Monday” está entre nosotros con su melodía dionisíaca, inmortal. El ritmo es una plaga. Peter deslumbra con todo su arsenal, construye un inflador gigante con las notas que dispara. Hook estalla. El público está a sus pies. “Love Will Tear Us Apart” es el himno que falta. Peter cumple, dignifica y nos regala ese réquiem sagrado. Miles de voces se unen junto con la de él, explotan en el estribillo, se vuelven frágilinvencibles. Si pudieran se arrancarían las carnes, las tripas como una ofrenda al tributo. Hook se saca su casaca de los Byrds, la tira al medio del pogo salvaje, los desquiciados, los zombies y los mortales se pelean por un retazo de tela. Aunque no parezca, está vez el amor no nos destrozó: nos unió, nos hizo libres.

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