Presentamos extractos de Ejercicios de encuadre, primera novela del escritor chileno, editada por Editorial cuneta.

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Al salir por primera vez, tomé una micro cualquiera y viajé por la ciudad sin pagar. Me gustaron las sombras que se proyectaban sobre mis brazos. No me senté, estuve de pie hasta bajarme en un paradero frente al hospital San Juan de dios. Después de bostezar y pasarme las manos por los ojos, caminé hasta el parque de Quinta Normal; vi cómo la luz caía, sobre la cara de una escolar y sobre los brazos de una anciana a través de un árbol. Me puse a correr y sin pensarlo mucho me tiré a la laguna artificial. Abrí los ojos bajo el agua. Tuve ganas de ejercitar mi cuerpo; hacer abdominales o flexiones de brazos, pero me acosté sobre el pasto, y me quedé ahí hasta secar mi ropa bajo el sol. Volví a la casa y mi madre me estaba esperando. Después de varios días pude volver a mear, aprendí de a poco a estar solo con mi cuerpo. Hoy cumplí sesenta días en libertad. Mañana volveré a tener un trabajo.

Empresa de seguridad seria y responsable necesita guardia de seguridad para galería comercial en Santiago Centro. Con o sin curso OS 10. Beneficios del cargo: Estabilidad laboral.

Requisitos: Cuarto medio rendido.

Fotocopia del carnet de identidad por ambos lados.

Papel de antecedentes.

Capacidad para trabajar bajo presión.

Mantener el orden y la seguridad del establecimiento.

Actualizar el libro de novedades.

Turno 6 x 1 (Dos domingos libres al mes).

Interesados enviar curriculum vitae (con fotografía actualizada) al correo:

santiagolimpio@gmail.com

El asunto debe decir “Guardia de seguridad”

No cumplía todos los requisitos, pero aquí nadie lee y yo necesitaba trabajar.

Se me paga para mirar a través de una cámara de seguridad por ocho horas al día. Un plano secuencia interminable. Un monitor que me cierra o me abre el mundo.

Esta galería es como los pasillos que yo caminaba desde mi celda hasta el patio. Pero ahora yo soy el gendarme y mi deber es cuidarla hasta la muerte.

Dicen que esta galería fue la casa de un ex presidente de Chile.

Dicen que aquí vivió la Quintrala y su fantasma deambula entre los pasillos.

Dicen que bajo el suelo hubo una plaga de ratas que arrancaron después del terremoto.

Dicen que aquí se intentó hacer un remake de El resplandor, entonces Jack Torrance habría perseguido a su familia por estos laberintos mientras soñaba con la nieve.

Dicen que esta galería fue construida por los presos más peligrosos de este país.

Dicen que aquí fue filmada la película Johnny Cien Pesos.

Dicen que bajo ella hay túneles que comunican todo Santiago.

Dicen que sobre estas galerías hay comerciantes que venden recetas médicas al por mayor.

Dicen que aquí hay una financiera que estafa a los pobres.

Dicen que en el piso cinco, hay un prostíbulo con mujeres de toda Latinoamérica.

Dicen que aquí atienden los abogados de los narcos, timadores, mecheros, lanzas y ocasionales.

Dicen que aquí un hombre se quemó a lo bonzo.

Dicen que en estos pasillos los adolescentes hacen la cimarra.

Dicen que aquí paseaba Hans Pozo con el heladero.

Mi madre dice que aquí me voy a rehabilitar.

Sólo cuando la pantalla está en negro, al inicio y al final de la jornada, puedo ver mi reflejo.

Debo firmar al inicio y al final de la jornada. Cuando era niño una profesora me dijo que mi letra era un garabato, y me hizo escribir mi nombre completo en las 100 hojas de un cuaderno de caligrafía. A los 20 años me dejaron con firma quincenal. Una vez encontré un papel escrito con una letra hermosa que decía pico para el que lee. Un perro con barro de no sé dónde marcó el piso de mi galería como para recordar el camino de regreso. Perdí el arroz donde escribieron mi nombre. Aún conservo el autógrafo de Jorge González en la portada del caset La voz de los ochenta. Una pintura firmada por un falsificador de cuadros puede valer tanto como un original. Leí que la historia de la firma es también la historia de los ojos. Mi jornada ha terminado y ahora tengo que firmar.

El año 2005 mi profesor de historia y geografía nos contó que había visto una película. El protagonista se llamaba Tom, tenía veintiocho años y realizaba el trabajo sucio en una brutal empresa inmobiliaria, pero en el fondo soñaba con convertirse en un pianista como su madre. Cuando salimos de clases fuimos al centro con Laura, una compañera del liceo. Compramos un pack de cervezas y mientras escuchábamos a un predicador de la Plaza de Armas nos dimos varios besos con lengua. Cuando ya era de noche y caminábamos por la calle Puente, nos acordamos del profesor y de la película que nos había contado. Le dije a Laura que yo no sabía tocar el piano ni le pegaba a nadie en el rostro hacía mucho tiempo. Ella me preguntó cuál de las dos cosas me gustaría hacer en el futuro. No supe qué responder.

Creo verte, te pareces a ella, podrías ser tú Marcia, no estoy seguro. Tengo dudas. Ya no tienes veinte años.  Eres una mujer sin rostro que deambula por mis pasillos. Solo veo tu espalda. Tu nuca. El ritmo de tu caminata. La imposibilidad de ver o saber de tu rostro. Te encuadro pero no puedo entrar en el eje de tu mirada. Busco una vitrina que te refleje. Algo pasa allí en medio de esa porción de carne cubierta por una blusa gris. La columna vertebral. Yo no voy al lugar del crimen. Tu cuerpo vuelve a mí.

La espalda se transforma en tu rostro. Caminas por estos pasillos anónimos que te refugian de tus fantasmas, de mí. Llevas ropa en bolsas de plástico celeste. No sé si fui el fotógrafo de guerra o el milico que portaba el arma en nuestra guerra que duró un par de minutos. Recuerdo algunas imágenes de ese día: Un colchón abandonado en medio de un sitio eriazo. Un grupo de obreros de casco rojo colgando una gigantografía, en la impresión, una mujer rubia con la mitad del cuerpo sumergido en una piscina en altura, mientras observa una panorámica de Santiago sin contaminación. En primer término, tú, dándole la espalda al cartel, dándome los ojos a mí. Era la primera vez que te veía te parecías a alguien, tal vez un gesto, el color de pelo, la forma de caminar, un objeto que llevabas en la mano. Algo tuyo se imprimió en mis ojos y no pude escapar, te seguí. Lo que viene fue regrabado por mi mente, en vez de mi cuerpo sobre el tuyo, recuerdo la primera vez que fui al Fantasilandia: El vértigo, la sensación repentina de la muerte, la adrenalina, el grito, la atracción, el rechazo, la vida y las ganas de vomitar sobre el pasto del parque O’Higgins. Olías a detergente y a otros productos de limpieza. Tenías pintura en la tela de tu ropa. Marcia, vi tu nombre, tu fecha de nacimiento y tu huella en el carnet de identidad que escondí bajo la tierra. Yo nací en dictadura y tú en democracia. Mientras me movía sobre tu cuerpo, pensaba en los dedos mojados de la persona que le imprimió las hojas al presidente de Chile, para que diera su discurso el 21 de mayo. Había sangre, semen y agua. No recuerdo de dónde venía el agua.//∆z

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