Una conversación entre dos editores de historieta: Paula Varela, editora de Primavera Revólver, y Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita y Maten al Mensajero.
Con la proliferación de editoriales de historieta y el aumento de obras autoeditadas se difuminan los roles de la cadena editorial e inevitablemente se quedan en la mesa varias cuestiones: ¿Cuál es el rol de las editoriales?, ¿se puede prescindir de la figura del editor?, ¿es lo mismo imprimir libros que editarlos?, ¿cómo se construye ahora una relación con el autor?, ¿cuáles son las buenas prácticas a la hora de editar historieta?
Mario Muchnik en Oficio editor (2011), señalaba que el editor además de ser el primer lector de un texto, era un mediador constructivo entre el autor y el lector: “el autor, que en su tarea suele perder la perspectiva, le conviene escuchar atentamente al editor y, llegado el caso, discutir con él punto por punto. El autor tendrá la última palabra, mejor fundamentada después de haber discutido con el editor. Quien sale beneficiado, por supuesto, es invariablemente el lector” (p.: 12). ¿Qué sucede en el contexto actual?
En el ámbito de la historieta la transformación del sector editorial responde no solo a las limitaciones del contexto económico a la hora de imprimir, a la variabilidad de formatos y soportes, sino también a las prácticas de edición. Desde ArteZeta convocamos a Paula Varela, editora de Primavera Revólver, y Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita y Maten al Mensajero, para dialogar sobre el oficio de editar historieta en el contexto actual.
Paula Varela: Primero, hay que decir que puede llegar a haber una autoedición impecable. Pero una de las desventajas de una autoedición es que cuando el autor se autoedita, no puede tener una mirada crítica de su obra. Más allá de las cuestiones de la técnica editorial -que pueden tener que ver con el diseño, la diagramación, la corrección de estilo y todo eso- sobre todo en la historieta donde tenés dos lenguajes, que es el texto y la imagen, podés creer que se cuenta con esa imagen mucho más de lo que se cuenta, y por ahí no cuenta tanto o el texto no es suficiente.
Esta podría ser una de las mayores debilidades de una autoedición, que no venga alguien a decirte: “Esto yo no lo entiendo del todo”. Como editora, acá con Néstor, leemos los guiones y casi siempre tenemos algo que decir. Incluso a veces de imagen, nos focalizamos más en el guion, pero siempre hay algo que si vos se lo comentás al autor y le parece bien, mejora la obra. Esto siempre proponiéndolo como una sugerencia, no imponiéndoselo. La calidad de una publicación se define cuando se nota que hay un editor detrás que opina. En general, como editor colaborás en mejorar la obra. Después de diseño y sí, el diseño ya entra en una cuestión estética y de gustos: ¿Cuál es el mejor diseño? ¿Para quién?
Santiago Kahn: Sí, también cuando uno elige el catálogo, en general, en editoriales como las nuestras, tiene criterios desde qué autor o autora convocar, de qué tema se va a tratar, hasta qué tipo de historias busca, pero hay múltiples maneras de editar.
Hay una idea de la autoedición que está circulando, que tiene que ver con que el autor o la autora se autopublica, produce el libro y después también lo comercializa. Y nosotros estamos empezando a pensar, sobre todo ahora, en cuál es el rol de las editoriales. Es pensar en el contenido, pero también en qué pasa después con el libro.
El libro no es solamente que quede la obra bien diseñada, bien maquetada, alguna referencia con el trabajo de dibujo, sino qué pasa con la vida del libro después de que sale. En la literatura, por ejemplo, hay muchas editoriales que publican ediciones de autor en las que lo que hacen, sobre todo después, es comercializar. Esto no pasa en la historieta.
Estamos en un momento en el que se producen pocos libros de historieta por año y dentro de esos pocos libros hay maneras distintas de hacer. Entonces cuesta pensar en que haya una misma manera de editar, porque hay cosas que vienen desde el fanzine hasta los libros de 200 páginas a color. Es muy distinto el cómo se encara cada una de estas gestiones. Esta me parece que es la riqueza y la diversidad que tiene nuestro pequeño mundo de la historieta argentina: aunque hay poco, hay cosas muy distintas. No es que todos trabajamos de la misma manera.
Paula Varela: Hay un código mínimo que tiene que ver con el hecho de publicar historietas. Vos tenés un material que puede ser el dibujo original, hecho a mano, que después se escanea, pasa por un proceso gráfico y después eso se edita como imagen. También están los artistas que directamente producen sobre la pantalla. Cuando uno publica debe tener en cuenta el formato de destino, porque según el sistema de impresión cambia el registro.
Por ejemplo, si tenés que publicar un libro en color, en offset, hay un montón de detalles que si se te escapan, te va a salir mal la publicación. Lo digo por experiencia. Cuando empecé a hacer la revista, que tenía todos los formatos, o sea, todos los sistemas -tenían color, blanco y negro, grises- ahí algunas cosas me salieron mal y entendí cómo era. A veces te tiene que salir algo mal, para que la próxima te salga bien. Eso es parte del proceso, al menos hablando de editoriales pequeñas como las de historieta. En Argentina no hay una mega empresa, que incluso las megas empresas te hacen las cosas mal. Yo tengo historietas de todo tipo para mi hijo lector, de todas las empresas, y algunas son un desastre, a veces digo: “Sí, pero esto es Random, ¿por qué está tan mal?”. Así que seamos chicas o grandes es relativo también.
Santiago Kahn: Además hay algo que sí tiene que ver con la experiencia de las editoriales argentinas de historietas de 2005 para acá, que es como esta nueva oleada, diferente a lo que eran las editoriales de historietas de la década del 80 y las del 90. Muchas de estas editoriales están fundadas por dibujantes, diseñadores, gente que viene incluso del mundo de las artes, por lo que la parte técnica y calidad visual nunca está en duda. Sin embargo, no es lo mismo la parte técnica y visual que el proyecto editorial sostenido en el tiempo. Entonces, a veces lo que uno suele escuchar es: “Bueno, estéticamente hay muchas cosas en común entre algunas editoriales y todas deben trabajar parecido”, y no. Capaz que trabajan muy distinto en el proceso, pero el resultado se ve parecido.
La otra cuestión es que nosotros tenemos una dinámica industrial muy acotada en cuanto a los tipos de publicaciones. No es común que haya historieta argentina en tapa dura, por los costos actuales y por las tiradas, cuando el modelo del álbum francés es tapa dura. No tenemos ahora una recurrencia de publicaciones periódicas en revistas porque ahora no hay tantas revistas, pero sí hay antologías o hay incluso algunas editoriales pequeñas que hacen publicaciones breves. Entonces hay factores que son de producción y que también, como bien dice Paula, la mayoría no venimos sabiendo todo, ni empezás a publicar ya con todo sabido. Después de un periodo largo, podríamos decir 20 años, las editoriales van viendo esos cambios, esas mejorías. No es lo mismo los primeros libros de Maten al Mensajero, para hacer autocrítica, que los que hacemos ahora. Capaz tenemos errores nuevos, pero no los mismos que antes. Es aprender el oficio.
Para mí editar es un oficio muy noble, que hay que cuidar y proteger. Está bueno que haya gente que se dedique a hacer edición y que no necesariamente sea autor, pero está claro que por ser editor no sos mejor que nadie y solo por ser autor no sos mejor que nadie. Es un trabajo colaborativo. Esto que Paula decía para mí es muy importante, es esa mirada fuera de la obra que te puede decir: “Mirá que acá esto funciona o no se entiende o ayudaría tal cosa”. En general, salvo muy pocas excepciones, termina siendo algo muy valorado por los autores y las autoras. Es tener esa mirada de afuera que permite enriquecer la obra.
Editar a veces también puede ser pensar en el cambio de interlocución de una obra que se produce para el mercado alemán y se trae a Argentina. Tiene que ver con mejorar la obra pensando en el público que la va a leer. Así como la obra de los autores tiende a cambiar con el tiempo, hay cosas que van cambiando en las editoriales y que se mejoran, desde la narrativa, el trabajo con el color y determinadas cuestiones. En ese sentido, el tiempo y el desarrollo de un catálogo hace que algunas cosas decanten y a veces también cambian, no en cuanto a la calidad técnica, sino en qué quiere purgar. Nos pasa cuando trabajamos con un par de autores, con los que sacamos varios libros. Con ellos estamos continuamente pensando en esas cuestiones para el próximo, porque el proceso de trabajo también fue un aprendizaje juntos, estás como haciendo un acompañamiento con un autor. Hay otros autores con los que sacaste un libro y quieren después probar con otra editorial o quieren hacer algo de ciencia ficción distópica, por ejemplo, y capaz que no tiene que ver con lo que hacemos nosotros. El proceso es de aprendizaje y me parece aún hay mucho por hacer y por aprender de nuestro propio rol.
A partir de la década de 2010 hay un cambio tecnológico, en el que una serie de autores y editores de fanzines y libros autoeditados pasan a tener una calidad técnica más grande y comienzan a hacer libros de baja tirada, en calidad de impresión digital, pero en buena calidad. Y entonces de repente veías gente que hacía 50 ejemplares o 100 que parecían industriales, pero capaz que después no se conseguían en ninguna librería, salvo en ese lugar donde vos ibas a buscarlo.
Paula Varela: Claro, y ahí venimos a la otra pata que es la distribución. Creo que ahí sí te diferenciás con una autoedición, porque una editorial no puede no tener un buen circuito de distribución o, por lo menos, intentar tener el mejor circuito posible dentro de sus posibilidades. En nuestro caso no lo hacemos solo con CHE distribución. Nosotros tenemos CHE distribuciones y SD distribuciones, que nos distribuye casi a la par de CHE, incluso algo más en cuanto a ventas. Después tenemos la distribución en librerías a través de Calidoscopio. A veces mando algunos a Jenny y algunos a Cúspide, porque pienso que abre un poco el circuito. En el interior, donde no hay comiquerías en todas partes, puede llegar a haber en una librería común. De hecho, hay gente del interior que nos ha comprado libros a nosotros a través de Jenny, entonces, sí o sí a ese lector tenés que llegar por librerías. Vos como auto editor, para tener esa red, tenés que tener un mínimo de tirada, porque le tenés que dar un un paquete a uno, un paquete a otro, un paquete a otro, o sea, no podés hacer una tirada de 50 ejemplares, no sirve. Porque con 50 ejemplares no podés tener esa distribución no podés tener esa distribución.
Santiago Kahn: Algo que nos cuesta mucho pensar a veces es cuál es el esfuerzo que se privilegia al momento de la difusión. ¿Es entregar, por ejemplo, más ejemplares de prensa para que los reseñen?, ¿es pasar el PDF como pasó en a partir de la iniciativa de los Premios Cinder, para gente que no hubiera leído el libro si no lo tenía a mano?, ¿es hablar uno a uno?
Dentro de los tiempos limitados que cada editorial tiene, hay que elegir un poco a veces qué hacer, porque a veces también hay cierta frustración por parte de los autores y las autoras, sobre todo, cuando de repente dicen: “Saqué un libro y casi no hubo reseñas, casi no hubo entrevistas”. Y de repente ven que hay otras editoriales u otros autores que tienen un montón de reseñas y entrevistas.
Paula Varela: Voy a hablar por mi editorial nada más. No voy a dar una opinión general. En nuestro caso la llegada al lector no depende en nada de la divulgación. Todas las veces que entregué libros no cambió nada. Las notas no cambian nada. También es una realidad que los divulgadores de historietas son tan de nicho como la propia historieta. Mi percepción es que el cambio podría darse en abrir el público, salir de ese nicho y no podés salir de ese nicho a través de alguien que solo se maneja en un nicho. Tampoco pienso que no sirve para nada, por supuesto que seguramente algo sirve. Yo creo que todo suma, pero no logramos encontrar una difusión un poco más amplia. He conseguido alguna nota en Clarín, en La Nación, con los chicos de TN Tecno y eso es un público que va más allá de la historieta, porque llegás a gente que no sabe lo que es la historieta.
Santiago Kahn: Hace 100 años una manera para entrar en el canon en la discusión era que te publicaran. Hoy hay otros mecanismos para circular. Desde el fanzine en papel, hasta las redes sociales. Hay una idea muy mezclada entres los autores en la que se cree que por tener 10.000 seguidores en las redes sociales, al sacar un libro, se van a vender 10.000 ejemplares. No, no pasa. Hay gente que en las redes sociales no existe y vende 10.000 libros. Que tengas 10.000 seguidores en las redes, no se traduce en vender 10.000 libros de historieta en Argentina.
Entonces, nuestro rol a veces es mostrarle a los autores dónde puede funcionar mejor, pensar en ese trabajo de antemano. Con los años uno va pensando en el lanzamiento durante la edición del libro, incluso antes de firmar un contrato para ir publicar un libro y pagar un adelanto. Estás pensando en cómo hacer que circule, ¿en dónde, en qué librerías va a estar, con qué periodistas voy a hablar? Es una integralidad que a veces está reñida con la voluntad artística de alguien. Pareciera que se trata de producir una obra artística, que tiene que ver con sus intereses, con sus gustos, con su expresión. Sin embargo, no necesariamente todo lo que uno quiere expresar después es fácil de vender, de que circule, de que los libreros y las libreras lo quieran tener, lo quieran vender y lo quieran reponer. Esa parte es muy frustrante. Uno se burocratiza un poco, porque está pensando en cosas que quizás el autor o la autora no está pensando cuando produce su obra. Cosas muy utilitarias que tienen que ver con la extensión, el formato, ciertas limitaciones.
Otra cuestión es, ¿con qué nos comparamos cuando hacemos historietas argentinas? Nos estamos comparando con la industria del libro de literatura, nos estamos comparando con la industria de historietas de Francia, nos estamos comparando con la industria y la historietas de Japón o de Estados Unidos. Son todas cosas distintas. Para mí hay que hacerla nuestra. Encontrar las características propias de la industria Argentina. Tiene sus potencias y sus limitaciones. No queremos que los autores argentinos sean mangacas que no tienen vida. No queremos producir 200 tomos de una serie en 5 años. No, no es la idea.
Cada nivel para mí, cada mercado, tiene sus estructuras. Todavía me parece que nos cuesta o nos toma un tiempito encontrar cuál es la nuestra, cuál es la versión en la que nuestro sector de historietas se convierte en una industria con características propias que crezca, que cada vez sea más grande. No teniendo que imitar o medirse con esa vara. La comparación a veces para mí es más noble y más fácil cuando nos comparamos con el cine argentino, con el teatro argentino, en las maneras de producir acá, porque en otros lados todo lo hacen distinto, porque cuando comparamos una película argentina con el cine de Hollywood, también la comparamos con las condiciones en las que se producen acá y la potencia de lo que tienen y por eso el cine argentino es premiado en todo el mundo, pero mucha gente no ve ese cine argentino, que es premiado en el mundo. Entonces, me parece que tenemos más para aprender del cine argentino, del teatro argentino, que de compararnos con el manga y el comic europeo.
Paula Varela: Bueno, para hacer comentarios sobre las prácticas en relación con los autores, me parece que primero no hay que compararse con otras industrias de la historieta porque manejan otro nivel económico de circuito. Nada que ver. No puedes dar un adelanto de 3.000 euros como pasa en Francia. Eso no existe, es algo inviable. Vos primero partís de lo que es viable en tu país, en tu realidad. Segundo, partís de un acuerdo con los autores que sea sincero y que beneficie a la autoría y al editor, que le sirva a los dos en algún punto.
Si vos vas a sacar un libro del autor, digamos, acá está estipulado que el 10% del precio de tapa y multiplicado por la tirada, le corresponde al autor. Eso puede darse. Se lo podés pagar todo por adelantado, le podés pagar una parte por adelantado y después a derechos, digamos. Hay varias prácticas posibles, que tendrán que ver con las posibilidades de ese libro, con la relación que tengas con el autor, pero lo importante es que vos hacés un acuerdo que le sirva al autor y que sea verdadero. Si yo te digo que voy a publicar 500 libros o 200 libros o 3.000 libros, tiene que ser verdad, partimos de eso. Si te digo que te voy a pagar un adelanto, te tengo que pagar el adelanto. Si te digo que no te puedo pagar el adelanto, te pagaré los derechos en cuotas. El acuerdo debe ser conveniente para las dos partes. En este punto hay prácticas que no son éticas cuando le prometo al autor que le voy a pagar un adelanto y no lo hago o después no le pago los derechos. Eso es un problema porque estaríamos vendiendo humo.
Por otro lado, a mí me han publicado y no me han pagado nada, pero yo me quise publicar igual a sabiendas de eso. Esto también podría darse con un autor joven o no tan conocido, o sea, el editor sabe que no va a recuperar la inversión, porque editar un libro sale muy caro. Entonces, con un autor desconocido lo más probable es que no recupere la inversión. Ahí vos tenés que equilibrar en la editorial. Tenés que editar algo que te genere ingresos y, bueno, con eso que te sobra de algún otro libro le publicás al desconocido. El autor puede ganar poco ahí o nada en un acuerdo previo, porque te sirve igual como autor. Hay cosas en la vida que no son tan retribuibles directamente. Cuando no te conoce nadie, que te publiquen un libro es una maravilla. El problema es el acuerdo que hagas con el editor. Hago esta salvedad porque en Historieta Revólver, hacemos colaboraciones no remunerativas, porque si vos me das una página o dos páginas o cinco páginas, lo que yo te podría pagar de derecho de autor primero es nada, cero. No corresponde a nada eso en términos reales. Los libros de autor no son iguales. La antología de Historieta Revólver se hace con colaboraciones no remuneradas, porque si no, no lo puedo hacer, no lo puedo pagar. Lo hago solo porque creo que semejante esfuerzo económico y de tiempo que hago le sirve igual a los autores. Cuando vea que a los autores no les sirve más, no lo hago más, porque yo no gano y me lleva mucho más tiempo componer una antología, hablar con un montón de autores, que publicar el libro de un autor. Digamos que es un acuerdo más concreto, más directo. Lo único que hago sin pagar derechos es Historieta Revólver. Entonces, si yo quiero mantener una publicación antológica, lo tenemos que financiar un poco entre todos. Yo pongo la plata, pongo el trabajo, los autores ponen algunas páginas de historietas unitarias. Para mí ese es el resultado. A vos te conocen y a mí como editora para otro tipo de publicaciones. No es que yo estoy armando mi catálogo a través de Historieta Revólver. Mi catálogo son las colecciones, Trouz, Dóricos, Chiquirietas y Primavera Bonete.
Santi Kahn: En nuestro caso, con el tiempo pudimos volver a publicar autores y autoras, con quienes se charló con tiempo y se pensó en el proyecto. Con Camila Torre Notari desde que hicimos el primer libro hasta ahora, que ya van cuatro publicaciones, muchas se hicieron casi desde cero. Desde un fanzine que ya había hecho y que se expandió en un libro, hasta una idea que publicó en las redes y que se convirtió luego en un recopilatorio de material. No siempre se sabe con el primer libro de alguien si ese vínculo se puede desarrollar en el tiempo. A veces uno conoce una obra o conoce un autor y te gusta lo que hace, pero no sabés si después vas a querer hacer cinco libros más. Después también está la respuesta del público, porque uno piensa siempre en que hay alguien ahí que está esperando este libro o que capaz todavía no lo sabe, pero querés que se entere de que existe, que le guste y que diga: “Quiero más de esto”. Para mí también se trata de dejar de editar para sí mismo. A mí me tomó mucho tiempo de autoconciencia. Ahora no edito solo libros que a mí como lector me gustaría leer. Me parece que tiene que gustarle a mucha más gente que a mí, incluso gente distinta a mí. Hay un montón de gente que lee libros de Maten al Mensajero que no se parece a mí, por suerte.
Por otro lado, es difícil en nuestro ambiente, que es pequeño, encargarle a alguien un libro de cero, como lo que hacemos con los Grandes Historietitas, porque tiene que estar dispuesto a trabajar en un marco, pensando que va a ser para niños, que va a ser para ciertas edades y que el proceso capaz dure 2 años. A cambio recibe un adelanto, un pago por derechos de autor y si el libro se reimprime, como suele pasar, vuelve a cobrar, pero bueno, en términos relativos a lo que es el esfuerzo, que es producir un libro de cero, capaz que hasta puede ser poca plata para estar involucrado durante dos años en algo que tendrá 48 páginas. Es una cuenta difícil de pensar. Ahora que la colección de infantil se desarrolló, tiene cuatro títulos, y ya sabemos que vienen más, nos llegan muchas propuestas. En ese proyecto puntual nosotros buscamos al autor. Nosotros no publicamos ningún libro en todos estos 10 años que sea de alguien que nos mandó un PDF de 120 páginas ya cerrado. No pasó y probablemente no pase, porque no es lo que tenemos ganas de hacer. Puede ser que a algún otro editor le interese esa propuesta, pero no es la nuestra.
Paula Varela: Bueno, Santi decía que no todo lo que publica es para él como lector, ¿no?, Por supuesto. Por ejemplo, en mi caso que tengo dos colecciones de infantil, una de literatura y otra nueva de historieta, obviamente yo no soy la lectora de eso, pero de algún modo yo me pongo en lectora de cada cosa que saco. Y hay un criterio, en general, de toda nueva obra producida, porque nosotros hacemos algunos rescates, pero ahí es distinto. Para todo lo nuevo que se ha producido, lo que busco es que el autor exprese lo que más quiera hacer en ese momento, probablemente no va a ser el mayor logro de ese autor porque va a seguir produciendo y seguramente a partir de la acumulación de producciones va a ir mejorando, pero sí que se note que en ese momento lo dio todo. Eso especialmente se ve en la colección Trouz donde está, por ejemplo, Carina Altonaga. Ella estaba produciendo el libro, tenía la idea y lo fuimos trabajando juntas. Había un entusiasmo de su parte. Yo le di libertad para que hiciera realmente lo que quería, porque en realidad lo mejor que puede hacer un autor es hacer lo que quiere. El límite es que vos puedas expresar lo que quieras y que después, bueno, me tenga que interesar a mí, pero esa es una circunstancia totalmente aparte.
A mí lo que más me interesa es que vos primero hagas lo que crees y si eso coincide con mis intereses como editora, te publico. Pero si vos no hacés, y se nota cuando uno no lo hace o cuando uno hace lo que quiere el editor, se nota cuando uno produce para que la editorial acepte. Por ejemplo, el otro día comentaba que a mí la ciencia ficción es lo que menos me interesa. Lo cual no quiere decir que no me interese nada de ciencia ficción, o sea, vos me hacés una ciencia ficción novedosa y me va a interesar, por supuesto que me va a interesar. Lo que no me interesa es que la ciencia ficción es muy repetitiva y todos cuentan exactamente lo mismo. Eso me molesta mucho de la historieta de ciencia ficción. Es todo igual. Te digo por lo menos, lo que a mí me llega. Me llega mucho material. Ahora, si hacés ciencia ficción original, te la voy a publicar. Son muy pocos los autores que hacen obra de autor. La mayoría trabajan para algún mercado, porque tienen que vivir. Los que viven del dibujo, por ejemplo, producen para un mercado y adaptan su dibujo a un mercado y lamentablemente muchos no están haciendo su obra por dedicar su vida a ganar plata, que está bien, todos tenemos que vivir, ¿no? Más vale. Hay que encontrar un equilibrio, o sea, un artista no puede ser así. Un artista tiene que encontrar un equilibrio entre “hago lo que yo quiero, tenga o no tenga plata, y hago lo que me piden para tener plata”. Si no, vos vas a tener 40, 50 años y vas a decir -como he escuchado lamentablemente a autores talentosos-: “Y no hice mi obra”. Para mí el valor está en hacer lo que uno realmente quiere, independientemente de lo que quieran los editores. Y el editor, creo, un buen editor tiene que ver eso. Tiene que ver el valor de esa obra por la intensidad del compromiso del autor. Así que ese es el mayor criterio que yo tengo.//∆z