Duki es un músico inquieto y una de las apariciones más interesantes de la escena musical argentina de los últimos años. Repasamos los hitos y características de su carrera para entender su último viraje con 24, su primer EP.

Por Rodrigo López

¿Quién es Duki? Uno de los artistas más interesantes, exitosos y prometedores de la nueva escena musical argentina. A sus 24 años, Mauro Ezequiel Lombardo ha conseguido muchísimo más que lo que muchos músicos pueden apenas soñar a lo largo de su carrera. Esto lo posiciona a nivel regional y global, pero también despierta un sinfín de interrogantes.

¿Por qué hablar del futuro en este momento? Porque si hay algo que ha caracterizado a Duki desde sus inicios allá por el año 2017, es la incomodidad absoluta con las fórmulas y el desprecio a la idea de quedar encasillado como un producto de góndola.

Desde su debut desfachatado con “No Vendo Trap” –tres palabras que terminarían siendo su leit motiv–hasta su más reciente single “Eo Eo”, Duki ha hecho del cambio y la mutación un estilo de vida. Se abrazó de forma libre a las diversas vertientes del trap y dialogó intensamente con el rap más clásico gracias a su formación en la escuela de El Quinto Escalón.

El oriundo de Almagro se convirtió en uno de los verdaderos pesos pesados de la nueva música popular argentina. Completando la analogía, entendió a la perfección como pasar de ser un boxeador agresivo y demoledor, con la potencia de su mano derecha como arma principal, a un verdadero profesional capaz de recorrer el ring con recursos e sobra y de preparar con paciencia el escenario ideal para un K.O feroz.

A pesar de las presiones de la industria y de los conflictos vividos dentro de una escena que crece sin parar, Duki jamás perdió ni el hambre de gloria ni su capacidad de golpear directo al mentón sin miramientos.

Con la alternancia y la evolución como pilares, es decir, respetando la esencia mutante del trap, Duki construyó una carrera tan prolífica como intrigante. También evolucionó en la manera de interpretar las canciones, tanto en vivo como en el estudio, pasando del auto-tune como una simple extensión de sus cuerdas vocales a convertirlo en un instrumento más con el que expandir su arte.

Y aquí hay que detenerse. Porque Mauro Ezequiel Lombardo es un hijo tanto del movimiento iniciado por las batallas de freestyle en nuestro país como de una generación de raperos criados bajo el ala de 808s & Heartbreak (2010) de Kanye West: poco comprendido en su era, este trabajo del artista norteamericano significó un quiebre respecto del hip hop más tradicional, expandió el uso del Roland TR-808 como nunca y exhibió las posibilidades que daba el famoso auto-tune en lo que refiere al uso de la voz como un instrumento capaz de abrir el alma y el corazón a las multitudes. Si a esta mezcla le agregamos la acidez y la crudeza del trap que se originó en Atlanta durante los complejos años ’90, recibimos en nuestros oídos a uno de los artistas tal vez más versátiles e innovadores de los últimos treinta años de historia musical argentina.

Duki aprovechó su ascenso de la mano de “Loca” y “She Don’t Give A Fo” para virar hacia la Atlanta post-2010, algo que se puede escuchar con claridad en canciones como “Hello Coto”, “Rockstar” e “Hijo de la Noche”.

También, a través de piezas similares como “Si Te Sentís Sola” y “Fvck Luv”, Duki se acercó conceptual y sonoramente a la nueva camada norteamericana. Una generación que se plantó con un estilo tan crudo y real como el que se escuchaba en el hip hop originario. Pero sin miedo a exponer cuestiones sentimentales antes consideradas como banales para triunfar en la escena que quedó tras los asesinatos de Tupac Shakur y de The Notorious B.I.G: dominada mayoritariamente por una pose gangster sin contenido social ni político y con bastantes claroscuros en cuanto a la calidad musical.

La confirmación de su evolución hacia un flow oscuro y letal, además de una mejora notable en cuanto al manejo del beat, llegó con una serie de hits innegables: “Ferrari”, “LeBron”, “Ballin”, “Vapormax” y “Hitboy”. Estas canciones fueron punta de lanza de este terremoto, al mismo tiempo que Duki se animaba a coquetear con los géneros latinos originarios y modernos en “Sin Culpa”.

Este affaire se convirtió en una realidad con la salida de su disco debut,  Súper Sangre Joven (2019), un álbum que no recibió tantos aplausos como merecía.

A veces la audacia no se lleva todos los premios, pero fue muy interesante que haya elegido su disco debut para desmarcarse de lo más comercial, de lo más simple y eficiente en cuanto a ventas. Hizo realidad esa línea punzante de “LeBron”, en la que le explica al mundo su visión del trap argentino post-salto hacia la masividad y su lucha constante frente a una industria que nunca lo vio como otra cosa que la famosa gallina con los huevos de oro:

¿Ahora dónde están to’ eso’ que eran rapero’? / Yo no juego a ese juego hace cuatro enero’ / Aunque odien decirlo, yo fui el primero / Y ninguno me compite, mami, sé que no exagero 7 Cuando lo puse de moda no lo entendieron / Ahora que ‘tamo’ en la joda dicen: “‘Tá bueno” / Podría estar má’ pegao’ que to’ eso’ trapero’/ Pero soy más underground que lo que yo quiero 

No olvidamos a “Goteo”. Este éxito arrollador lo ayudó a establecer un sonido mucho más cercano al experimental-industrial en cuanto a las texturas en el beat, pero sorprendió que el recorrido haya sido el inverso a lo habitual. Primero, el single mainstream que giró por todas las radios y que tuvo millones y millones de reproducciones en todas las plataformas globales. Luego, un disco de larga duración mucho más complejo y más concentrado en los gustos específicos, esos que no siempre van de la mano de lo que todos esperan. Se trata de un artista que empezaba a entender que la única manera de sobrevivir a la picadora de carne era trazar el propio camino aún ante el riesgo de perder apoyo de sus fanáticos.

No era descabellado imaginar esto. La escena del rap y del trap creció muchísimo desde el año 2017 hasta la actualidad, la oferta es cada vez mayor y han surgido figuras interesantes que tienen con que plantarse frente a los galones dorados de exponentes centrales como Duki, YSY A y Neo Pistea.  Sin seguirle el rastro a nadie, Mauro entregó en fila una buena cantidad de singles llenos de versatilidad y dinámica: toques de reggaetón y dembow en “Perrea”. Trap crudo en “H.I.E.L.O” y “Fornai”. Secuencias voladoras y llenas de cambios bruscos en “Como Si Na” y “Nota Espacial”. Una bomba de calor como “Café”, en la que todos sus universos artísticos dialogan con una fluidez pocas veces vista. Y hasta se dio el lujo de grabar una balada introspectiva, “Acapella”, que dejó a todos tan confundidos como expectantes de cara a la salida de su primer EP.

El día de su cumpleaños número 24, Duki lanzó a las calles un disco de corta duración que gira de forma constante entre las veinticuatro horas del día y todas las posibilidades que ello conlleva y su edad como punto bisagra para su carrera.

24 (2020) es también un nuevo paso al frente en cuanto a lo conceptual y sonoro: con una lista importante de productores e invitados, Duki vuelve a descender a las profundidades de la oscuridad suburbana, acercándose de forma clara al drill rap en sus variantes británica y norteamericana y haciendo de la distorsión, la crudeza y la furia un hogar. Sin aviso previo, el track escondido detrás de la canción que cierra este menos exploratorio pero más explosivo EP hace las veces de puntapié de una nueva etapa tanto para Duki como para el trap argentino:  todos sabemos qué es lo que sucede cuando un pionero traza un nuevo camino.

Con el lanzamiento de “Eo Eo” y “Por Mi Nombre”, la línea del drill se abre por completo y queda muy atrás el abrazo con la esencia más latina de Súper Sangre Joven: no se trata de un retroceso, sino más bien de una profundización del minimalismo estético y sonoro que habíamos vislumbrado pocos meses atrás. La luz es absorbida por la oscuridad, gana lugar la densidad en el beat y permite que sus habituales productores All-Star introduzcan en los beats texturas  más complejas que habilitan un juego mucho menos lineal y, por momentos, mucho más desafiante desde la voz.

¿Es posible que se conforme una sub-escena dentro del trap argentino centrada en el drill? Es una posibilidad, pero la realidad es que el drill es tan difícil de catalogar como el mismísimo trap originario. Nació a comienzos de la década pasada entre la violencia, la muerte y la miseria de una Chicago desigual y abandonada. Es un estilo musicalque representa a la perfección una zona de guerra en la que las pandillas son la ley y en la que los asesinatos están muy por encima de la media nacional. La glorificación en su lírica de la violencia es tan chocante como lógica: siguiendo su arco histórico, entendemos que el hip hop tiene como pilar central el contar la verdad de las calles sin intermediarios ni edulcorantes.

Pocos años atrás, Chief Keef y su “Love Sosa” abrieron la caja de pandora. Comenzó así el reinado y expansión de un sonido plagado de oscuridad apocalíptica, de violencia originaria y de beats mucho más densos y ominosos que la normalidad mainstream. El diálogo de Duki viene más por el lado de los beats con tempo moderado de Estados Unidos que de los de doble tempo británicos. Es importante la libertad que se permite a la hora de dominar la base desde un fraseo mucho más disociado y menos frenético.

Estos dos primeros experimentos del argentino no escapan de la lógica regional del freestyle y sus punchlines, pero encuentra puntos de coincidencia fuertes en el hecho de que, por momentos, es necesario concentrarse solamente en la agresividad y el instinto crudo, antes que en la amplitud y precisión de las barras y en la temática de las líricas. Si el trap y el rap tienen una gran cantidad de variantes, el drill es una representación de la claustrofobia total y de una falta de luz muy marcada. No por ello se permite entregarse en absoluto a un aura fatalista y autodestructiva: la celebración y el goce son clave, algo que por lo general es bastante mal interpretado por una audiencia en gran parte blanca y con ganas de dar un sinfín de lecciones de moral que terminan siendo moralina.

Es difícil comparar la escena trap/rap argentina con la de “Chiraq”. Los contextos sociales y políticos son totalmente inversos en cuanto a violencia cotidiana, al racismo estructural histórico y a la muerte como una certeza para un amplio sector poblacional. No es descabellado imaginarse una incursión general en nuestro país hacia el drill en los próximos meses. Este es un detalle importante porque volvería a confirmarse la influencia absoluta de Duki dentro de la nueva música popular argentina. Un Duki que, ante tantas preguntas acerca de sus próximos pasos profesionales, volvió a imaginarse el futuro y decidió escribirlo desde las profundidades del underground, algo que no muchos van a poder entender en una primera escucha y a lo que seguramente le tomarán el gusto en algunos meses. Es sabido que hacia dónde apuntan los reyes, todos empiezan a caminar con mucho apuro. Ellos son los que a fin de cuentas lo ponen de moda y todos los demás son quienes, después de un buen rato, se dan cuenta de que está verdaderamente bueno.//∆z