Más que director de cine porno, Víctor Maytland es un tipo de cine. Pasamos un día con el precursor de la industria XXX en nuestro país y nos contó sobre sus inicios, su vida y sus proyectos.

Por Julieta Redondo

Lo escuché hablar por primera vez en 2010, en una conferencia de prensa para alumnos de periodismo acompañado por Ana Touché, una de sus “chicas”, como él las llama. La impresión que me dejó fue la de un hombre resuelto, con las cosas claras. Su relato fue diáfano, no dejó lugar a malinterpretaciones y la actriz lo acompañó en el estilo libre de tapujos. Induje que acostumbran responder preguntas cargadas de ignorancia y prejuicios, sumado a que vivir del porno debe abrir bastante la cabeza. Gajes del oficio.

Llego a la puerta de su edificio en Palermo, antiguo y de un marcadísimo estilo francés. Saluda con su voz de Barry White y me invita a pasar. Subimos a un ascensor de esos de otros años, de reja negra retorcida en arabescos, pequeñas obras de arte en forma de prisma. En el corto viaje dice que prefiere salir, porque se quedó sin café ni cigarrillos y esto lo pone de mal humor. En ningún momento perdió la sonrisa amable.

Su departamento, silencioso y de luz tenue, es donde vivió durante gran parte de su vida. Se ve que es el de una familia tipo: hay fotos felices sobre las cómodas y en las paredes del living; en el comedor hay una mesa amplia y una de las habitaciones funciona como estudio para Maytland, que nació bajo el nombre de Roberto Sena en 1947. Su seudónimo, que tomó para proteger su identidad y a su círculo íntimo en años de mayor rigor, viene del nombre del malvado de la película “Un Detective Suelto en Hollywood” (1984), así como de un personaje de The Second Deadly Sin, una de las novelas más prolíficas del autor estadounidense Lawrence Sanders.

En el espacio que destina a su trabajo hay una computadora que parece nueva. Sobre la pared opuesta al escritorio, un mueble con estantes alberga una buena cantidad de DVDs. Muchos son de sus propias películas y unos cuantos aún están envueltos en su plástico protector. Me regala una copia de “Fuck Seasons, Las Cuatro Estaciones” (2009), que incluye entre las escenas de sexo logradas imágenes de la última nevada en Buenos Aires y que musicalizó con la obra homónima de Vivaldi. Sexo cultural.

Momentos después caminamos por la vereda hacia un bar vecino que frecuenta y donde también suele sentarse a trabajar. Por la manera en que lo describe, es uno de sus rincones predilectos en el mundo. A medio camino, entra en un kiosco donde, sin necesidad de decir una palabra, entrega un billete y le ponen en la mano un atado de 20 de Marlboro Lights.

Una vez en el café, quizás por ser habitué y amigo del dueño, se acercaron unas cuantas personas a saludarlo con notorias demostraciones de afecto (“¡Perdón, maestro…!”). Es que lo conocen, de tanto visitar el lugar. Y es evidente que le tomaron cariño. Le costó ganarse el respeto de algún par por una cuestión de prejuicios. Pero supo, según cuenta, jugar el papel de señor intelectual, que interpreta hábilmente. No me extraña que esta pose le surja con naturalidad; tras conversar durante unas horas con él, cae de maduro que es un hombre culto y bien educado.

Gesticulando con la mano que no sostiene el cigarrillo me cuenta que en 1970 todavía era Roberto para todos: tenía 23 años, recién se había casado y empezaba la carrera de cine en la Universidad del Museo Social. Todavía no tenía idea de que dieciocho años después terminaría por incursionar en la pornografía. Antes, había cursado dos años de Medicina (“Que no era para mí”, confiesa) y otros dos de Psicología, que le dejaron un conocimiento que más tarde le serviría para escribir guiones desde otra perspectiva. Tuvo dos hijas con su primera esposa y un varón con la segunda, que fue la mujer de su vida. Lo dice con melancolía.

Sus primeros trabajos estuvieron relacionados con las ventas en diferentes empresas. Le iba bien. “Gracias a la parla” ascendía pronto. Hasta que un día su carrera lo llevó a la televisión y a fines de los setenta se incorporó a los equipos de producción de programas como Feliz Domingo y Calabromas, con Silvio Soldán y Juan Carlos Calabró respectivamente. Su desempeño en el segundo le mereció un Martín Fierro por Mejor Producción, que le dio la pauta de que iba por el buen camino.

Aquellos años, más allá del reconocimiento recibido, no fueron fáciles para Víctor. Siendo hijo de un peronista y habiendo militado en su juventud, la TV lo expuso a situaciones delicadas de manejar. “Una vez vi cómo se llevaban a un chico que tenía una boina roja de Feliz Domingo, sólo por eso”, cuenta angustiado. En muchas ocasiones le encargaron notas “anti-subversión”; se las ingeniaba para buscarles la vuelta y que resultaran inocentes, hasta ridículas. Le llamaban la atención, pero era lo suficientemente discreto como para no poner su integridad física en peligro.

Café cortado de por medio me cuenta que el proyecto de lanzarse a hacer porno surgió tras presenciar una grabación de este tipo en un viaje a los Estados Unidos, pero que su verdadera inspiración fue Jorge Guinzburg en su papel de Super Pijitus, personaje que interpretaba en el programa Peor es Nada. En este sketch, el conductor parodiaba al clásico personaje de Manuel García Ferré con diálogos y vestuarios rebosantes de elementos sexuales, como la alevosa nariz fálica del Doctor Neurus.

– Era un género nuevo; ¡casi pornográfico! Yo no lo podía creer… Quise hacer lo mismo, pero sin caer en la copia: así nacieron Las Tortugas Pinjas.

Ésta, su primera película XXX –ya había hecho cine de la mano de Pino Solanas y el grupo Cine Liberación–, es su mayor orgullo y la temática le vino a la cabeza por casualidad. En 1988 caminaba por la Avenida Corrientes y vio el afiche del largometraje Las Tortugas Ninjas, el clásico de dibujos animados. Acompañado de un amigo, se metió en una sala de cine repleta de infantes e hizo anotaciones durante lo que duró el filme. Tenía el gran problema de las identidades resuelto, gracias al recurso de los antifaces. Hace 24 años, ser actor porno no se blanqueaba de la manera en que quizás se hace hoy. La cuestión era entonces conseguir cuatro tipos que pudieran tener sexo frente a una cámara, a un par de chicas y que cada uno se escudara detrás de un nombre artístico.

Escribir un guión con presencia le resultó inevitable. No quería caer en la película prefabricada en que los protagonistas intercambian veinte palabras cliché y pasan a un polvo de dos horas. Quiso hacer otro porno, más cercano al que admira, como el del italiano Rocco Siffredi, con historias más ricas y pensadas. En Las Tortugas Pinjas (1989), un grupo terrorista distribuye unas pastillas que causan la muerte por eyaculación excesiva (mueren “deslechados”, explica Víctor). El gobierno norteamericano decide enviar a los superhéroes a nuestro país –Ezeiza de por medio– para que resuelvan la situación. Así, los enmascarados “luchan” contra las criminales y concluyen la aventura en una considerable orgía.

A su primera producción condicionada le siguieron Los Pinjapiedras y Los Porno Sin Son (1990), idénticas en el subgénero porn parody que le dio difusión a nivel mundial. Desde hace más de una década, sus películas se exportan a países como Brasil, Uruguay, Chile, México, Estados Unidos y España. Sobre la razón por la que la mayor parte de sus producciones más importantes pertenecen al género bizarro, él dice:

-Mis películas son para cagarse de risa. Otro tipo de video, más directo o con menos guión, resultaría incómodo para ver entre amigos, por ejemplo. Y la gente, años después, recuerda las historias.

El tiempo le dio la razón: en las góndolas de comercios como Musimundo, sus películas se agotaban a manos de un público que Maytland adivinó desatendido. No le llamó del todo la atención saber del éxito que estaba teniendo. Hoy, ya perdió la cuenta del número de filmes que escribió, dirigió y produjo, pero sabe que guionadas con minuciosidad y una producción con todas las letras, son unas cincuenta.

Reconoce que trabaja con elementos constantes que definen su sello personal. El recurso del contexto, del que se sirvió para producciones como Secuestro Exxxpress (2003) y Tango Sex I y II (2007) ubican al espectador en la situación político-económica y social de cada época. En el primer caso, su intención fue mostrar un modus operandi que se repetía con frecuencia hace casi una década; en el segundo, representar la historia del peronismo.

Además de buscar entretener, dentro de lo que el porno se lo permite –es consciente de que no puede excederse en la proporción guión-sexo–, el director apunta a dejar un mensaje subliminal cada vez que puede, a la inversa del rubro de la publicidad, que en ocasiones se sirve de esto para acrecentar las ventas. “¿Para qué, si cuando terminan las escenas de sexo, el tipo apaga la película?”, le cuestionan. Pero él que lo hace para quien esté dispuesto a quedarse hasta el final, porque existen esas minorías. Ésto dio sus frutos, porque años después se sigue topando con personas que le hablan de estos guiños. Y tras contarme esto sonríe, contento.

“Mientras no joda a nadie…” es su premisa. El trabajo de Víctor está, ante todo, basado en la ética profesional. Si el actor no pasa por una instancia de contratación, no es admisible. Para el director es clave que quienes trabajen con él estén en plenas facultades de decidir sobre sí mismos. Ahora bien, si una mujer está dispuesta a tener sexo con cuatro hombres al mismo tiempo y firma un papel… Luz, cámara, acción.

Charly Loren, actor porno, trabaja con Maytland desde hace unos diez años y desde hace otros tantos lo asiste en la producción. Se conocen a tal punto, que con sólo mirarlo, ya sabe qué está pensando. “Nos divertimos laburando juntos. Tenemos una de anécdotas…”, suelta, y se miran como repasándolas telepáticamente. No sólo son colegas, son amigos. Hablan en términos que horrorizarían a cualquier señora, pese a que noto un intento por moderarse en mi presencia –se detienen justo antes de las palabras fuertes, buscando sinónimos más soft–, pero a mí no me importa. Son tan naturales al expresarse que uno se mimetiza. Cada tanto, algún peatón pasa por al lado de nuestra mesa y pone cara de desconcierto.

Este año, Maytland se dedica a escribir guiones para la productora Cine X Latino y a coordinar el reality 30 Días de Sodoma, un evento abierto al público que otorgará a los finalistas roles en sus futuras películas. Recientemente participó como actor y guionista en la tira Condicionados de Canal 13, que deja espiar la trastienda de una industria porno nacional en decadencia. El actor Oscar Martínez, que protagoniza al director Dicky Cocker –doble juego de palabras–, toma el estilo de su par en el mundo real: la expresión concentrada, una postura que dice lo contrario y el perenne cigarrillo. “Me emociona que me hayan escuchado a la hora de escribir la historia; lo tomo como un homenaje”, confiesa, con la paz de la persona que se siente satisfecha profesionalmente. En cuanto al Cameo, da la sensación de que lo hizo a modo de divertimento.

Todos los martes, desde las 22 hasta la medianoche, hace por puro gusto el programa “El Onírico”de FM Atómika (106.1), una radio del partido de San Martín. Junto con sus colegas, jóvenes profesionales y amantes del medio, tienen la costumbre de cenar en una parrilla de barrio a la vuelta del estudio y palpitar el programa de las siguientes dos horas. Se percibe amor al arte en esa previa. La columna de Víctor se llama “Poluciones Nocturnas”; en ella plantea diferentes enfoques de la sexualidad desde la calidez de su tono cómplice. En la emisión que presencié habló sobre famosos que hicieron pornos y sorprendió con nombres como Sylvester Stallone y Barbra Streisand, pero el momento en que se abandona por completo a la improvisación y a la risa es con las aventuras de Trans Maravilla: una heroína atípica representada por Marilyn, una travesti confianzuda en la voz de uno de los chicos del equipo. El segmento, en formato de radioteatro, le permite jugar al delirio en situaciones del pasado y el futuro. Esta vez, un Mundial de fútbol 2014 con Messi secuestrado por los “cariocas dotados”, que debieron ser combatidos al mejor estilo del director.

Como si sintiera que me dio el mensaje equivocado durante las varias horas en que lo acompañé, al momento de despedirnos, asegura: “Igual, el mejor sexo se tiene con la persona que uno ama”. Más que director de cine condicionado y un tipo de cine, Maytland es un padre de familia.//∆z