El pasado viernes tuvo lugar en el Zaguán Sur un nuevo Festi Black Fish, curado por el pujante sello independiente, con shows de Les Fleurs, Bencina Disturbio, Riphle y Asalto al Parque Zoológico. Un testimonio en vivo del gran momento de la escena en general y de su sello en particular.

Por Claudio Kobelt

Fotos por Gisela Arevalos

Con una inquietante introducción shoegazer, climática e intensa, da comienzo el show de Les Fleurs, particular trío de sonoridad profunda y claro amor por el lo-fi y su búsqueda climática. Su baterista, como siempre, toca de pie, sumando así presencia escénica a su sonido certero y cardinal, con tanta vehemencia como precisión. La bajista, Vanina Arce, golpea su instrumento con el puño, con tanto amor como salvajía, para una intensa y bellísima versión de “Mañana en el Abasto” de Sumo. Cuando Arce toma el mando de la voz, cierta dulzura salvaje, asesina, se apodera de la canción, dando otro matiz y lectura al grupo. El final del set llega con otro cover: “Like a virgin” de Madonna, pero en una versión poseída, frenética. El sonido envuelve, y es como estar parado en medio de una estampida de toros, con los cascos retumbando a tu lado, el riesgo en el aire y los cuernos rozándote los nervios. De una esencia primaria, de peligro latente, como los ojos de un lobo en la oscuridad, la música de Les Fleurs es oscura, grave, de una rabiosa melancolía. De una melancólica rabia.

Enseguida nomás, sube al escenario Bencina Disturbio. “No quiero que te vayas nunca”, gritan en un lamento grunge desgarrado. Con melodías y arreglos decididamente pop, propulsadas por distorsiones salvajes, van de la delicadeza a la furia y de la calma al estallido con total manejo de la situación. Con un set repleto de temas nuevos y algunos de su último disco Un Desastre Total, sus canciones son ideales para días grises, pero no por la tristeza, sino porque activan el impulso y la dureza necesaria para salir a patear la nubes del camino. Dueños de cierta evocación, de una pena que rasguña, los Bencina Disturbio disparan penetrantes riffs pegadizos con gran destino de baile y pogo, con partes iguales de rabia y congoja. Con elementos que remiten tanto a Weezer como a Dinosaur Jr. y cierta escena grunge alternativa, ellos prueban ser una banda con todas las de ganar. El cierre, con “Turbia Sensación”, reitera el concepto de ritmo, melodía y caos para un sentimiento a viva voz de nostalgia en llamas.

Luego, es el turno de Riphle, y una oscuridad trepidante no tarda en desprenderse de esa especie de hardcore espacial y sin tiempo que explota desde el escenario. Es una ola caliente de grunge y mugre que impacta cruda y duramente en los cuerpos desprevenidos. Como resultado, los primeros pogos de la noche no tardan en aparecer. El volumen parece haber alcanzado un nuevo nivel y detonar todo a su paso en un caos de energía. Con melodías densas, nocturnas, furtivas, ejecutan ese punk sangrante e inclasificable que tanto nos gusta. Con un ritmo feroz y la distorsión para mil batallas, los Riphle dejan una densa nube magnética flotando en el ambiente, un clima lúgubre e imbatible que tardara días en disiparse de nuestra percepción.

No mucho después, llega Asalto al Parque Zoológico, agrupación de espíritu dream pop y armadura noise que de entrada genera una tormenta sonora abrasiva, colocando a los asistentes en el corazón del tornado, en el ojo del huracán del ruido. Marina, su cantante, es una doncella gélida, que con su voz dulce y lúgubre todo lo propaga. El bajista, por su lado, aporrea su instrumento con total desparpajo, tocándolo como si fuera una guitarra, aportando un nuevo y clave elemento sonoro al grupo. Y claro está, esta banda sería otra (sin este poder y este vuelo) sin el trabajo del guitarrista y sus pedales de destrucción masiva.

Si bien continúan en la línea de My Bloody Valentine y Sonic Youth, muestran una evolución y un sonido más personal que muy bien les sienta. Como un rayo de luz perdido en el bosque, como animales aullando en la oscuridad, como el trueno entre las hojas, así de sensorial e intenso es el set de APZOO: shoegaze catártico e implosivo que acopla las guitarras y nuestras mentes a la par.

Black Fish Discos es un sello tan vibrante como necesario en la nueva escena independiente argentina. Y sus bandas lo demuestran. Por más bandas, mas ciclos y más experimentación. Y que el pez negro nunca deje de nadar.