En este nuevo episodio el invitado es el escritor boliviano Edmundo Paz Soldán, autor de El delirio de Turing (2003), Iris (2014), entre otros títulos. Hablamos sobre su obra, la ciencia ficción; su juventud en Buenos Aires; su vida académica en Cornell, Estados Unidos, y el panorama actual de la literatura latinoamericana. 

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A continuación un extracto de la charla que mantuvimos con Paz Soldán. Del capítulo participaron Cristian Franco; Sebastián Rodríguez Mora; Joel Vargas y Alejo Vivacqua.

Alejo Vivacqua: Edmundo, sos de Cochabamba, ¿cómo arrancó tu vínculo con la literatura? Creo que Buenos Aires tiene algo que ver.

Edmundo Paz Soldán: De mis recuerdos más antiguos, a los nueve o diez años, el primer autor que me gustaba como para leerlo todos los fines de semana era Emilio Salgari. El primer personaje que me fascinó fue el capitán Morgan. Después, a los doce o trece años, mi papá tenía una gran biblioteca de novela policial. Ahí descubrí a Agatha Christie, la colección de Borges El séptimo círculo. Me pasó que esas novelas han dejado un impulso natural, quería copiarlas, robarme las tramas; quería escribir pero me daba cuenta que no tenía ideas propias. Entonces lo que hice fue leer, resumir y luego hacer circular mis textos entre mis compañeros de colegio. Hice como 36 cuentos que eran como resúmenes de veinte páginas de las novelas estas, que por suerte mis compañeros no habían leído. Me conseguí un detective boliviano que se llama Mario Martínez, bolivianicé la historia y me acuerdo que al capítulo 36 escrito tuve mi primera idea de trama original. También era de intriga policial, un asesinato en el Maracaná, en un partido de fútbol en el que estaban Zico y Maradona. Estamos hablando de 1981.

Cristian Franco: Se mezclaba la literatura y el fútbol, todo junto.

Edmundo Paz Soldán: Claro, pero fue un gran descubrimiento tener mi propia idea. Era totalmente desastrosa pero al menos ya no era plagiada. Después en el colegio nunca pensé ni se me hubiera ocurrido pensar la literatura como una opción de vida. Al chico de clase media se le decía que tenía que estudiar ingeniería, economía o abogacía, y de hecho fui a estudiar a Mendoza un año, Ingeniería en Petróleos en la Universidad Nacional de Cuyo. Es un poco raro… Tuve una gran crisis y me vine a Buenos Aires a los 19 años, pasé a estudiar ciencias políticas en la Universidad del Salvador, estuve tres años. Cuando estuve acá, se despertó la vocación que tuve siempre, no fue inventada en Buenos Aires, pero estaba adormilada. Aquí iba a la Feria del Libro. Veía chicos de mi edad que querían ser escritores. No sabía por qué ellos sí y yo no. Me conseguí un carnet de periodista de un periódico boliviano e iba a la Feria del Libro para entrevistar a Juan Forn, José Donoso, Mempo Giardinelli. Sentí que estaba viviendo en ese mundo de escritores serios y que podía ser una vocación totalmente aceptada. Por suerte luego mis papás me entendieron, ellos un poco sabían o sospechaban y simplemente me dijeron “al menos lo intentamos” (risas).

Alejo Vivacqua: De Buenos Aires te fuiste directo a EEUU. Vivís hace treinta años allá.

Edmundo Paz Soldán: Me fui en el ’88 con una beca de fútbol. De fútbol, fútbol soccer.

Sebastián Rodríguez Mora: Ése es un gran dato: cómo llegó la prueba de fútbol, eso que aparece mucho en el cine, con el chico que se consigue la beca.

Edmundo Paz Soldán: Tenía un amigo boliviano de La Paz, con quien había estado en la universidad en Mendoza, él hacía Ingeniería. Se fue a estudiar a la Universidad de Alabama porque su hermano vivía allá, trabajando en la NASA. Él se fue y se hizo amigo del entrenador de fútbol de la universidad, que era un ruso que había estado allí veinte años y tenía mucho poder, lo que significaba que tenía muchas becas para ofrecer. Un día me llamó y me preguntó si me interesaba ir porque tenían para ofrecerme media beca. El entrenador le dijo que le gustaban los jugadores latinoamericanos y mi amigo trató de buscar jugadores y se acordó de mí. Yo estaba fuera de forma, pero igual me ofreció media beca y me parecía muy caro. Pasaron dos o tres meses y me dijo que si me animaba a probarme me daban la beca entera. Era demasiado tentadora la posibilidad así que me fui.

Alejo Vivacqua: Esto fue en el ’88 y ya en el ’90 publicaste.

Edmundo Paz Soldán: En el ’90 publiqué mi primer libro de cuentos, ya estaba allá. Se publicó en una editorial boliviana que creo que ya no existe, se llamaba Los Amigos del Libro. Pasó que antes de ir, en el ’88, participé de un concurso interno de cuentos breves en la Universidad del Salvador. Gané el concurso y ese cuento fue publicado en un periódico en Bolivia. Me contactó el editor y me preguntó si tenía algo más, le mandé un manuscrito y me dijo que no estaba listo. Pero un año después revisándolo me quedé con la mitad y ahí me aceptó el libro.

Cristian Franco: ¿Eran cuentos que venías trabajando hacía mucho?

Edmundo Paz Soldán: Yo quería escribir cuentos largos, pero no me salían, me salían todos onda los de Monterroso. La mayoría de la antología que publicó Metalúcida es de esos primeros cuentos, que si hoy quisiera escribirlos, no me salen tan breves. Y cuando me salían, me frustraba, porque quería escribir cuentos más clásicos y largos. En realidad lo que yo hacía era que en lugar de tener un diario, eran como lecciones de lectura. Leía Lolita y escribía un cuento de una página que se llamaba Dolores. Era jugar con algunas de las ideas que sacaba del libro. Por ejemplo, un crítico en Bolivia dijo algo de ese libro que yo lo tomé como un elogio: esto es literatura sin literatura. Porque es así como hueso puro, no había metáforas, puro trama, no había captura de una psicología ni por un segundo. En cambio ahora tengo un personaje y lo quiero aprovechar más, ver las ramificaciones… En ese entonces simplemente me salía así.

Cristian Franco: ¿Cuándo empezaste a leer literatura más adulta, si se quiere?

Edmundo Paz Soldán: Tuve un buen profesor de colegio que nos hizo leer Ficciones, que para mí fue un gran deslumbramiento, un libro fundamental. A esos 14 años, los tres libros fundamentales fueron Ficciones, La ciudad y los perros, y La metamorfosis. Y esos tres fueron gracias a ese profesor en Cochabamba.

Alejo Vivacqua: A la par que ibas publicando, ¿cómo surge lo de la universidad de Cornell, estudiaste ahí?

Edmundo Paz Soldán: Yo estudié en Berkeley, terminé Ciencia Política en Alabama y me animé a pasarme a un doctorado de Literatura Latinoamericana en Berkeley. Ahí estuve seis años, y entonces entré en mi primer y único trabajo: comencé a dar clases en Cornell.

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Alejo Vivacqua: Esto ya se lo preguntamos también a Mike Wilson, que estudió en Cornell. ¿Cómo se ve la literatura norteamericana desde EEUU? ¿Cómo se enseña a los alumnos la tradición posterior al boom, lo contemporáneo?

Edmundo Paz Soldán: Hasta hace unos 15 años, cuando estudiaba en Berkeley, la literatura latinoamericana se detenía en el post-boom, quizás Manuel Puig, Reinaldo Arenas. En los últimos años ha habido una renovación de lecturas contemporáneas. Ha entrado con mucha fuerza Bolaño, ha sido casi canonizado automáticamente y es fundamental. Es muy interesante porque yo enseño Bolaño en la cátedra de Literatura Latinoamericana, pero hay una cátedra de Literatura Comparada en la que también es central Bolaño. En mis clases puede haber diez alumnos porque yo doy en español, pero en la otra hay 45. Ha habido una fiebre Bolaño, que ha tenido una especie de efecto, porque hubo una temporada en que las editoriales norteamericanas no estaban traduciendo mucho porque justo coincidió con el boom de la literatura latina, en la anterior década, finales de los noventa, con la aparición de Junot Díaz. Como un editor me dijo muy sinceramente: para nosotros la literatura latina y la latinoamericana es lo mismo, y la latina es mejor porque no tenemos que pagar para traducir, es todo en inglés. Pero ahora sí han aparecido un montón de traductores muy interesantes, ha cambiado mucho el panorama en los últimos años, ha habido interés para saber qué más había detrás de Bolaño.

Sebastián Rodríguez Mora: Federico Falco nos decía que pudo ver mejor el panorama de la literatura latinoamericana estando en EEUU y desde acá no, por cuestiones de que no llegan los libros. ¿A vos te pasó eso?

Edmundo Paz Soldán: Sí, bastante. Allá traen muchos escritores a partir de la relación con el mercado mexicano. Todas las librerías tienen su sección de literatura latinoamericana. Yo descubrí a Bolaño gracias a un estudiante chileno que llegaba aquí. Hay un panlatinoamericanismo que hace que te salgas de tu espacio local y los estudiantes son venezolanos, paraguayos, todos te traen sus autores y preguntan por qué no estudiarlos.Hay un flujo constante de nombres y la universidad está a cuatro horas de Nueva York, que es un polo muy interesante en cuanto a autores que llegan constantemente y nos los ofrecen en la universidad. Está llegando el cubano Antonio José Ponte para enseñar un semestre en Columbia o en NYU, o da una charla en el Centro Cervantes, a ver si quieren que vaya a Cornell, y así. Otra cosa que ha pasado en los últimos años es que ha habido un boom de escritores latinoamericanos que han ido a hacer su doctorado a EEUU, porque es una buena forma de financiarse cinco o seis años. Generalmente son becas, han llegado muchos escritores como Lina Meruane, Valeria Luiselli, Álvaro Enrigue, Rodrigo Hasbún… Ahorita les he dicho cuatro que se han ocurrido, pero aparte están los programas de escritura creativa. Federico Falco estuvo en NYU, el de Iowa está muy fuerte. En Cornell hacemos mucha fuerza para traer escritores con perfil académico como Mike Wilson. Eso ha dinamizado mucho las cosas. También han aparecido editoriales latinoamericanas como la de Lina Meruane Brutas Editoras, otra que se llama Sangría, la de un uruguayo, todas en Nueva York y hay otra en Miami. Todavía falta porque el mercado es enorme.

el delirio paz soldan

Edmundo Paz Soldán: Yo quería que El delirio de Turing fuera una novela de ciencia ficción, pero al final se cruzó una cosa que en ese entonces me pesaba la influencia de la novela realista social, Vargas Llosa. Ese lado terminó de imponerse en la novela. Siempre quise meter ciencia ficción pura y dura. En la adolescencia me gustaba mucho leer libros de género, pero cuando llegas a la universidad empiezas a leer cosas “serias” y lo otro queda como adolescente. Me pasó con el policial también.

Cristian Franco: Tal vez esos géneros no tenían la legitimidad que tienen ahora. Eran subgéneros.

Edmundo Paz Soldán: Igual los editores serios se asustan cuando les dices que estás publicando libros de ciencia ficción. Publiqué Iris en Alfaguara, y era una novela para una editorial de género, era algo raro, algo de contrabando… Hace unos diez años y por razones que no vienen al caso, tuve una crisis personal y me había desconectado de mis propios intereses. La mejor manera de conectarme con lo que verdaderamente me gustaba era volver a lo que me gustaba en la adolescencia. Y claro, leer ciencia ficción o policial después de mucho tiempo, lo miraba con otros ojos. Se podían hacer muchas otras cosas que no había pensado con el policial, el horror o la ciencia ficción. De ahí salieron Los vivos y los muertos, Norte (las dos con mucho de policial). 

Sebastián Rodríguez Mora: Acá lo tuvimos a Rodolfo Walsh en su momento, pero ¿es posible hoy en día hacer una novela que critique políticamente lo real obviando la ciencia ficción? ¿Es posible escaparse del rol de lo tecnológico? El terreno actual de la crítica política parece haberse mudado a ese género.

Edmundo Paz Soldán: Yo nunca me animaría a decir ‘esto no se puede hacer’, pero en los últimos quince o veinte años, ha habido una colonización de la novela realista por parte de la novela policial y la ciencia ficción. Hoy en nuestra relación con la tecnología, la puedes trabajar desde lo realista pero la ciencia ficción tiene una larga tradición en cómo manejamos el impacto de las tecnologías y los nuevos medios. En eso hay que leer a Ballard. Para hablar sobre las nuevas identidades en las redes, las relaciones con el Estado y la información, los hackers y lo que está muy presente en cualquier titular de periódico, de pronto hay un divorcio entre un tipo de ciencia ficción que sólo me interesa verlo, el tipo de ficción extraterrestre y naves espaciales. Ayer fui a ver Alien, digamos. Pero lo que me interesa escribir tiene que ver con una ficción inmediata, un realismo que puede estar un poquito más adelantada del presente.

Alejo Vivacqua: Hablando de la literatura social, leí dos notas tuyas en diarios de Bolivia y hablabas de literatura contemporánea boliviana. Sobre cómo quizás hace dos generaciones se rompe un poco con la obligación de hablar de temas sociales, alimentado por un proceso político latinoamericano en esa dirección. ¿Sentís que tu generación viene a romper así?

Edmundo Paz Soldán: Nunca se termina de romper del todo pero sí a partir de fines de los ochentas se vuelve mucho más pronunciada la ruptura entre nación y narración. Es curioso porque a nosotros nos reclaman. Como me dijo un amigo, este es un debate que a un escritor argentino jamás se le plantearía. Me preguntan: ¿por qué no hay una gran novela sobre Evo? La literatura puede estar un poco adelantada o ser anacrónica, no tiene que estar necesariamente presente y en diálogo con lo que está ocurriendo. Quizás la novela sobre Evo ocurra dentro de diez años o dentro de sesenta, seguro algo aparecerá. Hay un gran cuento de Giovanna Rivero sobre Evo que se llama ” Pasó como un espíritu”. Quizás todavía no hubo distancia suficiente, pero a nosotros se nos reclaman cosas que quizás en otras literaturas no pasa.

Cristian Franco: A veces vemos que uno sigue queriendo analizar la literatura en términos de tradición, y eso se hace cada vez más difícil. Como que estamos todos en el halo de El escritor argentino y la tradición de Borges, el cosmopolitismo y es más difícil ubicar a un escritor en una línea determinada. Es todo más difuso en lo nacional.

Alejo Vivacqua: Sí en lo latinoamericano.

Cristian Franco: Ni siquiera, me parece. No tratan de aferrarse para escribir desde una tradición.

Joel Vargas: Bolaño es un ejemplo.

Edmundo Paz Soldán: Hay cosas en las que aunque quieras no te vas a poder librar. He asumido que formo parte de la tradición boliviana, pero a la vez estás en diálogo con otras tradiciones. Eso quizás habría que pensarlo. Son pocos los que encajan con una sola tradición nacional. Diría que el deber de un buen escritor (entre comillas) es escaparte un poco, hacer una torsión y ponerla en entredicho, como antes decía que tenía que estar un poquito a destiempo de su tiempo, un poquito adelante y un poquito atrás. A mí me interesaba de Iris es que al final es una novela sobre la explotación de unas minas en una isla. En el imaginario boliviano, nos hemos visto como un país minero hasta los años ochenta y desde la traumática historia de la explotación colonial de las minas de Potosí. Ahora ya no nos vemos así. Me parecía interesante escribir una novela minera hoy. Totalmente a destiempo y defasada, incluso yo decía que era anacrónica. Yo siento que es una forma de intervenir esa tradición y ver cómo la haces dialogar con otras cosas. En Bolivia no ha habido mucha tradición de literatura fantástica o ciencia ficción. Hay que ver cómo explotar eso que es incongruente. 

Sebastián Rodríguez Mora: Lo que pasa con Iris me hace acordar a lo que le hizo Carlos Godoy con La construcción: habla sobre Malvinas y no, ahí están los defasajes necesarios.

Edmundo Paz Soldán: Me encantó esa novela porque dialogaba con esa otra cosa. Yo escribo mucho de política sobre lo que está pasando en Bolivia. Me interesa acompañar el proceso, pero una cosa es eso y otra tu ficción. Y a veces sale y a veces no sale.//∆z

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Edición de episodio: Fernando Baigorria.
Equipamiento técnico: Matías G. Fernández, Gastón Iachini y Jorge Noro.