Otro año que se va, quedan las películas, las que no podés perderte.
Por Mauricio Pérez Gascué
A fin de año a muchos se nos da por hacer un repaso de lo sucedido en todos los ámbitos de la vida, y el cine no está exento de eso. No fue tarea fácil (rara vez lo es) elegir sólo diez entre la gran cantidad de títulos aparecidos este año. En primer lugar por una cuestión subjetiva, en segundo lugar -y es este punto el que más me preocupa- debido a lo difusa que se vuelve la agenda de estrenos.
Los tiempos que corren han modificado la manera de ver el cine para siempre (y seguramente seguirá cambiando con el correr de los años). Por un lado tenemos “la versión oficial” que corresponde al canal tradicional: las fechas de estreno en las salas de cine nuestro país, cuyo gran problema es que sólo llegan a los cines una mínima parte de las películas que salen a lo largo y ancho del planeta. Por otro, están los canales de distribución “extraoficiales”, alternativos o autogestionados, que consisten en adquirir en tiendas virtuales películas en dvd originales de los estrenos que acá no llegan siquiera mediante las distribuidoras a los videoclubes, así como también existen los sitios para verlas online mediante un pago previo, todo para poder ver las películas que nos inquietan a los cinéfilos a medida que se van estrenando. Finalmente aparecen los canales ilegales que funcionan a favor de la cultura pero en perjuicio de los artistas, mal llamada muchas veces piratería ya que muchos de estos sitios no lucran o en todo caso no les cobran a los usuarios por el acceso a los films, sea mediante la descarga de las películas o la visualización online que permiten verlas gratuitamente
¿Por qué me inquieta tanto el tema? Porque el cine es cultura y lo más maravilloso es que a pesar de las problemáticas planteadas, su sistema de distribución es de los más democráticos que existen en el sentido que, salvo entendibles excepciones, todas las entradas de cine tienen el mismo valor. Uno puede por el mismo precio elegir entre: un súper tanque Hollywoodense, una modesta producción independiente local, la ganadora del festival de Cannes, una de Pixar, una película iraní o la de algún consagrado director francés. ¿Cuál es el criterio adecuado para determinar qué películas corresponden al año que pasó? Opté por seleccionar las que mi agenda cinéfila me fueron marcando a lo largo del año, las que de alguna u otra manera engrosaron mi cultura cinéfila y que ahora quiero compartir con ustedes, en estricto orden alfabético. A saber:
Aquel Martes Después De Navidad:
La última obra del rumano Radu Muntean cuenta una historia muchas veces vista pero que es, sin lugar a dudas, una de las mejores películas acerca de un triángulo amoroso que haya visto. Cristi, lleva diez años de casado. Hace un tiempo tiene una joven amante que le cambió la manera de verse así mismo, y que resulta ser la ortodoncista de su hija de ocho años. Ella y su mujer, a su manera, lo completan, lo contienen y lo hacen la persona que es. Pero desde un principio el espectador sabe que estas relaciones no pueden terminar bien, y más temprano que tarde el destino quiere que ambas mujeres se encuentren cuando Adriana lleva a la hija del matrimonio a atenderse con la amante de su marido. Cristi debe entonces tomar la decisión que algún día iba a tener que tomar. Es interesante cómo el director se las arregla -partiendo de una premisa tan sencilla y vista en la historia del cine- para no caer en ningún lugar común, ni dar golpes bajos. Consigue así una película extremadamente equilibrada acerca de la búsqueda del equilibrio, y nos muestra que no siempre la falta de amor es el problema, sino que cuando el amor sobra también es una verdadera tragedia.
Blue Valentine:
Desde una óptica más realista que pesimista, desde un principio se acepta que todo lo que empieza tiene indefectiblemente un final y, en el caso de una pareja, uno feliz sería utópico. Esta película funciona como la autopsia de una relación en la que se aman el uno al otro tanto, que se lastiman mutua y profundamente de una manera en la que sólo quienes se aman pueden hacerlo. La pareja protagónica está impecable: son personas, no personajes, que sienten y hacen sentir logrando que cualquiera que haya tenido una relación amorosa pueda verse bien representado por ellos. Michelle Williams ya no es más una joven promesa, sino una realidad. Y el ya experto en películas románticas Ryan Gosling finalmente se reivindica del meloso y casi vomitivo papel de Diario De Una Pasión. La estructura del relato es un ida y vuelta constante en diferentes momentos de la vida de esta pareja, sin embargo es imposible perderse gracias al enorme sentido de la ubicación aportado por su director, Derek Cianfrance. Una película que por momentos duele, pero vista en su completitud ayuda a comprender actitudes propias de la naturaleza humana que bien asimiladas resultan una experiencia enriquecedora.
Carnage (Un Dios De Ira):
La última de Roman Polanski lo mantiene más vigente que nunca. Es una gran comedia negra americana basada en una obra de teatro, cuya acción transcurre enteramente en un departamento neoyorquino y que fue paradójicamente filmada desde el exilio, ya que el polaco hace años no puede pisar Estados Unidos debido a su pedido de captura. Dos parejas que entablan una conversación a partir de un incidente entre los hijos de ambos, terminan discutiendo entre todos sobre temas varios, la mayoría muy personales y otros tantos un poco más generales. El secreto del éxito no sólo se basa en un reparto conformado por un verdadero dream team de la actuación (Jodie Foster, Kate Winslet, John C. Reilly y Christoph Waltz), sino en el obsesivo cuidado del detalle por parte de Polanski. Cada línea de diálogo, cada movimiento de cámara, cada objeto dentro del decorado está puesto con un propósito que se va descubriendo conforme avanza el film. Por momentos algunos conflictos entre los personajes pueden resultar algo burgueses, pero eso no desmerece en absoluto la calidad de la película y lo que es más importante, su comicidad.
Contagio:
La última película del siempre interesante Steven Soderbergh es una nueva joya del género. Partiendo de la trillada premisa de una epidemia a nivel mundial que amenaza la continuidad de la especie y provoca una hecatombe en todos los órdenes sociales, logra esquivar muchos de los lugares comunes en los que suelen caer estas películas gracias a un planteo inteligente donde se cuida meticulosamente cada detalle en la puesta en escena, sin dejar cabos sueltos en lo argumental. Las actuaciones son de un elenco de estrellas que construyen personajes reales y creíbles. El director consigue recrear un escenario tan caótico como plausible en un film que alterna adecuadamente entre el vértigo y la asfixia, obligando al espectador a verla apretando los dientes continuamente. Otro de los aciertos de la película es su costado político, que en este caso es más implícito que explícito ya que en vez de caer en discursos obvios y facilistas, somete a la sociedad y sus acciones al juicio del espectador a través de la cámara, y en ese sentido me recordó a The Crazies (1979), de George A. Romero. Es entonces una de esas experiencias cinematográficas que se prolongan una vez terminada la película, y que nos deja con la extraña sensación de que lo visto en la pantalla podría trasladarse al mundo real en cualquier momento.
El Árbol De La Vida:
El quinto largometraje estrenado de Terrence Malick, quien ya es una figura de culto, quizás sea el más comentado del año, principalmente por la crítica especializada y por los círculos cinéfilos en donde las aguas se dividen sin lugar a términos medios. Independientemente de los laureles cosechados y de los “ladran Sancho”, es una película maravillosa. Protagonizada por dos de las figuras más convocantes de los últimos tiempos (Brad Pitt y Sean Penn) es un híbrido entre un drama familiar, narrado de manera no lineal, y cine de poesía sostenido con imágenes puras de una pregnancia visual pocas veces vista en la pantalla grande. Con tintes de dogma religioso, es de esas películas que salen una vez cada muchos años, alternando momentos de alto contenido filosófico con otros extremadamente mundanos. Parece querer abarcar la eternidad misma en sus casi dos horas y media de duración, y hubiera pecado de pretenciosa si no fuera porque plantea tantas preguntas e inquietudes desde la pantalla al espectador sin dar respuestas taxativas ni categóricas. La película está elaborada con un sinfín de capas de diversa índole: argumentales, sensoriales, filosóficas, estéticas, poéticas y tantas otras, todas entretejidas y relacionadas entre sí con una sutileza magistral. A punto tal que se asemeja a la misma manera como está estructurado y funcionando el universo en el que vivimos.