Estaciones, viejas F-100, pasión de multitudes, calles de La Plata, colectivos viejos y encuentros nocturnos, otra vuelta a los recitales, esta vez en el marco del Inrocks Live!, un nuevo ciclo de la revista Inrockuptibles, que apuesta a bandas locales. Las ligas menores, Bestia Bebe y Sue Mon Mont, fueron los invitados a este primer episodio en el Club Cultural Matienzo.
Por Nadia Sol Caramella
Fotos de Nadia Guzman
El verano pasa de moda sobre las veredas de Club Cultural Matienzo, el punto de encuentro para otra noche de recis. Esta vez la excusa es la apertura del ciclo Inrocks Live!, organizado por la revista lnrockuptibles. El clima va tomando otro espesor y los presentes van adoptando nuevas posturas mientras intuyen la llegada del otoño. Pasada la 1:00 am, entre charlas de patio y cerveza mediante, Las Ligas Menores dejan caer el primer acorde. Sus canciones son pendulares, cuentan historias sobre contar historias, hablan de inviernos que tardan en llegar y Renaults Fuego sobre la furia de una autopista cualquiera, que concluye en un “en verdad me gustabas”. Una banda compacta, de voces apacibles, guitarras y teclados etéreos y baterías punks: la furia en el golpe, como lo haría toda mujer bella y fuerte. Una combinación perfecta para la noche que comienza.
Murmullos a coro, la vigilia antes del próximo movimiento. El público se inclina para hablar de cerca en la oscuridad del salón. La atmósfera es la de una encrucijada sonora. Llega el turno de Bestia Bebé, la banda que le cambio el sentido a frases como “Quiero que sepas que está bien si no nos volvemos a ver”. La insignia de los pibes y las pibas que entendieron todo, al escuchar este emblema bestial: “Me gustan los perdedores, los verdaderos ganadores”. Nada más que hablar. Si no entendiste a La Bestia, no aprendiste a perder. Ahora el orden de las cosas. “Estamos bien”, es la elegida para arrancar el show, dos frases simples, y la promesa pronto se cumple: “estamos muy bien”. Le siguen “El Uruguayo”, “Sabés!” y “No me importa verte perder”. Entre tema y tema, los “hinchas” de Bestia Bebé alientan al canto de “Jugadores la concha de su madre, a ver si ponen huevos que no juegan con nadie”, mientras una señorita aguerrida baila con su camiseta de fútbol femenino, rodeada de chicas hipsters que festejan con cara de gol y alientan, porque de eso se trata el pacto entre la banda y su público, la simbiosis es impecable.
Antes de interpretar la próxima canción, Tom Quintans aclara que lo que sigue es un tema nuevo, se trata de “Perdedor”, otra batalla ganada por los beautiful losers. Continúa con “La Mentira del Verano”, el hit “Omar” –palabras mínimas para un pedido sincero y atroz “no seas así”-, “Hasta siempre amigo” y “Patrullas del Terror”, interpretada por Rony, el pregonero de consignas ideológicas del indie, un muchacho fuerte, de voz amigable que nos arenga a una revolución permanente (lo importante es la mutación).
Llega el momento bizarro de la noche, la hinchada en tono irónico canta la marcha peronista, a lo que Tom responde: “No descendamos a ese plano”. Risas y todo sigue en una hermosa comunión que pareciera concluir en otro hit “Lo quiero mucho a ese muchacho” – mosh deluxe y corazones al palo-. Tiempo de bises, un cover de la esperada Embajada Boliviana, que en breves vuelve al escenario del teatro de Flores. Abrazos de gol y un pogo fatal, el desenlace de este set es puro fuego, con aire de luchadores de catch, pero al estilo Mickey Rourke entonando: “No tengo nada pero soy feliz, no tengo nada pero soy feliz. No necesito, te tengo a ti”. Épico.
Una vez alguien dijo “No me quites a Rosario, es lo único que tengo”, eso que tiempo atrás, allá por la época de Suárez, había sido pronunciado como una broma, pronto se convertiría en algo personal. La vez que vi a Rosario por primera vez en vivo, lo entendí, entendí ese apego por sus canciones. Ella desde el escenario habló de mí. Todas las canciones hablan de uno, por eso están ahí en nuestro loop vital e inconsciente. ¿Cómo sonaría tu tracklist emocional? En el mío suenan varias de Bléfari. Me acuerdo que contó una historia en sus canciones que me suponía sin querer, eso me conmovió, como toda niña sensible me animé a las lágrimas porque hay que tener ovarios para aceptar ciertos dolores. Pasada la pequeña digresión. Vuelvo a Rosario.
Sue Mon Mont es un encuentro de padillas de distintos sellos: El Niño Elefante en guitarra (Laptra), Tifa Rex en bateria (Triple RRR) y Marcos Díaz en bajo (Fuego Amigo), todos reunidos para acompañar a la bella alterna de la nueva escena independiente, que esta vez sube al escenario vestida de rojo, con la timidez y la frescura de sus primeros días en los escenarios porteños. Ya pasaron muchos años, sin embargo, en su mirada pareciera que fuera la primera vez. Inquieta y dispuesta a darle sentido con sus composiciones a esa noche, que no es una sino todas en las que nos perdimos algo. Esos pequeños baches emocionales persisten aun cuando nos paramos frente al escenario para interpretar el rol de un supuesto espectador pasivo, que en verdad le pasa todo, porque también está ganando algo.
Pronto llega otro sacudón espiritual con la seguidilla “Entrega”, “Ritmo” y “Besos”. “Caminando por tu centro, una cuadra solitaria, otro beso y otro beso, antes que me alejara”, canta Rosario, es difícil no perderse en calles como esas. Alrededor todos mueven la cabeza, como diciéndole “Si” a la escena de los besos, rememorando tal vez, un viejo encuentro.
Las postales sonoras avanzan, de una parada a otra: “Veo veo”, “Parque”, “Anden” y “Lejos”. Cada situación nos convoca y da forma a la sensibilidad que fluctúa entre vaivenes. Alguien grita: “¡Aguante Sue Mon Mont!” Rosario sonríe y agradece la buena pronunciación con una mirada acompañada de un gesto cómplice. Una chica parada al costado del escenario repite, “qué linda que es, qué linda qué es” y otra le dice “recién te diste cuenta”. A lo que contesta: “No, pero verla de nuevo me dan ganas de decirlo”.
Sobre el final, “Portón”, la última interpretación del Inrocks Live! Algo se cierra y queda sellado hasta el próximo encuentro, que será en dos meses. Todavía está oscuro, otro recital que nos enfrenta a pequeños abismos. La noche no termina ahí. Los presentes se reúnen en la puerta del Matienzo como aferrándose a lo que acaba de pasar, unos más cerca que otros. Otra noche de insomnio y de estrellas colgadas a la lamparita de un cuarto. Raro, será la nostalgia del verano que vamos dejando atrás, o el éxtasis en la mirada bestial del cielo nocturno.