Con 17 bandas repartidas que representan lo más destacado del rock independiente nacional en 2 escenarios, el ciclo Music Is My Girlfriend celebró sus cinco años de existencia en la Ciudad Cultural Konex.
Por Emmanuel Patrone
Fotos de Nadia Guzman
El sol picaba en la tarde estival del anteúltimo sábado del año. Los primeros asistentes a la Ciudad Cultural Konex, en busca de evitar un bronceado no deseado, optaron por ocupar las sillas de cemento situadas a un costado del patio, a la sombra, resguardándose del calor perpetrado por el astro rey. Eran las 4 de la tarde, momento en el que el trío Les Fleurs se ubicaba en el escenario montado sobre el mismo patio del espacio cultural para dar inicio a la gran fiesta organizada para celebrar el quinto aniversario de Music Is My Girlfriend, el ciclo que desde 2007 se dedica a difundir lo más interesante del rock nacional e internacional.
Al pop ruidoso de la escuela de bateristas de pie de Maureen Tucker y Bobby Gillespie de Les Fleurs, quienes cubrieron su media hora del set con temas propios y versiones de terceros (cerraron con un cover en tono tétrico de “Like a Virgin” de la cincuentona reina del pop), les siguió al otro lado del espacio Konex, en la sala E, el guitarreo grungy furioso de Bencina Disturbio. El sol no fue un problema ya para aquellos nómades que se mudaron desde el patio a la sala techada para prestar oídos a la banda creadora del flamante Un desastre total. Ese ritual errante se repetiría cada media hora para todo aquel curioso en degustar cada una de las 17 bandas que se presentarían en el festejo del ciclo.
Uno de los grandes aciertos del festival fue la impecable organización, con una puntualidad que más de un festival quisiera tener. Apenas un par de bandas se superpusieron en horario, imposibilitando disfrutar el cierre de una o el principio de otra. El otro gran acierto –y el fundamental- es la rica variedad de estilos que se pudo saborear. Así, se pudo ir del set acústico sólo con guitarra acústica de los cantautores Franny Glass y Violeta Castillo (la única que percibió esa actitud fotofóbica del público en el patio e invitó a tomar algo de sol) al rock descarado de Pelea de Gallos y el shoegaze chillón de Asalto al Parque Zoológico, pasando por el pop de idiotas adorables de Valentín y Los Volcanes y el folk saltarín de El Violinista del Amor y Los Pibes que Miraban (uno de los sets más brillantes de todo el festival). Y todo eso antes de que caiga el sol.
El atardecer encontró al Konex colmándose de asistentes sentados frente al escenario del patio. Los más sueltos se dejaron llevar, hacia las 20, por el ritmo de bases afro y dub de Morbo & Mambo, que en sus 30 minutos seguramente se ganaron unos cuantos fans que minutos antes de su presentación desconocían de su existencia. La fiesta continuaría con una seguidilla que puede servir como un sample de lo mejor o por lo menos lo más destacado del rock nacional actual, y del que organizadores de festivales enormes de marcas millonarias o calificados con exagerados epítetos (sí, “El festival más grande”, claro) deberían observar con más detalle para no seguir repitiendo la misma e insulsa lista de todos los años.
107 Faunos desató primero una mini-fiesta platense en la sala E con sus hits mínimos, como “El imán de lo nuevo” y “El tigre de las facultades”. Luego, Los Reyes del Falsete aportaron eclecticismo hacia las 21 con las canciones de su genial Días nuestros (la electrónica de “Generación espontánea”, la balada poderosa “Los niños”, la cumbia falsetera de “San Jorge”), más su clásico “Mi chica”; seguidos por el punk angular de normA, quienes desataron el pogo con –entre otras- “Enamorado” y “PC” (se hizo sentir ese estribillo absurdamente autorreferencial que clama “A mi computadora no le gusta normA”).
Con la noche despejada con pocas estrellas a la vista tan propias de una metrópolis como Buenos Aires y mientras algunos se acercaban al bar a cenar algún pancho a 10 pesos, continuó Valle de Muñecas con el pop melancólico de guitarras fornidas que tan bien vienen registrando desde Días de suerte (2005), en un set en el que se destacaron temas de su último disco, La autopista corre del océano hasta el amanecer, en especial “La soledad no es una herida” y “Gotas en la frente”. En continuado, la sala E vio a Viva Elástico intercalando temas de su homónimo primer disco y su reciente trabajo, Agua, sal y fiebre en una media hora que encontró a Alejandro Schuster sorprendido por el pedido del público por “Yo te quiero más”, canción que ya perfila como un futuro clásico de la banda, a la altura de “Imágenes de amor”.
A las 23, el set de Viva Elástico estaba llegando a su fin cuando uno empezaba a divisar a algunas personas girando su cabeza hacia al patio del Konex. Era el turno de El Mató a Un Policía Motorizado, quienes habían arrancado –muy oportunamente para esta época del año- con “Navidad en Los Santos”. Con la banda de Santiago Motorizado, el Konex llegó a casi colmarse, provocando el punto álgido de la fiesta. Algo esperable, considerando la gran convocatoria de una de las agrupaciones insignia del rock independiente nacional actual. En 45 minutos, pasearon sus conocidos caballos de batalla “El día del huracán” y “Chica rutera”, así también como tonadas de su reciente La Dinastía Scorpio, como “Más o menos bien” o el hit “Chica de oro”.
Casi a medianoche, y luego del paso del tifón motorizado, el mando de la celebración pasó a la sala E con Bicicletas, ya con una cantidad de público más menguado pero que se quedó para saltar y batir palmas a gusto, antes de que la ruidosa trova de rock espacial Go-Neko! sellara hasta cerca de las 2 de la madrugada a pura firmeza kraut una de esas fiestas que a todo el mundo le gustan: largas, variadas y que te dejan los pies cansados y una sonrisa en la cara. Y, en este caso, con un par de chillidos en el oído medio también.