Luego de tres años desde la salida del disco doble Las Crónicas del viento, ganador de un premio Gardel, Lisandro Aristimuño ha lanzado recientemente su quinto disco de estudio, en el que participan talentosos músicos como Ricardo Mollo, Hilda Lizarazu y Boom Boom Kid. Sonoridades para cerrar los ojos y dejarse llevar por la magia.
Por Nayla Madia
Mundo Anfibio, es el nombre del nuevo álbum del cantautor patagónico, creación que sale a la luz llevando la fuerza de la autogestión, enalteciendo el arte y la belleza que predomina en la música, gracias al sello discográfico Viento Azul.
Desde lo visual, los ojos se alimentan al contemplar la magnitud de la pintura realizada por Gabriel Sainz, en la cual, a través de una excelente gama de colores, se plasma el verde de la naturaleza (mezclando elementos de agua y tierra) con el gris de la gran urbe. La experiencia del vivir queda atravesada por una dualidad, representada como el ying y el yang donde los elementos interactúan entre sí, conectándose sensorialmente para formar un todo. “Nosotros salimos desde el agua, desde la panza, desde vivir en otro lugar. Mundo anfibio es eso, el mundo en el sistema de hoy y lo que nos hace hacer: tener que amoldarnos a cosas que no nos damos cuenta y terminamos haciendo”, señala Lisandro.
Centrándonos en lo auditivo, el álbum sorprende con once canciones que vislumbran una impronta marcada por las bases de lo que en nuestro país, a lo largo de diferentes épocas, constituyó el rock nacional: “Elefantes”, canción que abre el disco, inicia con una potente batería (a cargo de Martin Casado), estableciendo el ritmo con una firmeza extraordinaria. Rápidamente, se suma Carli Aristide en guitarra eléctrica, con una melodía vibrante que se convierte en un himno avasallador al combinar toques étnicos con una atmosfera intensamente rockera y vanguardista. El tema avanza y se produce una cálida variación sonora, a partir de ecos sutiles, que junto a la voz de Aristimuño despliegan un bellísimo estribillo, que parece anticipar la idea central del disco conformando un canto a la vida (“oh, mi amor, todo el mundo sale del agua, y tal vez, sabio es el que riega una pequeña flor”). A su vez, el músico rionegrino expone, mediante palabras intensamente movilizadoras la grandeza de la libertad, que se vislumbra en el hecho de crear uno mismo su propio camino por recorrer.(“Apreta los dientes, cambia tu destino hoy”).
El disco continua con “Un Dólar, un reloj y una frase sin sentido”.A partir de un encantador fragmento que invita a contemplar y descubrir la riqueza de cada sonido, Lisandro crea un relato centrado en la experiencia del hombre inserto en un territorio hostil, donde la crudeza de la depredación humana establece mecanismos que lo privan de su emancipación, cosificándolo y produciendo la enajenación de su ser. A la sensibilidad y calidez de Aristimuño se le suma la grandeza artística y el inmenso talento de Ricardo Mollo, quien con la fuerza arrasadora que lo caracteriza, despliega una frase maravillosa (“El mundo alrededor se quedó sin testigos. La prensa se olvido de contarlo en su titular, la nube de calor no dejo ver el camino. Cadena de montaje, presagio para el funeral”). Una verdadera joya musical, envolvente y emotiva.
Siguiendo el recorrido sonoro, en “Por donde vayan tus pies”, la tercera canción del álbum, se genera un tono intimista. Casi susurrando, el cantautor sureño reflexiona sobre una realidad atravesada por la tempestad. (“Rayo de luz, ¿cuándo llegaras al lugar perfecto?, encontraras una solución, algo en el silencio”).Una pausa instrumental, creada a partir de un segmento de cuerdas (a cargo de Leila Cherro y Lucas Argomedo en cello y Cecilia García en violín), instaura un fantástico clima auditivo, que es acompañado con la presencia de Hilda Lizarazu, evocando en la canción un extraordinario halo resplandeciente y angelical. La intensidad sentimental que predomina en la voz de Lizarazu, atrapa, abraza y se convierte en una caricia al alma, que transporta al oyente a un edén musical, a partir de un fragmento lleno de dulzura (“Corre la luz por donde vayan tus pies, ilumina tu camino, déjale algo bueno a tus huesos”).
Este torrente emocional se traslada también a “Cien Pájaros”, donde la voz de Aristimuño toma protagonismo, llena de aura. Posteriormente, lo que sigue es “Anfibio” (primer corte del disco), canción que desde la melodía y la letra, da cuenta de un excelente trabajo creativo e introspectivo, de experimentación y búsqueda: “quiero que el anfibio emane del azul, contemplar pendiente del mar y vibrar en los campos de luz”, expone el músico rionegrino. A su vez, mediante la utilización detambores como el Okonkolo (instrumento de percusión pequeño con forma de reloj de arena) fusionados con el Charango, y el Ronroco, Lisandro detalla aquellas situaciones en las que para poder sobrevivir, el ser humano debe mutar y adaptarse camaleónicamente a la vorágine del mundo actual, bajo un presente cronometrado, que marca el devenir (“No hay nada peor que los calendarios. Si hay fin es hoy”). Una canción colosal, intensa y poderosa.
A este tema, le sigue “Igual que Ayer”, en el cual a partir de la fusión del cello, el bajo y la guitarra acústica se establece un momento majestuoso a nivel sonoro. Otro punto fuerte del álbum es “How Long”, cantado por Aristimuño junto a Boom Boom Kid, quien se luce coreando una magnifica frase, (“Poder contemplar tu voz en días de primavera, acaso también se paga”), y generando una energía cautivante que impulsa una celebración musical, que se mantiene de manera sensacional, durante toda la canción.
La naturaleza como musa inspiradora queda reflejada en cada acorde de “Aurora boreal”, la sexta canción del disco, que mediante la utilización del piano Rhodes se vislumbra una lírica profunda y atrapante (“Desaparecerás en el borde del sol , un universo cae , un lucero y tu voz”). Luego suena es “Traje de Dios”,canción en la que se destacan el jaleo y las palmas a cargo de Víctor Zapata y Rocío Aristimuño, quienes integran el grupo de baile flamenco La tierra al aire. En este tema, reaparece el líder de Divididos, haciendo magia con su guitarra eléctrica y regalando un destacado segmento rockero.
A continuación, en “Pozo”, se revela un profundo aspecto terrenal que da lugar a un estado contemplativo, apoyado por el sonido del bajo. Le sigue, mediante una delicada baguala folklórica, “Aunque no estés aquí”, una preciosa canción que desprende pinceladas de vida hechas música, culminando en un final sumamente enternecedor: “Me siento tan enorme que el tiempo seguirá encandilando el monte y entonces lloveré alma en canciones, entonces yo veré alma en canciones”.
Tras estas once canciones deslumbrantes, se percibe una fascinante exhibición poética y melódica: desde interpretaciones de atmosférica imaginería, intensa emotividad y riqueza descriptiva. El encanto de cada acorde atraviesa los canales auditivos para instalarse en la memoria a través de colores, paisajes y texturas, sumando fuerza y felicidad. Una vez más, Lisandro Aristimuño demuestra su talento abarcando todos los aspectos de nuestra cultura con una relevancia incomparable.
La música es por excelencia el lenguaje del sentimiento. Mundo Anfibio brinda la señal para que, de norte a sur, de montañas a mares y desde distintos altavoces, emerjan infinitos sueños que se conectarán cuando la melodía suene y se expanda una canción.//∆z
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