En un lleno casi total, Flopa & Minimal invadieron La Trastienda en un show inédito que pide más fechas para volver a verlos. Guitarrazos y bellas canciones en el primer día del invierno.

Por Sebastián Rodríguez Mora

Fotos por Nadia Guzmán

Será porque el escenario de La Trastienda está un poco más bajo de lo común, y hablar de lo común en la escena porteña ya es meterse en un problema. Uno puede no conocer todos los escenarios de teatros, salas, centros culturales o espacios dedicados a la música en vivo, pero la cuestión es que la sensación que se tiene cuando sacan las mesas para armar el campo de pie pasa por estar casi mano a mano con los artistas. Lo cual vendría a ser la idea original. Y ya tenemos dos pequeños conceptos –cercanía y originalidad- para empezar la crónica de la noche de sábado en que Flopa Lestani y Ariel Minimal, por primera vez rodeándose de una banda de rock hecha y derecha, otorgaron otra hermosa prueba de su talento cancionero a centímetros de nuestros oídos.

Escuchando La piedra en el aire, su segundo disco en colaboración después de Flopa Manza Minimal de 2003 (lo de Manza, para los distraídos, es por Mariano Esaín, el líder de Valle de Muñecas), queda claro las estructuras de los temas dan el pie para imaginárselos tal cual fueron cayendo desde las nueve y algo, con el estalinismo de abrir el telón y entrarles duro y parejo. Viviendo las canciones, transmitiendo la intensidad con que Flopa los canta al filo del grito, quebrando la prolijidad inusitada de las armonías que Minimal le construye arriba, dado su registro, que por momentos queda más agudo que el de ella. Así también se quebró el aura original de “Mi cámara”, después de un escueto “buenas noches”. De ahí en más será para todos los presentes –que son muchos, porque La Trastienda estaba hasta los bordes aunque sin amontonarse- una demostración de consecuencia lógica: la sorpresa de las reversiones eléctricas y llenas de violas no fue tanta porque era casi como si se tratara de la otra cara de la moneda o un reflejo en un espejo. Y lo folk y lo rock cada uno lo pone del lado que quiera.

No vamos a recorrer canción por canción este show porque escuchando La piedra en el aire y Flopa Manza Minimal, más un poco de imaginación, ya un poco que estuvieron ahí. Pero no vamos a restarle al relato la satisfacción bailable de “Todo lo que ya no sirve”, donde empezó a destacar la novedad del bajo y batería (a cargo de Willy y el Ruso, respectivamente), con mención especial para Martín Santoro, que tal como lo remarcaron los protagonistas “¡toca la guitarra!” además de ser el fotógrafo de Pez y companía. Así se fue soldando el armazón guitarrero de la velada, Flopa con una Telecaster en los acordes y Ariel en su desfile habitual de varios modelos y colores, de la Les Paul amarillenta con el logo de Grateful Dead a una Galasso negra y plateada. Una de ésas decoró “Feriado” con un gran solo, mientras Santoro usaba el slide como un impresionista. La canción mantuvo e incluso multiplicó su efecto hipnótico y colgado de estudio, bien de finde largo que a veces se pone tedioso. Siguieron “Las ruedas que te llevan”, a puro poder, “Es invierno”, “Cuánto más tengo que pagar” en un estilo country de slide y armónica en la boca de Checho, el plomo de Pez.

También hubo lugar para canciones inéditas, que sinceramente no se entendieron los nombres ni ahí, pero es dudoso que a alguien en la concurrencia le interesara info de ese tipo en aquel momento, metidos en la bolsa eléctrica y sedosa del sonido donde las chicas se arrebujaban en sus novios y sus novios en ellas (y los que no encontraban pareja sentían que quizás hoy era su día de suerte).

“Don’t cry no tears”, de Neil Young, destapó el link necesario de la influencia que Flopa y Minimal muestran en sus proyectos, así como “Las momias” siguió sonando a bossa nova, aunque esta vez en versión plugged. Y de la nada, punk rock con “Cruzando el ancho mar” ese tema que queda medio descolgado en Flopa Manza Minimal y levantó un poco más el ambiente que aún se reponía de la estética depresora de “Reducción de daños”. Así, a los tumbos sentimentales, con las letras que mezcladas con las nuevas fórmulas iban tomando más significancia se fue acercando el final. Y no se sacaron de encima la noche, al contrario, flor de cierre les regalaron a los presentes: “Cosecha de amor”, la inmejorable “La máquina de hacer todo mal” y “Abrazo impacto”, otro nexo ineludible con el viejo Neil, dios del guitarrazo.

Se hicieron los que se iban, pero los aplausos los devolvieron al escenario para los bises. “Tren”, de Minimal solista y su letra motivando a desprenderse, “Sonajeros”, la enorme canción de Flopa y, misterio en la elección, “Estación” de Sui Generis para irse así como vinieron, de prepo y con las guitarras al hombro. Próximamente reeditarán esta formación en La Plata y el resto del destino es incierto, pero si están un poco atentos a la llamativa respuesta de este primer sábado invernal del año, tendremos Flopa Minimal Rock Club por un rato.