Elegimos diez discos revelación del año que se fue.
Ilustración de Sabrina Pintos (@sabri.pio)
El destierro – Césped
Césped comenzó como un power trío, luego incorporó teclas e ingresó un nuevo bajista hasta devenir actualmente en un cuarteto (Gardes-Spinelli-Mareco-Naya), donde se los ve afincados y en plenitud tras el lanzamiento de El destierro. En todo ese trajín, el sonido mutó radicalmente. Abandonaron la psicodelia para entregarse de lleno a la canción, enarbolada por un rock-pop recargado de arreglos meticulosos. El mismo nombre del registro hace hincapié en la transición: es momento del destierro, de seguir camino. Ahora suenan compactos, frescos y elegantes, y en parte se debe al aporte de Mariano diCesare, El Príncipe Idiota, bajo el rol de productor –también sumando guitarras en algunas canciones–. “La soledad me regalo un puñal y una flor / mi enemigo acá soy yo, no vos”, dispara Juan Manuel Gardes en “Mi enemigo”. Un beat que marca la base, las guitarras aplican arreglos justos, los sintetizadores le dan oxígeno a la canción, las melodías se resbalan como arena en las manos. Hacia el final, otro hit poderoso con Martín Spinelli en voz: “Las sombras”; que reza “no puedo ver el sol si me encuentro en la sombra / no puedo pensar en vos, si no te encuentro en mis cosas”. Una de las revelaciones del año. Juan Martín Nacinovich
Oscilador – Fonez
Mediante bases machacantes, acoples, guitarras distorsionadas y un poderío de sintetizadores espaciales, Oscilador, la segunda placa de los cordobeses Fonez, atrapa, ata y no suelta. Kraut de la sierra cordobesa, cargado de vértigo y expansión. Aunque no se trata sólo de la familiaridad con el movimiento de posguerra alemán, los Fonez por momentos hacen metástasis con la escuela platense descendiente del indie americano de los años noventa, sobre todo a través de sus guitarras. Aparecen las figuras de Stereolab, Yo La Tengo, Neu! y Kraftwerk. Todo en uno, decantando en una hibridez experimental de lo más fina. “1° de mayo” podría ser una composición del Niño Elefante; “AX100”, la apertura, es una ruta de curvas y contracurvas; hacia el final, entre la suavidad y la disonancia, arremete “La visión”, uno de los tracks más destacados de la placa que genera un letargo climático interesante durante sus nueve minutos de duración, sumando letra –una de las dos canciones que cuentan con lirica junto a “Mezcla”–: “Luces aturden la forma en que ves / luces a veces un tanto confundido / quiero creer es sólo la luz / quiero pensar es sólo un color disonante”. Juan Martín Nacinovich
Culebrón – Julián Debasts
Si en Tarado (2015), su primer trabajo solista, Julián Desbats se introducía en un western urbano con pulso beatífico, en Culebrón (2017) desnuda su alma, cambia de piel y se abre de forma visceral tras una ruptura sentimental. A modo de duelo curativo, Culebrón son doce canciones expulsadas de forma espontánea cargadas de una poética iridiscente, de esa que a veces se piensa pero cuesta poner en palabras: “Porque el tiempo se nos va / no somos nada de nadie / lo que sentimos hoy / mañana no existirá”; “No hay que sostener lo que queda muerto y vivir de fantasmas / a la mañana me despierto lleno de preguntas / a la noche duermo sin dormir”. Desbats es curioso por naturaleza, navega por los mares de la música en busca de nuevas mixturas. En él conviven distintos personajes, el tipo de corte más ruidoso en Los Rusos Hijos de Puta, el trovador folk en Tarado y la estrella pop romántica sensible ahora en Culebrón. Si de algo estamos seguros es que su próximo álter ego será una incógnita. Juan Martín Nacinovich
Louta – Louta
¿Alguna vez les pasó que un disco los sacara a bailar? El primer álbum homónimo de Louta sumerge en un trance a quien lo escuche del que difícilmente se pueda salir hasta que termina. Ya con la batería poderosa con la que arranca “Sigo sin entenderte”, el primer tema, dejás todo lo que estabas haciendo para compenetrarte con la canción. “Tu cara me tiñó el cerebro” es la frase que no se despega, mientras abre paso a otras pequeñas sutilezas electrónicas como pistas para seguir el camino del sonido. Continúa con “Felix” que explota apenas comienza y el disco se mueve “rápido sin barrera” sin comprender exactamente qué está pasando. “Dicen que si pongo todo hoy me llevo lo que no conozco” canta “Qué bien que estoy” que podría sintetizar la experiencia del disco, entre pocas certezas y teclados galácticos se encuentra un horizonte posible. Producido por Louta y sus amigos, el álbum responde a esta lógica de disfrute y camaradería, logrando un sonido construido a partir del amor y la amistad, dos valores que este “alto uach” trasmite en sus canciones. Si bien fue recibido con buenas críticas, pasó desapercibido de los rankings en 2016. Pero la revancha llegaría en el Lollapalooza de este año, donde hizo bailar con sus hits a propios y extraños. Vera Buendía
El amor y el tiempo – La vida en familia
“Vos, que sabés /el esfuerzo que tomó, /no tomes ese tren /que solo vuelve a la estación” canta Sebastián Man en “Imperio”, track que abre El Amor y El Tiempo, primer LP de La vida en familia (LVEF). La cadencia de la voz de Man se ubica en el mismo universo sonoro de Daniel Melero y hasta por momentos en el de un joven Francisco Bochatón. Es una canción de amor, también puede leerse como una declaración de principios, en cómo ponerle el cuerpo al arte. Joel Vargas
Vacios y Variables – Pyramides
Pyramides pega un gran salto con este álbum, pone su nombre entre las principales figuras de la nueva escena independiente argentina y lleva el postpunk argentino a un nivel de calidad mundial. Postpunk, new wave, guitarras enfermizas, bases pulcras y ajustadas y una voz oscura pero esperanzada son algunos de los componentes de este primer larga duración de Pyramides. Si bien son los mismos que se vislumbraban en su primer EP de 2014, aquí se encuentran mucho más claros, mejor expresados, alejados del lo-fi de sótano lóbrego y asfixiante que allí se escuchaba. Ahora el sonido –una de los grandes tesoros de este disco- es fuerte y claro, potente e iluminado. Sigue habiendo oscuridad pero es otra, pura, concreta y encantadora. Claudio Kobelt
SAIEG – Simón Poxyran
Muchas obras están inspiradas en la muerte del padre, un ejemplo: La ley de la ferocidad, novela de Pablo Ramos. En Saieg, de Simón Poxyran todas las canciones están dedicadas a su progenitor. En una entrevista Simón cuenta que su papá se suicidó en 2005 y él se enteró recién en 2015. “Él es como mi doppelgänger. Muchos de los temas del disco solista hablan de mi papá”. El líder de Perras on the beach sorprende con siete tracks cargado de melancolía, con un sonido que remite a Mac DeMarco y un guiño a Charly García (al final de “Dónde Estás?” suenan los acordes de “Cerca de la revolución”). Canciones como “Mejor Que Ayer” y “Sin Drogas” confirman que Poxyran es uno de los artistas que renueva el sonido de la escena independiente. Ecléctico y talentoso, esa es la fórmula ganadora. Joel Vargas
Des – Un Planeta
Empecemos por lo obvio: ¿qué pasa que en La Plata no paran de salir bandas que te conquistan de una? La lista es larga, no hace falta que enumeremos. Otro cliché: el tercer disco de una banda es clave, es una bisagra en su carrera, se consolida su sonido o no. Ahora dejemos de lado estos lugares comunes de las reseñas y vayamos al grano. Des de Un Planeta es adictivo. Cumple con todas esas condiciones del famoso tercer álbum. Su sonido se afianzó. ¿Synth Pop? ¿New Wave? Es todo eso a la vez y más. A lo largo de las ocho canciones que tiene, la voz de Gastón Le seduce y tira frases como: “Cuando estamos cerca el fuego está ardiendo”. Y detrás, un mar de synthes. Una fiesta. ¿El hit? Difícil elegir uno pero el premio se lo lleva “Arriba”, un estribo ganchero es el culpable. Joel Vargas
II – Usted Señalemelo
Si algo faltaba para zambullirse hacia una federalización total de la escena independiente argentina es un disco como II. Hace mucho tiempo que no todo sucede en Buenos Aires. Primero con Mi Amigo Invencible como mascarón de proa y ahora con una nueva generación de músicos entre manos, Mendoza se posiciona en el centro del mapa. Las Perras On The Beach de Simón Poxyran, Luca Bocci, Las Luces Primeras, Pasado Verde y, en medio de toda esta nueva oleada, Usted Señalemelo. Tres pibes sub-21 con estética glam e idiosincrasia cuyana que interpelan lo mejor del pop, mimetizándolo con sofisticada psicodelia y pinceladas electrónicas. En II, la segunda placa en su haber, hay un salto evolutivo impensado, con un entramado conceptual complejo donde conviven baladas clásicas y épicas (“La Bestia” y “FT” respectivamente), tracks con pasta de hit instantánea (“Aguetas”; “Siento”; “Pana”) y una palestra de géneros que se mezclan versátilmente incluso dentro de una sola canción: “Big Bang”, con una onda funk en su primera mitad y una textura casi dub hacia el final cuando resuenan los vientos made in La Skandalosa Tripulación. Juan Martín Nacinovich
Ruido Azul – Velocidad entre vientos feroces
“¿Cuántos sonidos existirán? Lo pienso y me da miedo”, admite José Bosellini en “Ciencia ficción”, uno de los puntos más altos de Ruido Azul, el segundo disco de estudio de Velocidad entre vientos feroces. Con el rock alternativo como punta de lanza, los Velocidad se comunican con cadencia post-punk, nervio kraut y vuelo shoegaze. Ahora las canciones tienen otro tratamiento, la banda suena más sólida. De nuevo preponderan los pasajes climáticos, el sonido fluye amalgamado como un poder oculto (sic) que emerge de una cueva. La voz desgarrada a la crooner al frente transmite una melancolía inflamable, en segundos la banda pasa de una base rítmica al caos de guitarras y sintetizadores. Si en el debut homónimo las letras gravitaban sobre un imaginario compuesto por la ciudad de La Plata, El mató, 107 Faunos, el DeLorean y The Master de Paul Thomas Anderson, ahora salen a la luz realidades distintas, casas derrumbadas, los días jóvenes, los resquicios de una era dorada. Juan Martín Nacinovich