Primal Scream se presentó el domingo en el festival Music Wins para recorrer su camaleónica discografía en un show demoledor.

Por Matías Roveta
Fotos de Pablo Meckler

Uno a uno los músicos fueron apareciendo en escena y ubicando posiciones al frente de sus instrumentos, y luego Bobby Gillespie -enfundado en un traje rojo y una camisa blanca con rosas estampadas- se hizo cargo de la situación como maestro de ceremonias al frente de Primal Scream: la verdadera joya en la noche del Music Wins y uno de los mejores shows que la decisiva banda británica hizo en Argentina. “Movin’ On Up” abrió la noche e invitó a viajar en el tiempo hasta 1991, pero el hit de la obra maestra Screamadelica sonó algo confuso: en esta formación de banda 2016 Gillespie eligió un formato más despojado, con un solo guitarrista y sin acompañamiento de vientos ni coros. Como consecuencia faltaron los machaques acústicos carácterísticos en la intro y los punteos con slide que cortan el estribillo, los coros gospel sonaron sampleados y todo se resumió a un riff acelerado de Andrew Innes que desnaturalizó la versión original.

Pablo Mekler

Por suerte las cosas se acomodaron rápidamente con una inspirada versión electro rock de “Where the Light Gets In”, corte de Chaosmosis (2016) y verdadera excusa para esta cuarta visita. A partir de allí la lista de canciones fue dejando en claro que Primal Scream es, sobre todo, la banda del genio inclasificable de Bobby Gillespie: alguien que le imprimió a su grupo un sonido amplio, que se movió a lo largo de las décadas al compás del cambio permanente y que se puso en las pieles de un camaleón del rock dispuesto a aventurarse en todo tipo de riesgos artísticos. Así, en un sano ejercicio de buena melomanía rockera, el show no dio respiro: hubo rock and roll con “Jailbird”, sonó el garage sucio de “Accelerator”, el krautrock de “Shoot Speed/Kill Light”, la psicodelia regada con éxtasis de “Higher Than the Sun” y el sonido madchester de “Trippin’ on Your Love” con el arpegio de Innes que calcó el sonido de John Squire de los Stone Roses.

Pablo Mekler

“Swastika Eyes”, del gran XTRMNTR (2000), fue unos de los puntos altos y su ejecución perfecta sirvió para hacer justicia a la enorme banda que acompaña a Gillespie. Porque, más allá de que el alto y flaco cantante oriundo de Glasgow ejerce una atracción magnética arriba del escenario, cada pieza en el complejo engranaje de Primal Scream cumple su rol a la perfección: Simone Butler disparó una poderosa línea de bajo distorsioando sobre un ritmo galopante de batería, mientras que Andrew Innes soltó ráfagas huracanadas con su guitarra lacerante y Martin Duffy procesó sonidos raros con sus teclados, para dar con un demencial paso de rock y electrónica abrasiva con mensaje político de Gillespie en franco ataque a gobiernos autoritarios. En el otro extremo de la paleta sonora de la banda se sitúa “Damaged”: si las mencionadas “Movin’ On Up” y “Loaded” parecen relecturas de “Sympathy for the Devil” pasadas por el filtro acid house y la cultura rave de fines de los ochenta y principios de los noventa en el Reino Unido, “Damaged” remite más a las baladas de los Stones de comienzos de los setenta.Pablo Mekler

Kurt Vile subió como invitado para la guitarra rítmica, pero los que brillaron fueron Duffy con notas de piano alla Nicky Hopkins y un Andrew Innes –de nuevo enorme- puesto en las botas de Mick Taylor con un solo demoledor: el contexto de banda actual parece en definitiva favorecerlo, al tener que hacerse cargo él solo llenado espacios y logrando que Primal Scream se apoye en el sonido de su guitarra.

Hubo lugar también para más de los habituales maridajes entre rock, pop y eléctrónica de Chaosmosis con “(Feeling Like a) Demon Again” y “100 % or Nothing”, pero en el arrollador final del show estuvo lo mejor de la noche: el himno generacional “Loaded” y su grito libertario desde un sampler, el power country “Country Girl” y los tines glam rock de “Rocks”, de nuevo con Kurt Vile como invitado. Faltó tal vez alguna más, “Come Together” no hubiera estado mal, pero poco más de una hora le bastó a Primal Scream para terminar con un escenario encendido y dejar en claro que en la diversidad está el placer.//∆z

Pablo Mekler