La Síntesis O’Konor trae la esperada evolución del sonido que catapultó a El Mató hacia la cima del rock emergente post Cromañón. Lectura precisa para uno de los discos nacionales del año.

Por Matías Roveta

“Esta vez voy a hacer lo inesperado”, canta Santiago Barrionuevo –voz y bajo de El Mató a un Policía Motorizado- sobre la placidez nocturna de “La Noche Eterna”, con unas guitarras delicadas que resplandecen como sostén emocional dentro de un marcado clima de derrota. Es una historia de desamor y un pedido de contención hacia una pareja esquiva, pero esa línea de la letra bien podría servir para definir la jugada búsqueda artística de La Síntesis O’Konor, el nuevo disco de la banda platense que abrió el camino para el crecimiento del rock emergente argentino post Cromañón. A lo largo de estas nuevas diez canciones poco (o nada) hay del típico nerviosismo indie de guitarras distorsionadas, cruzadas a cada lado del canal con líneas de bajo minimalistas en el centro, esa base sonora en la que se apoya la trilogía de Ep’s conceptuales (Navidad de Reserva, Un Millón de Euros y Día de los Muertos) que consolidó a El Mató como la mejor banda de su generación. Hubiera sido cómodo (y redituable) para ellos quedarse con eso, pero en su lugar El Mató decidió –en el pico de convocatoria que cristalizaron la serie de shows en Niceto durante 2016- moverse de las zonas de confort y apostar por un cambio. Es un giro conceptual alla David Bowie en el corazón del indie argentino que puede ser celebrado en un doble sentido: como gesto heroico en sí y porque, además, el resultado de esa búsqueda materializa uno de los mejores discos de la banda.

 Ese intento de perseguir un nuevo rumbo artístico no es, en realidad, algo completamente nuevo. El proceso empezó, si se quiere, por lo menos cinco años atrás con La Dinastía Scorpio (2012): en franca búsqueda de un salto cualitativo y profesional, El Mató pasó de grabar en formato casero a encarar la producción del álbum en los estudios Ion con Eduardo Bergallo detrás de las consolas. La Dinastía es un disco más complejo y elaborado, y suma nuevos matices sonoros alejados del rock alternativo norteamericano de base (Pixies, Weezer, Sonic Youth): el teclado se incorporó definitivamente como un instrumento clave en la construcción de los arreglos y no ya como un simple recurso decorativo, y las guitarras del Niño Elefante encontraron espacio para crear riffs estilizados (“Mujeres Bellas y Fuertes” y su punteo alla Albert Hammond Jr.) o texturas de vanguardia noise (el impresionante lado B “Dos Galaxias”). El Ep Violencia (2015) profundizó aún más el intento de dar con nuevos aspectos (“Aire Fresco” y el sello de algunas bases programadas, por ejemplo) y El Tesoro -editado como simple este año- dejó entrever que se venía un cambio grande en la música de El Mató: la canción homónima tiene un sonido prolijo y cuidado en las puntas (resultado de una decisión estética, pero también el producto de haber grabado en los míticos estudios Sonic Ranch de Texas), arpegios cristalinos de guitarras con cierta veta pop, sintetizadores lisérgicos y arreglos de marimbas.

Justamente es “El Tesoro” la canción que abre La Síntesis O’Konor. Y la evolución no está presente tan solo desde lo sonoro: la voz de El Chango está puesta bien al frente de la mezcla y recorre cambios de dinámicas interesantes, y la letra ofrece rasgos de madurez al incluir una frase final que resume esa capacidad del cantante para sintetizar en pocas palabras ideas profundas. Sobre otra historia de amor no correspondido, Santiago Motorizado concluye que se trata de “la depresión sin épica”. Es decir, cero autoindulgencia, la tristeza no es cool y poco importa si eso se traduce en buenas canciones. “Las Luces” es otro de los tracks claves del disco y tal vez contenga la mejor performance vocal en la carrera de El Chango, que roza los agudos rodeado de la distorsión lejana de guitarras calientes como lava, machaques de batería y coros disparados desde teclados que pueden remitir a Pink Floyd.

 Buena parte de La Síntesis O’Konor sigue la misma línea de “El Tesoro” y “La Noche Eterna”: la fragilidad de guitarras suaves como marco sonoro para momentos de vulnerabilidad emocional que recorren distintos estados de una ruptura amorosa, desde deseos de reconciliación (“Alguien que lo merece”), pedidos de explicaciones imposibles (“Excalibur”) o el dolor de extrañar a la distancia (“Fuego”). Lo interesante es cómo cada una de esas canciones despliega, además, nuevas realidades desde lo musical: los juegos percusivos de las marimbas en “Alguien que lo merece”, el aroma folk acústico con toques psicodélicos (las guitarras eléctricas pasadas al revés) en “Excalibur” y el pulso electrónico con tracción a sangre en “Fuego”, que tiene un sintetizador grave como línea de bajo aunque acompañado del ritmo marcado por el tacho de la batería y los arpegios climáticos y elegantes del Niño Elefante.

 El instrumental “La Síntesis O’Konor” funciona como separador justo en la mitad del recorrido y da paso a “Destrucción”, que conjuga el deseo de borrón y cuenta nueva (“No me dejes así, quiero volver a empezar”) con ataques de histeria (“sería un milagro que tardes poco en responder”), y ofrece nuevas facetas del Niño Elefante como guitarrista a partir de su destreza con el slide en la gran coda instrumental del cierre. “El Mundo Extraño” es llamativa y novedosa desde su ligera aproximación al blues, y gira en torno a la idea, de nuevo, de perseguir un amor difícil (“Tu novio es un sujeto tan agradable, pero nunca para de hablar / Quiero estar con vos y que me quieras así”). Solo “Ahora Imagino Cosas” vuelve sobre el pasado a partir del riff de guitarra que suena a The Strokes y esa marcada facilidad de El Mató para crear estribillos adherentes y explosivos. La canción –seguramente la que mejor funcionará en vivo- tiene una letra que describe historias de traiciones y engaños junto al deseo de desafiar a los enemigos que las detentan, pero también permite segundas lecturas: sería interesante pensar en que El Chango está defendiendo la idea de hacer un disco rupturista cuando grita eso de “quiero enfrentarme a todos y no me importa cuán salvaje es la pelea”.//∆z