En el Record Store Day salieron discos de rarezas de Foo Fighters y Radiohead, entre otros, ideales para los amantes del rock.

Por Matías Roveta

El Record Store Day es, más allá de un evento cultural, un acto religioso. Tiene un embajador (este año le tocó a Ozzy, en 2010 había sido Josh Homme), varios profetas (los sellos discográficos y los músicos), miles de feligreses (todos nosotros), muchos templos (las disquerías) y hasta un calendario litúrgico propio: se celebra el tercer sábado de abril de cada año. El dogma y santo evangelio que se profesa en el festejo es uno: reivindicar la cultura del disco.

En rigor, El RSD nació en 2007 en EE.UU a partir de las ideas de Chris Brown y Eric Levin. Se trata de un evento cultural donde cientos y cientos de disquerías independientes de EEUU y el Reino Unido se asocian por el solo hecho de defender al disco como formato de escucha -físico y tangible- privilegiado, en contraposición al avance de las tecnologías de almacenamiento digital. Ante la crisis de la Industria discográfica y la conformación de nuevos parámetros comerciales para escuchar y vender música en torno al Mp3, las ideas –románticas, nostalgicas- por defender al disco y al vinilo como especies en extinción, son absolutamente bienvenidas. Más si se trata -como en este caso- de ediciones en vinilo de lujo, discos inconseguibles con lados B, versiones en vivo, covers, remixes y canciones inéditas de artistas de la talla de ACDC, los Stones, Tom Petty, Bruce Springsteen, R.E.M., Clapton, Hendrix o Greatful Dead, que no serán editados de nuevo y la única manera de conseguirlos es allí. Un evento seductor para todo coleccionista de discos, para todo fetichista y melómano que busca tener “el que no tiene nadie”.

La fecha elegida para la edición del RSD de este año fue el pasado 16 de abil. Dentro de esa increíble e interminable lista de ediciones notables, se destacaron los lanzamientos de, por ejemplo, el EP de Nirvana Hormoaning (1992), que era sólo conseguible -de hecho está agotado- en Australia y Japón, los primeros singles de 1998 de los White Stripes, un disco de covers de Foo Fighters y el lanzamiento de dos nuevos tracks de Radiohead.

Nos quedamos con estos dos últimos casos, porque son bandas que vienen con mucha actividad en este año y de hecho ambas editaron disco nuevo recientemente. Foo Fighters ofreció a sus fans Medium Rare, una recopilación de varios covers que la banda ya había ido editado como lados B de sencillos, en discos de bonus o en bandas de sonido. Sólo hay dos novedades: “Bad Reputation” de Thin Lizzy y “This Will Be Our Year” de los Zombies, pero, no obstante, es interesante entender cómo este disco funciona perfectamente para entender el ADN musical de los Foo. En él, se condensan varias de las bandas -pero sobre todo de los géneros musicales- que los han influenciado desde siempre: el hardcore punk al que el grunge tanto le debe (arremetidas furiosas de clásicos de Hüsker Dü o Angry Samoans); el hard rock cercano al metal pero siempre de este lado de la línea, representado en una demoledora versión de la mencionada “Bad Reputation” de los irlandeses Thin Lizzy; los mid tempo y las baladas, casi un estándar en la música de Foo Fighters, en grandes versiones de “Down In the Park” de Tubeway Army o “Life of Illusion” de Joe Walsh; la adherencia de Grohl a la vieja escuela del rock clásico, en donde las conocidas (pero siempre emocionantes) versiones de “Band on The Run” de los Wings o “Have a Cigar” de Pink Floyd (con un solo tremendo de Brian May) sirven de ejemplo; y, por último, las melodías pop de las cuales Grohl siempre se sirvió para materializar esos estribillos imbatibles en varios clásicos de Foo Fighters, presentes en los covers de “Danny Says” de los Ramones y en “This Will Be Our Year” de los Zombies, la banda inglesa de pop barroco y psicodélico de los 60′.

Por su parte, Radiohead, luego de desmentir los rumores acerca de un The King of Limbs II, dedidió editar dos nuevas canciones que nacieron durante las sesiones de ese disco. Se trata de “Supercollider” y “The Butcher”. La primera no estaba terminada cuando el disco salió al mercado, la segunda se grabó y mezcló a tiempo, pero “no funcionaba dentro del álbum”, según informaron desde el web-site oficial de la banda. Ambas están en la sintónía de trip-hop, rock electrónico, alternativo y experimental que atraviesa a TKOL, con el inconfundible sello de la banda de Oxford: melódías etéreas y melancólicas de Thom Yorke, programaciones, loops y sutíles intervenciones de teclados y sintetizadores. Una lástima que no las hayan incluído en The King of Limbs, pero ahora las podés disfrutar en AZ.

 

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