En un set acústico que tomó ribetes eléctricos y con la ayuda de músicos invitados, Javi Punga se presentó el jueves 9 de agosto en Ciudad Cultural Konex.
Por Emmanuel Patrone
Fotos de Pablo Lakatos
“Hace mucho, mucho tiempo, en una galaxia muy, muy lejana…”. Suena la banda sonora de Star Wars en la sala D de Ciudad Cultural Konex. No estamos por ver una nueva entrada en la célebre saga de ciencia ficción de George Lucas (afortunadamente… quién sabe qué se le puede ocurrir a Lucas para seguir contando la historia de Luke, Obi Wan y el resto), sino a Javi Punga, quien se dirigía, hacia las 22:10 del jueves, desde el fondo del escenario hacia el micrófono instalado al otro extremo. Luego de tomar su guitarra acústica, se presentó y aprovechó a afinar su guitarra mientras se escuchaba enteramente la música de inicio. Sólo era cuestión de que la fuerza lo acompañe en los próximos minutos.
Vistiendo una túnica blanca con un penacho ad hoc (en su encarnación “Punga Pay”), comenzó su set acústico con algunas canciones que ya gozan de cierta edad considerable dentro de su catálogo, grabadas originalmente en forma casera. Y ese espíritu juguetón de impronta amateur se demuestra en el delirio de esas canciones, en las que, por ejemplo, ensaya declaraciones como que U.S.A no existe y que las películas yanquis están filmadas en Adrogué (“ATC”) o le canta a una chica cheta. No hay pretensión ni aires de superioridad, y al desnudo, sólo con su guitarra acústica, Javi Punga se vio cómodo interpretando en el primer capítulo del show (habría tres más) frente a esas más de 70 personas en la sala del centro cultural del barrio del Abasto, tanto como para estrenar canción junto a uno de los invitados, Maxi Urrutia, en guitarra eléctrica, en la que se lamenta “Me dicen maricón por llorar todo el tiempo”.
“Pará… ¿yo te espero acá? ¿Qué hago?”. La primera parte del show termina luego de 20 minutos y Urrutia se vio desencajado cuando Punga se dirigía al back stage para cambiarse de atuendo. “Y…”, respondió el creador de Manzanas deliciosas desapareciendo del escenario, “…tocate algo… ¡’Wild Horses’!”. Urrutia obedece, y por un minuto el público es espectador de una versión correcta de Urrutia en guitarra eléctrica de la canción. Punga no vuelve solo. Ahora en jeans y con una camisa cuadrillé azul, regresa al frente junto a su banda acústica. Acá es cuando comenzaron a sonar algunos hits: “Millonario”, el adorable triplete de “Tanta belleza”, “Amar amar” y “Mariana” (en los que salió a luz el Javi enamorado y risueño) y “Ahora soy vegetariano”.
Luego de un capítulo que sonó limpio, sin fisuras, llegó la hora de otro intervalo en el show. Punga vuelve con pilcha nueva, esta vez con un pulóver rojo que, según sus palabras, remite al de un estudiante de colegio. “Falta el pantalón gris” aclaró. Solamente junto a Urrutia, nuevamente, sonó “El amor es todo”, aquel tema que da nombre a su penúltimo disco y, entre referencias calamarescas, elabora su teoría de que el amor es una criatura ubicua. “Esta es la primera vez que la tocamos, ¿no?”, pregunta Punga. Maxi le dice que sí, pero luego duda. La discusión quedó pendiente. Mientras, el primero vuelve a su set acústico por un par de canciones, antes de que invite al escenario a Gato y Johnny de 107 Faunos, para cantar dos canciones de la banda: “La luz de las antenas” y “Modelos de prueba”. Este tercer capítulo del recital también contó con otra participación. Desde las escaleras del público bajó Antolín, compinche de Punga, quien se paró al micrófono para entonar “Pandillas de verano” y el tema de su catálogo “Asalto comando”.
¿Y el Rock ‘n’ Roll Punga, las canciones de su último disco? Llegaron hacia el final, luego de un nuevo receso y con una banda eléctrica (bajo, dos guitarras, teclado, percusión), con los amplificadores traicionando el anuncio de “concierto acústico” promocionado para esa velada pero siendo fieles al nombre del último trabajo del platense. Pasaron “Campos de cristal”, “The Cure” y “Vamos a estallar”, antes de que Punga presente a su último (y más preciado) invitado, Leo García, quien dejó su asiento en la segunda fila para sumarse a los coros –posterior al piropo a sus zapatos de parte de Punga- en “Brilla y sueña” y en el mantra psicodélico y ruidoso en Re al final de “Niños de Dios”, un -como lo define Javi en la hoja impresa de la lista de temas- “mantra de apertura de portales dimensionales y descenso de seres galácticos musicales que multiplican hologramas mentales”. Che, George Lucas, esa es una buena idea para una nueva entrega de tu saga. Ya sé a quién podés llamar para que interprete a un jedi del indie.