Nuestro columnista Noah Cicero viajó el mes pasado a Corea del Sur durante las pruebas de misiles que el líder norcoreano Kim Jong-Un realizó ante la mirada impávida del mundo entero. Allí recorrió la zona desmilitarizada y recogió testimonios sobre lo que es vivir bajo la amenaza constante de la guerra nuclear.
Hace poco estuve una semana en Corea del Sur para hablar de literatura, dar clases y beber Soju. Viví allá de 2012 a 2013, dando clases de inglés a chicos de entre nueve y quince años. Durante ese tiempo me sentí amenazado por los misiles nucleares. Nunca me importó. Ni a mí ni a mis estudiantes. Una vez les hice escribir un ensayo sobre si querían unirse con Corea del Norte. Algunos estaban de acuerdo y otros no. Pero todo coreano tiene una opinión sobre un tema que atraviesa sus vidas y también su literatura.
No es que sea un país dividido por la mitad, porque Estados Unidos y Canadá hablan los dos inglés, sus culturas tienen una influencia predominantemente europea pero nadie se enoja porque no somos un mismo país. Nadie en Estados Unidos o Canadá quiere que sean una misma nación. Argentina no lo pide eso a Paraguay: ambos países hablan castellano por la descendencia española y son parecidos culturalmente. Si la frontera entre Corea del Norte y del Sur estuviera abierta y sus sistemas políticos fueran parecidos, no creo que haya problemas.
Pero he aquí la diferencia: la zona desmilitarizada. Vi algo de eso y voy a describirles la siguiente imagen. Supongan que Paraguay estuviera regida por un dictador loco, que le exige adoración a su pueblo, y todos lo aceptan y lo aman incondicionalmente. Este dictador dice mentiras todo el tiempo y no existe medio que refute sus dichos. Supongan ahora que les prohíbe a sus ciudadanos salir del país, nadie sale y nadie entra. Y, además, despliega todo su arsenal de bombas, tanques y soldados en un espacio de ocho kilómetros en el límite con Argentina y hace apuntar todos sus misiles hacia la Capital Federal. Sería muy raro, y lentamente iría contaminando tu subconsciente.
Luego, por estas acciones hostiles, tu gobierno tiene que pedirle a Estados Unidos que lleve miles de tropas a tu país. Imagínate una base militar norteamericana en el medio de Buenos Aires, que te cruces en bares y boliches con tipos altos, musculosos y entrenados para matar que quieren salir a “dársela en la pera”. A vos tal vez no te importe, pero pensá cómo se sentirían tus abuelos, porque una vez que Estados Unidos construye una base en tu país, no se va nunca más. Vas a tener que caminar todos los días del resto de tu vida pasando frente a una base gigante y extranjera. Imaginá que esa es tu vida: naciste en un mundo donde Paraguay odia a la Argentina, su dictador te odia desde que eras chico y te amenaza con hacerte volar por los aires con una bomba nuclear. Y si sos hombre, cuando tengas veinte años te envían al servicio militar obligatorio, aunque odies la idea ser militar.
A pesar de esto, sólo tuve tres conversaciones sobre el conflicto con Corea del Norte durante mi estadía en Corea del Sur. Una de ellas fue con una chica de veinte años que trabaja en diseño gráfico y comparte departamento en Seúl con su hermana. “No tiene importancia, a mí no me importa. No va a pasar nada”. Fue todo lo que tenía para decir sobre los misiles. Al día siguiente fui a una cena de la Universidad Yonsei -mis anfitriones- y un coreano de mediana edad, instruido, viajado y dueño de un restaurante me decía: “Va a pasar. La guerra se vuelve más inevitable cada día”. Pero era un tipo medio raro, así que no sé. Tengamos en cuenta que todos los políticos son de mediana edad y pueden ser tan raros como ese tipo. La tercera conversación fue con poeta de cuarenta y pico que sostenía que Corea del Sur “ya no puede depender de Estados Unidos”. Y agregó: “Estados Unidos es un país que se está fracturando y no tiene la estabilidad necesaria para lidiar estos temas eficientemente. Corea del Sur trabajará junto a China para asegurar su futuro y el conflicto con Corea del Norte”.
Les presento una joven voz de Corea llamada Soeun Soo, que tuvo la amabilidad de hablar con sus padres y contarnos su punto de vista.
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¿Lo harán o no lo harán? No lo harán.
En 1993, el año de mi nacimiento, fue cuando el sistema educativo surcoreano (léase, propaganda) comenzó a impartir el concepto de unificación como postura oficial hacia Corea del Norte. Todo aquel que fuera a la escuela después de 1992 era obligado a dibujar posters a favor de la unificación todos los años. Nos enseñaban que Corea del Norte era pobre y su pueblo oprimido, y que debíamos ayudarlos porque eran como nosotros y algunos todavía tenemos familia allí. Ayudarlos implicaba que éramos morales, leales y más pudientes. Aun cuando nos inculcaban que eran iguales a nosotros, lo único que hizo ese tipo de educación fue, en esencia, lo mismo que implementaron antes de 1993 con la educación anti comunista que demonizaba a Corea del Norte: me hizo pensar que eran un país menor.
Mis padres -aunque recibieron una educación anti comunista- adoptaron la idea de la unificación y de mirada piadosa hacia el oprimido. Mi madre cree en una unificación pacífica, dice que somos un mismo pueblo, que las familias separadas deben unirse y que los recursos naturales de Corea del Norte nos ayudarán a progresar en la escala mundial. No le gusta que Estados Unidos y China nos utilicen como su patio trasero y que sigamos padeciendo su juego de poder. La presencia militar estadounidense en Corea es una soga al cuello que atenta contra nuestra autonomía. Ella cree que nos venden armas viejas que no necesitamos y que nadie va a apretar ese botón que destruya al mundo. Si Estados Unidos se mantuviera al margen, habría una oportunidad de unificación, una oportunidad para mejorar nuestra nación.
Como hombre de negocios, mi padre ve la unificación como una oportunidad de expandirse. No le interesa ser una sola nación o que las familias separadas se reúnan. Esas son emociones insignificantes en la política mundial. Como ya no hay lugares para el desarrollo en Corea del Sur, la anexión del territorio y los recursos de Corea del Norte nos permitirán avanzar como nación. Aunque esto sea lo mejor para ambos países en términos de crecimiento, él cree que la amenaza constante de la guerra se debe en parte a que los dos países fomentan deliberadamente un clima de conflicto para infundir miedo en sus ciudadanos y poder controlarlos.
Ninguno de los dos habló sobre integración cultural, y ambos coinciden en que la unificación es la piedra basal de un mejor futuro.
Sin embargo, mi generación no ve la idea de unificación con entusiasmo. Hemos vivido toda nuestra vida bajo la amenaza de guerra y es exactamente por eso que la idea de unirnos nunca tuvo arraigo. “Ah, ¿Lanzaron un misil el martes? ¿Y qué hay de almuerzo?”. Sabemos que no hay nada que un ciudadano surcoreano pueda hacer, especialmente por la influencia que Estados Unidos tiene sobre nosotros. Jamás vi a un norcoreano y ni a nadie que tuviera relación con alguno. Sé que nuestros dialectos evolucionaron de forma tan distinta que nuestras formas de hablar coreano suenan totalmente diferentes. Cuando hablo en inglés me refiero a Corea del Sur como “Corea”, olvidando que Corea del Norte también es Corea. De hecho, ninguno de los dos países se llaman Corea en coreano: en el norte es Chosun y en el sur Hanguk. Sólo especificamos norte o sur cuando hablamos en relación con la otra Corea.
No siento que seamos un “mismo pueblo”. No siento ese antagonismo recalcitrante y ya no creo que la unificación sea posible. Una amiga comparte mi opinión y agrega que solo quiere que eliminen la zona desmilitarizada y que se termine el conflicto para deshacernos de este sistema de conscripción. Nunca hemos pensado que vivimos en un país devastado por la guerra. Tanto los ruegos emocionales como la amenaza de los misiles no asustan a nuestra generación insensible, y no nos interesa ser una nación poderosa. Queremos que esto se termine.
Aunque tengamos diferentes puntos de vista sobre la unificación y lo que Corea del Norte signifique para nosotros, el pensamiento que predomina en Corea del Sur es que la guerra no va a terminar. Estamos al tanto de los lanzamientos de misiles porque son noticia, pero no creemos que su intención sea empezar la tercera Guerra Mundial. Hemos estado “en guerra” durante más de medio siglo. Tal vez nos hemos vuelto sordos ante las alarmas. Las armas alrededor del mundo han evolucionado al punto de poder destruirlo. No sabemos con certeza qué tan lejos se puede llegar. Tal vez solo queremos creerlo, o tal vez nos ha dejado de importar porque no hay nada que podamos hacer al respecto.//∆z
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I recently went to Seoul for a week to talk about literature, give readings, and drink soju. I had lived in Seoul previously, in 2012 to 2013 I taught English to children, ages nine through fifteen. When I was there before I never felt under threat of nuclear annihilation, I never cared. None of my students cared. One time I had the students write an essay about if they wanted to unite with North Korea, some of the students did and some didn’t. But every Korean had an opinion on it, it permeates their life and literature. It isn’t so much that their country is split in half, because the United States and Canada both speak English, are both predominantly European influenced cultures, but we don’t get angry that they aren’t the same country. No one in Canada or in the United States wants to join Canada and the United States together. Argentina isn’t asking Paraguay to join them, you both speak Spanish, are derived from Spain and have a lot in common culturally. If the border was open to North Korea, but had slightly different political systems, I don’t think there would be a problem.
But the difference is this; I have been to the DMZ, I saw a little bit of it, I’ll try to make a picture of it for you. Imagine if Paraguay had an insane dictator, who demanded everyone worship him, and everyone just accepted and loved him unconditionally. The dictator told lies and there was no media to refute his lies. Then imagine if this dictator refused to let anyone out of Paraguay, no one could leave and no one could enter. Then they created this 5 mile block of land between Paraguay and Argentina, then took every bomb, soldier and tank, drove them to the Argentine border and pointed thousands missiles at Buenos Aires, it would probably be weird, and start emotionally contaminating your subconscious.
Then because of this hostile government on your borderland, your government has to call in the United States to put thousands of troops in your country, imagine if Buenos Aires had a huge American base in the middle of it. Imagine every Saturday night the party neighborhoods of your city were full of very tall muscular men who are trained in violence, and want to get “fucked up.” You might not mind it, but imagine how your grandparents would feel. And the thing is, once the United States builds a base in your country, it never leaves, you will have to live the rest of your life walking by this giant foreign base inside of your country. But imagine this is, your life, you were born into a world where Paraguay hated Argentina, the Paraguayan dictator has hated you since you were a child and has been threatening to vaporize you with nuclear weapons your entire life, and if you are a male, you will be sent to the military when you are 20-years-old, even if you completely hate the idea of being in the military.
When I South Korea this month though, I had only three conversations concerning the North Korea dilemma, one was a young woman in her late 20s. She works at a graphic design film, she lives in an apartment with her sister in Seoul. She told me, “It doesn’t matter. I don’t care, they won’t do it.” That’s all she said. The next day I was at a dinner given by the Yonsei college (The college hosting me), a middle-aged Korean man who was well read, well traveled and owned his own restaurant, said, “It will happen one day, the war becomes more inevitable everyday.” But he was a little strange, so I don’t know. But we have to remember most politicians are middle-aged, and politicians can be a little strange like that man. The third one was from a Korean poet in his 40s, he said, “South Korea can’t depend on the United States anymore, the United States is fracturing and not stable enough anymore to deal with these issues effectively. South Korea is going to work with China to insure its future, and the North Korean problem.”
Here is a young voice from South Korea named Soeun Seo. She was nice enough to interview her father and mother for us:
Will They or Won’t They? They Won’t
The year I was born, 1993, is when the South Korean educational (read: propaganda) system started pushing unification as the national stance towards North Korea. Everyone who attended elementary school after 1992 were forced to draw unification posters every year. We were taught that North Korea was poor and oppressed and that we should help them because we are the same people, and some of us still have family there. To help them meant that we were moral, loyal, and more well-off. Even as they emphasized that we were one people, I think what this kind of education did was, in essence, the same as the pre-1993 anti-communist education that vilified North Korea: it made me think that North Korea was a different, lesser country.
My parents, though they received the anti-communist education, have adopted this pro-unification, pity-upon-the-oppressed viewpoint. Mom believes in peaceful unification, saying that we are one people, separated families must unite, and the natural resources in North Korea will help Korea as a nation progress into the world ranking. She is bitter about how America and China used us as their playground, how we are still suffering from their power game. The U.S. military presence in Korea is a leash on our neck that prevents our autonomy. It’s selling us old weapons we don’t even need. She believes that no one will ever pull the trigger that may end the entire world and if the U.S. would just stay out of it we’d have a chance at unification, a chance to better our country. Being a businessman, my father sees the unification purely as an opportunity of expansion. He doesn’t care about being one people or reuniting separated families. Those are petty emotions that have no place in world politics. Since South Korea’s run out of development locations, the added land and resources of North Korea will advance us as a nation. Though this is what’s best for the two countries in order to climb the ladder, he believes that the constant threat of war is partly due to both nations’ deliberately establishing a war-time atmosphere in order to provoke fear in their citizens and keep them easy to control. Neither said anything about cultural integration, and both seem to consider unification mainly as a stepping stone for a brighter future.
But my generation feels much less passionate towards unification. All our lives we’ve been under the threat of war and this is exactly why it never really came through to us. Oh, a missile was shot last Tuesday? What are we having for lunch? We know that there is nothing regular South Korean citizens can do, especially because we are under the heavy influence of the U.S. I had never seen a North Korean or anyone related to one. I know our dialects have evolved so differently that our Koreans sound like different languages. When I speak English I refer to South Korea as “Korea,” forgetting that North Korea also has “Korea” at the end. In fact, neither of the countries call themselves Korea in Korean. NK is Chosun, SK is Hanguk. We only specify our north and south when we are talking in relation to the other Korea. I don’t feel that we are “one people.” I don’t feel the burning antagonism. I don’t believe a unification is even possible anymore. My friend, who shares my opinion, adds that she just wants the DMZ to be lifted and the war to be over so that we can get rid of the conscription system. We have never really thought that we lived in a war-torn country. Both emotional pleas and missile threats fail to scare our callous generation, and we’re not interested in the rise of Korea’s power. We just want it to be over.
Though we have different stances on unification and what NK means to us, one prevailing thought in SK is that the war simply won’t resume. We keep up with the missile trials because it’s news but we don’t believe that their intention is to start World War III. We’ve been “at war” for over half a century. Maybe we’ve grown deaf to the warning signs. Weapons around the globe have developed enough to end it. Maybe we don’t know how far people will go. Maybe we just want to believe it, or maybe we’ve given up caring because there’s nothing we can do about it.//∆z