El dibujante chileno devenido en cantautor nos cuenta el peculiar modus operandi del sello Uva Robot, repasa la actualidad de la música de su país y relata la “escandalosa” llegada de los Redonditos de Ricota a su vida.

Por Santiago Berisso

“No somos ni héroes ni fracasados, sino que simplemente dejamos de trabajar en hacerle pensar a quienes nos escuchan que somos exitosos y nos dedicamos exclusivamente a componer y tocar las cosas que nos quitan el sueño”.

Hay ciertas definiciones o certezas que generan más curiosidad que otras. El sello chileno “de canciones” Uva Robot las tiene y no sólo para pinchar al establishment, sino porque encuentra en la particularidad de hacer música como no profesionales del rubro un interés especial.

Diego Lorenzini es parte del sello, músico y dibujante. En diálogo con ArteZeta, confiesa que a pesar de que se sienta más seguro con el lápiz en mano, lo que más suele intrigar a la prensa es su actividad como cantautor. ¿Será que en el mundo de las etiquetas, no se concibe la idea de que alguien pueda portar dos al mismo tiempo?

La inexperiencia, la ingenuidad y la vergüenza como punto de partida a la hora de componer.

AZ: Quizás, una de las cosas que más llama la atención al querer conocer con mayor profundidad el sello Uva Robot es que se autodenomina como un “sello de canciones raras hechas por gente común”, en contraposición al músico profesional. ¿En qué creés que radica la diferencia? ¿Cómo es que se llegó a esa búsqueda?

Diego: Personalmente, creo que el hecho de que no nos dediquemos a la música profesionalmente no nos diferencia en lo absoluto del resto de los músicos chilenos ya que, al menos dentro de la escena independiente, muy pocos tienen la fortuna de vivir exclusivamente de la música que crean. En ese sentido no somos ni héroes ni fracasados, sino que simplemente dejamos de trabajar en hacerle pensar a quienes nos escuchan que somos exitosos y nos dedicamos exclusivamente a componer y tocar las cosas que nos quitan el sueño. Por otro lado, a nivel estético, el hecho de que hagamos otras cosas (muchos autores son profesores, ilustradores, artistas visuales, abogados, psicólogos, diseñadores, etc.) contribuye a que exista una visión común más ingenua y torpe, pero oxigenada de la canción como formato.

AZ: Uno tendería a pensar que el material que puede crear “gente común”, alguien que no es músico, apelaría más a lo experimental, aquello que no tiene demasiada estructura previa. Sin embargo, una de tus agrupaciones se llama La Banda de Música No-Experimental VariosArtistas. Quizás es un simple juego de semántica. ¿Por dónde pasa la experiencia a la hora de crear música?

D: Desde el punto de vista experiencial, es un hecho que todo tipo de música es experimental, ya que conlleva una experiencia colectiva que no ocurre de manera tan natural en otras disciplinas. De hecho, a título personal, el sentido de comunidad es lo que más me satisface de estar involucrado en este proyecto de hacer canciones. De todos modos, la definición “experimental” suele asociarse a la búsqueda por romper los límites y puede llegar a convertirse en una máscara (en muchos casos bastante cínica) que impide concentrarse en lo que uno quiere o necesita decir en función de destruir otra cosa.

Pensando en lo que dices, se me vienen a la mente esas canciones de la banda de música no-experimental VariosArtistas que no tienen un pulso definido, letra, ni estructura armónica clara -como “Cerrito” por ejemplo- y es reconfortante saber que esa aparente “experimentalidad” fue el resultado natural que salió de las inquietudes genuinas de los miembros del grupo, y no un objetivo experimental a priori. Asimismo, me parece genial formar parte de un sello en donde hay bandas formadas por niños como Los Rapin Brothers o ¿Qué hay de malo con Satán? Para mí esos grupos son tremendamente especiales y por qué no decirlo, experimentales, pero claramente esos niños no son niños para ser experimentales, simplemente son niños.

AZ: A su vez, al hacer hincapié, como sello, en el formato canción buscan alejarse del concepto de “música”. ¿Cómo definirías la canción que buscan tener en su catálogo? ¿Percibís que desde hace ya unos años hay una suerte de fiebre cancionera en Latinoamérica?  

D: A nosotros nos gustan las canciones porque es un formato de fácil acceso tanto para quien las escribe como para quien las escucha. En ese sentido va acorde a nuestro interés de compartir nuestras ideas que al parecer nacen de una combinación bastarda entre experiencias personales y todas esas miles de canciones pop, rock, rap, reggaetón, cumbia, disco, R&B, soul, dub, sound, folk, jazz, punk y/o metal genéricas que la vida nos ha metido a la fuerza en la cabeza. Al menos en Chile, es muy común que en la radio, en la televisión e incluso en internet sean predominantes aquellas canciones extranjeras que, por muy buenas que sean, en la gran mayoría de los casos hablan de cosas que no nos apelan en lo absoluto. Pienso que esta carencia, o la incómoda distancia con aquello que se supondría nos debería identificar, es uno de los principales motores de Uva Robot e incluso me atrevería a decir del nuevo pop chileno. Es cosa de pensar en todos esos músicos chilenos que hacen con tanto entusiasmo canciones pop ochenteras en el año 2016 como consecuencia de que aquí los ochentas fueron una mierda.

AZ: Hablando de definiciones, Uva Robot cuenta con un manifiesto en el que se especifican cómo le gusta hacer las cosas y cómo no le gusta hacerlas. “Uva Robot no tiene nada en contra de un solo de saxofón tocado en la azotea de un edificio, pero prefiere las canciones más inseguras”, es uno de sus puntos, a modo de ejemplo. ¿No existe cierto temor a la contradicción con las propias ideas? ¿Creés que ciertas concepciones pueden cambiar con el tiempo?

D: Muy buena pregunta. Pienso que casi todas las concepciones pueden cambiar con el tiempo, y pensarlo o proyectarlo de otra forma sería deshonesto. Por lo mismo, aún cuando uno de los principales activos de Uva Robot es la inexperiencia, ingenuidad y la vergüenza de sus autores, hay otro punto en ese manifiesto que dice: Uva Robot no pretende que sus autores estén incómodos para siempre. Respetamos la inevitabilidad de que aprendan de sus errores”.

AZ: ¿Cuántos artistas ha editado el sello al día de hoy? ¿Cómo se da el vínculo con ellos?

D: En Uva Robot trabajamos más por canciones que por discos, por lo que hay muchos autores que solo tienen una canción en el catálogo y su relación con nosotros, si bien es de mutua admiración, cariño y respeto, puede llegar a ser bastante pasiva. Como hasta ahora nunca hemos pretendido hacer de este sello un negocio, para nosotros es lo mismo una canción buena de un autor que ya no toca o de un grupo diluido, como una canción buena de alguien que puede tocar en vivo o irse de gira. De todos modos, el vínculo más común que se da entre sello y autor es el de la producción en conjunto a través de un, al momento, bastante efectivo sistema de trueques. Al haber pura gente que realiza otra actividad aparte de la música, no falta quien a cambio de la ayuda en la producción de su canción puede aportar con la ilustración de un afiche, la revisión de un asunto legal, la edición de un video, etc.

AZ: Por lo que podemos ver, sos un tipo muy inquieto. Te dedicás a dibujar, hacer canciones, editar otras tantas. ¿Sentís alguna disciplina más cercana que la otra? ¿Fue una búsqueda deliberada o, sencillamente, los intereses fueron surgiendo?

D: Viéndolo en perspectiva, las cosas se fueron dando de manera bastante natural. Cuando me vine a Santiago a estudiar arte fue porque yo quería dedicarme a hacer historietas. Todavía lo quiero hacer, pero en el camino me di cuenta de que aún tenía mucho por aprender técnicamente y comencé a profundizar en el dibujo, dejando poco a poco de lado el aspecto narrativo del comic. Fue así como las historias que tenía para contar comenzaron a aparecer en las canciones que hacía en mi tiempo libre y, gracias a la inesperadamente cariñosa respuesta que éstas recibieron de quienes las escuchaban, naturalmente la música comenzó a ganar terreno dentro de mis responsabilidades. La verdad es que no sé qué dicen ni mis dibujos ni mis canciones, pero si de algo estoy seguro es de que dicen lo mismo. Yo me siento más seguro como dibujante que como músico, pero curiosamente me hacen muchísimas más entrevistas como cantautor que como ilustrador. Ces’t la vie.

AZ: ¿Cómo describirías a la actualidad chilena en cuanto a su música? ¿Hay alguna escena o sonido que sientas predominante?

D: La actualidad de la música chilena está muy entretenida ya que al parecer nunca estuvo tan viva como ahora. Sobre todo porque no solo hay más músicos que antes, sino que también hay más gente feliz de hacer que esta música hecha en chile forme parte de sus vidas. De todos modos es difícil definirla en su totalidad ya que se ha formado una escena muy compleja y variada, pero si me apuraran en resumir un denominador común me aventuraría a decir que es extraordinariamente creativa, trabajadora, desprejuiciada, con una linda autoestima nunca antes vista en esta angosta faja de tierra pero, asimismo, por momentos un poco exitista y cortoplacista. En términos estéticos, hasta hace poco la escena independiente estuvo marcada por una sonoridad de sintetizadores muy clínica y ahora se está volviendo más sucia y guitarreada. Eso me cae bien ya que personalmente suelo entender mejor las guitarras que los teclados y la suciedad que la limpieza.

En particular, me gusta mucho lo que están haciendo ahora, sean jóvenes o no tanto: Patio Solar, Chini and the Technicians, Medio Hermano, Niños del Cerro, Martina Lluvias, Felipe Cadenasso (como solista y con su banda Matorral), Camila Moreno, Doctor Pez, Planeta No y Dolorio & los Tunantes.

AZ: Hiciste una reversión acústica de “Motor Psico”, de Patricio Rey y sus redonditos de ricota. ¿Cómo llegaste a la canción y qué es lo que te llamó la atención de ella para realizar tu propia versión?

D: La verdad es que hasta hace poco yo no los había escuchado, ya que aquí en Chile son prácticamente desconocidos, pero este último año Los Redondos entraron en mi vida de manera tan fulminante como escandalosa. Puede ser porque viajé a Mendoza a tocar, pero siendo sincero fue tanto allá, como acá en Santiago, en donde muchos argentinos se pusieron secretamente de acuerdo para hablarme, de un momento a otro, con una pasión inconmensurable de las aventuras del Indio, Skay y compañía.

Esto podrá sonar obvio, ya que pareciera que las probabilidades de que un ciudadano argentino se ponga a hablar en algún momento de los Redondos es bastante alta, pero curiosamente hace un tiempo yo viví un año estudiando en Buenos Aires, y en todo ese tiempo no escuché ni nadie me habló de ellos como lo hicieron ahora. Como no soy ni tonto ni perezoso, y tiendo a creer en el valor espiritual de las conspiraciones cotidianas, empecé a escucharlos pero me costó mucho entenderlos, quizás porque soy chileno y estoy maldito con ese extraño hechizo transandino que ha hecho que no sean populares de este lado de la cordillera. Qué se yo, los encontraba muy de estadio, demasiado argentinos, pero en un momento llegué a “Motor Psico” y de golpe pude despertar del sopor que me hacía desconfiar de la aparente demagogia de sus otros grandes éxitos. Ustedes lo sabrán mejor que yo: “Motor Psico” es una canción tan triste como sandunguera, tan inteligente como pasional, tan efervescente como oscura, así que no pude sino aprendérmela y comenzar a jugar de manera privada con ella.

Siendo sincero, creo que lo que finalmente me convenció de atreverme a hacerle un reversión pública, aparte del ya clásico grito “tocate una de los Redondos” cada vez más popular entre el nuevo público de mis conciertos, fue el hecho de escuchar que todos quienes habían intentado hacer un cover (al menos los que pude ver en youtube) solo se preocupaban de copiar la guitarra de Skay sin más. No los culpo, ya que esa línea de guitarra es genial, pero vi en la peligrosa aventura de quitarle esa melodía genial tratando de mantener el espíritu de la canción (repito, esa guitarra es genial, pero pienso que la canción es más que eso), un delicioso desafío para homenajear a mi manera una banda que se empecinó en entrar escandalosamente en mi vida. De hecho, en mi versión, esa célebre línea de guitarra made in Skay no entra sino hasta la coda final, justo en la parte en donde cito otras canciones que dialogan apasionadamente con este clásico de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota. Espero les guste, yo la pasé muy bien haciéndola.//∆z