En esta nota, recopilamos testimonios de músicos, artistas, escritores y periodistas argentinos que emigraron a otro país y viven la pandemia entre las medidas locales y las noticias de lo que sucede en Argentina.

Por Carlos Noro

Fotos : gentileza entrevistados/as – Dafna Alfie – Diego Toledo – Jesús Cornejo

El COVID-19 mostró una de las dimensiones más duras y perversas de la globalización. En cuestión de meses, países pobres y ricos, endeudados y grandes potencias, se encontraron en mayor o menor medida con la obligación de tomar alguna medida frente a un nuevo virus con una capacidad de contagio y propagación pocas veces vista en la historia contemporánea de la humanidad.

En la Argentina la cuarentena fue la receta que el gobierno nacional dispuso como política pública desde el momento en que el virus parecía convertirse en una amenaza. De un día para el otro, los ciudadanos debieron permanecer en sus casas.

Mientras tanto, miles de argentinos y argentinas que decidieron emigrar afrontan esta situación en diferentes países y, por lo tanto, con distintas estrategias y medidas públicas. En mayor o menor medida, con más o menos años instalados/as en el exterior, con trabajos asociados o no a las restricciones determinadas, cada uno/a se encontró con un nuevo mundo de preguntas, sensaciones y percepciones que dan cuenta de las dificultades de vivir y sobrevivir lejos de casa en un tiempo indefinible. Estas son algunas de sus historias.

Gabriel Raimondo: “La gente se muere ¿Y vos querés abrir tu negocio?”

Ex cantante de Vrede y Taura, entre otros proyectos. Trabaja como creativo publicitario. Vive en España desde el 2018. Actualmente reside en Madrid.

La cuarentena en Madrid

GR: Viví y vivo la cuarentena con mucha cautela porque acá murieron más de 27.000 personas y en Madrid estuvo uno de los dos focos más importantes de contagio. Con mi familia entendimos rápidamente que, si bien no estábamos en grupos de riesgo, la prevención y el cuidado es una acción recíproca. El sufrimiento estuvo, básicamente, en que hubo poca comprensión, lectura o indiferencia de parte de las actividades laborales respecto al contexto. Nunca fue un Home Office convencional, porque uno debía administrar las obligaciones laborales con ser maestro de tu hijo y, a la vez, sumar obligaciones familiares entre las que podría incluir el almuerzo, merienda, cena, juegos, lo cual originó un stress que fue difícil de manejar y no trasladar al ánimo

Trabajo, aislamiento y familia

GR: Cuando, luego de desayunar, debes darle Lengua y Matemática a tu hijo, que si no es por vos no aprende lo que, por derecho, le corresponde y, en una situación regular, lo hace con un maestro en su condición de educador, uno no comienza la jornada laboral ni al mismo horario ni con las mismas energías. Más que nada porque tu hijo no es un alumno y uno no es el maestro. Entonces, ese vínculo extraño está invadido de falta de paciencia y apuro. A la vez, es complicado concentrarse, porque, en mi caso, he tenido que pensar ideas para cuando termine el confinamiento, pero debía hacerlo mientras a algunos compañeros de trabajo se les moría alguno de sus padres o ellos mismos estaban enfermos. Fue difícil y me provocó un replanteo a todo nivel. 

Música y pandemia.

GR: La cuarentena afectó directamente, porque sin púbico no hay actividades, no hay trabajo, no hay dinero, no se vive. El sector cultura, sobre todo la música, que es mi universo, debió improvisar contenidos vía streaming o por las diferentes plataformas, realizando performances en vivo sin cobrar un centavo. ¿Cómo hace un plomo, un sonidista, un iluminador y miles de actividades satélites igual de importantes para sobrevivir? De alguna manera, si yo canto, te canto por YouTube, pero si hago sonido, ¿qué hago? Por ahora no hay respuesta para eso.

Salidas creativas para el aislamiento

GR: Desde el punto de vista profesional, me incentivó a pensar cómo hacer para propiciarme mi propio trabajo sin depender de criterios, a veces nada humanos, de otros. Desde el punto de vista creativo o cultural, me dieron muchas más ganas de originar mi propio mini estudio casero para cantar u originar contenidos propios. Algo que venía pensando hace un par de años, pero mi venida a España hace dos años, lo retrasó. Esta pandemia lo activó con fuerza.

Argentina desde afuera

GR: Estoy pendiente de lo que pasa porque me informo con diversos medios todos los días. Lo que sucede en Argentina lo resumió muy bien mi amigo Germán Rodriguez, baterista de Averna y Eterna Inocenca: “Argentina siempre tiene su propia versión de los problemas mundiales”. Se lo robo porque ¡es verdad! No puedo creer que el gobierno argentino haya sido tan precavido, esté intentando ayudar a los que menos pueden en un momento en el cual se hicieron cargo de un país devastado social y económicamente pero, paralelamente, haya personalidades que hablen de “Infectadura”. Acá, en España, hubo más de 27.000 muertos, allá en Argentina al día de hoy hay menos de mil. Y parece que hay gente que no toma conciencia del problema sanitario y las consecuentes muertes que podrían haber tenido sin un gobierno que cuide a su gente. Es verdad que afecta directamente al bolsillo del agente, pero ¿qué otra opción hay? 

La gente se muere, ¿y vos querés abrir tu negocio? No creo que haya sido casualidad que, justo cuando se comenzó a hablar de cobrarles un impuesto a los que más tienen, los medios hegemónicos hayan comenzado a incentivar con fake news el odio. Me angustia y me da bronca. Le íbamos a ganar al virus entre todos, hasta que se empezó a impulsar un impuesto a los diez mil tipos más ricos del país. Creo que es un denominador común de las masas anestesiadas: la falta de espíritu crítico.

Mauro Frisón: “Al principio sentí mucho miedo”

Es baterista del grupo del grupo irlandés Cruachan, entre otros proyectos. Ha trabajado como doble de riesgo y extra para series como Vikings o Game of Thrones. Vive en Irlanda hace diez años

Entre el miedo y el acostumbramiento.

MF: Al principio sentí mucho miedo. Básicamente, sentí que todos mis proyectos se despedazaban y que familiares y amigos de mayor edad estaban corriendo riesgo de muerte, básicamente. También, y no menos importante, la educación y actividades sociales de mi hija se vieron reemplazadas por una plataforma online desde la casa, lo cual nos genera una impotencia y tristeza muy grande. 

Personalmente, le busqué el lado bueno a la cuarentena y me dediqué a concretar varias cosas relacionadas a la casa que tenía dando vueltas y que por falta de tiempo nunca podía finalizar. Me parece importante destacar que el encierro y el distanciamiento es algo bastante normal en las sociedades de países con clima impredecible o muy frío. Por lo tanto no sentí un gran cambio en ese aspecto, aunque, lógicamente, tiene otro gusto el no tener el poder de decisión de hacerlo.

El desafío de subsistir

MF: Mi economía se vio muy afectada. Básicamente, pasé de tener un sueldo a no tenerlo. Al ser músico, el noventa y cinco por ciento de los shows, giras y fechas de grabación se cancelaron. Además, iba a comenzar a trabajar en una nueva serie para Netflix pero todo se pausó hasta previo aviso. Algo importante para aclarar es que no todos los residentes gozan de ayudas sociales, incluso durante una pandemia. Alguien como yo, que trabaja la mayoría del tiempo afuera del país, no aplica para este tipo de cuestiones. Es un momento complicado, pero si hay algo que Argentina me enseñó es a rebuscármelas.

¿Cómo vivir sin un bar?

MF: El cierre de los bares, principal actividad social y turística, afectó muchísimo a Irlanda. Para que entiendas, es una rutina familiar y es normal que las familias celebren fiestas o aniversarios dentro de un bar. Es parte de su idiosincrasia. El irlandés promedio espera a estar dentro de un bar para contarle a su amigo o pareja cómo fue su día o cómo la está pasando. Cuesta mucho transitar esta cuestión.

Alejandro Gómez: “Caímos en la presión de tener que hacer algo”

Foto: Diego Toledo

Ex guitarrista de Dragonauta, entre otros proyectos. Trabaja como director de arte, ilustrador y animador. Vive en Stuttgart, Alemania, desde el 2018

Cuarentena laxa

AG: Aquí, la cuarentena no fue tan estricta como en argentina. Siempre pude salir a hacer las compras y la familia podía salir sin necesidad de ningún tipo de permiso. A mí no me gusta estar rodeado de mucha gente, así que mí día a día estuvo bueno, porque pasamos más tiempo en familia. Recién hace unas semanas están abriendo todo de nuevo y la semana próxima mí niño empieza a ir de nuevo al jardín.

Cultura en stand by

AG: La incertidumbre hace que esté todo paralizado. No se produce y los clientes no ponen plata porque no saben en qué ponerla y, además, están atravesando una crisis pesada. No hay recitales, las bandas no giran, no hay salas de cine alternativas abiertas, la gente no se junta a producir nada nuevo.

La obligación de producir

AG: Creo que la cuarentena nos empujó a ser creativos y producir cuando muchos no queríamos hacer nada ni producir nada. Entonces, caímos en esta presión de tener que hacer algo y, la verdad, es una mierda. Las redes sociales están buenas para conectarse e inspirarse, pero toda esa especie de presión del tener que hacer algo creativo me molesta. Veo a todos esforzándose en ser graciosos o felices y creo que la cosa va por otro lado. No es necesario estar haciendo todo el tiempo algo.

Luis R. Diaz: “Extraño horrores no poder tocar en vivo”

Baterista y percusionista, vive en Ámsterdam desde hace 18 años.

Cuarentena libre

LRD: Desde el principio, se propuso lo que llamaron cuarentena libre o cuarentena inteligente. Podemos salir a la calle cuando queremos, pero respetando las normas que implica mantener una distancia mínima de metro y medio con otras personas y con barbijos en transporte público. El uso del barbijo obligatorio empezó recién a principios de junio y está acompañado por la apertura de escuelas, que está empezando, y el permiso para aglomeraciones de no más de treinta personas.

Extrañar el vivo

LRD: Afectó a nivel general, no solo respecto a la cancelación de todo evento deportivo o cultural, donde se juntan muchas personas, sino que también la manera de ver las cosas a futuro. Creo que todo esto traerá cambios de todo tipo. Personalmente, extraño horrores tocar en vivo. La acción, la interacción con colegas en un escenario y cómo toda esa magia se traduce hacia el público. Cada noche es especial y diferente. Ese placer no se puede reemplazar con nada. 

Agustina Suarez Adrover: “Creativamente es una explosión”

Foto: Jesús Cornejo

Artista Escénica. Dirige una compañía de danza inclusiva. Vive en Ciudad de México hace tres años.

Alternativas a la cuarentena

ASA: Aquí la cuarentena no es obligatoria, lo que da una chance de poder salir a la calle. De todas maneras, lo primero que se cerró fue todo lo relacionado con espectáculos culturales y actividades físicas, por lo que nuestra fuente de trabajo se cerró de un día para el otro, en especial para mi compañero que trabaja en la calle tocando. Mi alternativa fue empezar a dar clases de yoga online, algo que nos mantiene económicamente.

Danza y creatividad

ASA: La cuarentena afecta específicamente al gremio de la danza. No tenemos lugar donde ensayar y donde trabajar cuerpo a cuerpo. Es una actividad donde el contacto físico y el estar cerca son muy importantes. Ahora, estamos generando alternativas digitales y a distancia, pero implica una revisión muy grande de los medios por donde se comparte. Porque la danza está pensada para el vivo, para el contacto con otre, para el público. De pronto, tenemos que formarnos para entender dispositivos que no son nuestra especialidad, como el trabajo con cámaras y encuadres para poder compartir lo que estamos haciendo. En términos materiales se han lanzado aplicaciones para el sector cultural, pero al estar en condición de inmigrantes no podemos acceder a ellas. Entonces, hay un desafío estético, pero a la vez material, que tenemos que transitar con todo lo que ello implica. Creativamente es una explosión. Para mí fue necesario poner en funcionamiento un ímpetu vital para mantenerme sana emocional, física y espiritualmente.

Julia González: “La cuarenta se sufre, se atraviesa, se resiste, se espera”

Periodista y escritora. Hace quince años escribe para el NO de Página/12, entre otras colaboraciones para medios gráficos y radiales. Vive en Los Cabos, Baja California Sur, México, hace siete meses.

Vida cotidiana

JG: La pandemia afectó desmesuradamente a Los Cabos porque es una ciudad que respira en pos del turismo. Desde mediados de marzo están cerrados los hoteles, restoranes y cualquier espacio cultural y de esparcimiento general. Todos los trabajadores del sector turismo, que son la gran mayoría, están sin trabajar. Desde mi punto de vista, te diría que la cuarenta se sufre, se atraviesa, se resiste, se espera, ¿se supera? Creo que se vive como el resto de los mortales que tiene la posibilidad de estar en una casa y poder pagar un alquiler y alimentarse. Lo vivo con preocupación y también esparcimiento, con mucho rato dedicado a los juegos que requiere criar a una hija de dos años. Estar al cien para ella me mantiene activa y optimista.

Trabajar y reinventarse

JG: Mi trabajo se vio afectado básicamente porque solía hacer entrevistas a artistas cuyos lanzamientos o presentaciones estaban en agenda. Esto lleva a una reinvención a merced de lo que ofrecen las redes sociales y las reglas del juego que se imponen desde el distanciamiento social. Por decir apenas uno de los síntomas del confinamiento en cuanto al oficio.

A jugar 

JG: El encierro despertó en mí la faceta de la creatividad a través de los juegos. Es difícil pasar tantos días seguidos encerradas con mi hija, porque les niñes todo lo que quieren es jugar, además de que es un momento clave en el desarrollo. Por eso, tengo que poner la energía en crear e inventar para no caer en la trampa de las pantallas. Ya que estoy disponible, quiero que mi hija tenga un tiempo y espacio de juego cualitativo. Por otro lado, lo que queda del día para mí, lo dediqué a escribir poesía en forma muy discontinuada, grabé alguna canción y aún estamos fantaseando con grabar algún podcast de música y literatura con mi marido que, además de músico, es licenciado en ciencias de la comunicación. Eso queda en las charlas vespertinas en las que tomamos alguna cerveza, como un deseo que no sé si algún día cumpliremos. 

Bonus-track: Testimonios de quienes estuvieron expratriados por cuestiones laborales y retornaron a la Argentina

Mana Muscarsel Isla: “Estoy entrando en la fase de crear desde el problema”

Foto: Dafna Alfie

Escritora y música. Fue a México a hacer una gira de presentación de su libro La Ruptura no Será Televisada, a tocar en vivo y a dar talleres con el objetivo de llegar a Texas para hacer una residencia de escritura. 

El problema de la burocracia

MMI: Diría más viví que sufrí porque no la pasé tan mal, tuvo sus momentos. Los peores ligados a la burocracia del retorno y los trámites vinculados a aerolíneas, embajadas e incertidumbres. Creo que lo peor fueron todos esos planes hermosos suspendidos, pero eso no me lo permití pensar hasta que volví a argentina, durante mi estadía allá estuve “bastante zen” a comparación de mi estado habitual.

La imposibilidad de escribir

MMI: La mayor parte de la gira de presentación se canceló, solo llegué a presentarlo en dos ciudades y a hacer un taller. También se cancelaron dos recitales y no llegué a ir la residencia en Estados Unidos. La residencia era para escribir una novela que estaba en ciernes y hacer clínica de escritura con Sylvia Aguilar Zéleny, una escritora mexicana que vive en El Paso y es profesora del programa de escritura creativa de la universidad de Texas.  Al principio, pensé que podría seguir con parte del plan de escritura mientras hacía cuarentena en Ciudad de México y tallerearlo de manera virtual con ella, pero una vez con todas las condiciones materiales dadas, un lugar cómodo, internet, soledad, tiempo, me di cuenta que no podía escribir nada. La novela me quedaba re lejos y tenía el mundo real muy encima, no me salió desconectarme y escribir de otra cosa, digamos que no estaban dadas las condiciones subjetivas.

Argentina desde afuera y desde dentro

MMI: Mi impresión era como de delay, porque por un lado estaba mucho más conectada en términos de noticias y redes sociales con Argentina y en México la sensación era bastante distinta. Supongo que algo así pasó en Argentina en relación a otros países en los que las medidas llegaban antes. La cuarentena tardó unos días en llegar, quizás viéndolo ahora a lo lejos pienso que fueron pocos días de diferencia, tal vez una semana en que empezaron a sonar más alarmas en México. Pero cuando todo cambia tan drásticamente minuto a minuto, una semana es un montón de tiempo. Después, también las medidas estatales fueron bastante diferentes en los dos países, inevitablemente estaba al tanto antes de las de Argentina que de las de Ciudad de México. Me generó mucho rechazo el uso de las fuerzas armadas en Argentina y pensé que sería un rechazo colectivo. Cuando volví me di cuenta que muches de mis amigues consideraban que era un mal necesario, lo que me entristeció más que el encierro. La sensación de omnipresencia de las fuerzas represivas en la calle me genera mucho malestar.

Crear desde el problema

MMI: El tiempo que estuve en México en situación de cuarentena lo ocupé en cosas bastante básicas, como comer bien aunque no tuviera hambre, salir a caminar al sol,  tomar vitaminas, mantenerme lejos de la cama para no deprimirme y el resto del tiempo en bailar y tocar la guitarra: “Qué suerte que traje la guitarra”, pensé como mil veces. Acá me pasó algo completamente distinto. Creo que con los días me fui entumeciendo corporalmente, cada vez bailando menos y entonces elongando menos también. Hacemos mucho karaoke con una de mis amigas, algo más lúdico. Me he resistido bastante a la virtualidad, no encuentro mucho del lazo social que me hace bien ahí aunque, por momentos, sientoque sí, que alivia y, por otros, agudiza la falta. Un like no es un abrazo, se pierde algo de la espontaneidad de los gestos que me es necesaria. A pesar de pensar esto, hice una presentación virtual del libro en el museo de la Ciudad de Querétaro y me hizo muy bien.  Recién ahora, viendo que esto tiende a infinito, voy a retomar la clínica de la novela, empecé con la producción de una canción y otras cosas. Podríamos decir que lentamente estoy entrando en la fase crear desde el problema.

Juan Rapacioli: “La escritura es una forma de habitar la realidad”

Escritor y periodista. Viajó a Italia en diciembre del año pasado para tramitar la ciudadanía de ese país y, eventualmente buscar, trabajo. Se instaló en un pueblo costero de Sicilia que se llama Letojanni, entre Catania y Messina.

Los estados globales

JR: Viví la cuarentena con mucha ansiedad. Todavía me cuesta procesarlo. Quizás porque siento la distancia espacial, pero no la temporal. En algún punto, me sigo viendo en ese lugar esperando un trámite. Pasé por varios estados que, ahora, entiendo como globales y no sólo personales. Desconfianza, asombro, preocupación, esperanza, pesimismo y un abandono ligado a la incertidumbre del presente y la ausencia de futuro. Por otro lado, el pueblo nunca dejó de ser tranquilo: eso lo volvía aún más extraño. Una zona cerrada sobre sí misma que limitaba su funcionamiento de forma gradual. Muchas veces me sentí en un relato de Ballard. La playa vacía, los gatos en la calle y la presencia dominante del mar.

Trabajo pasatiempo

JR: Trabajar de periodista ya era difícil en situaciones, digamos, normales. Sabemos que la profesión viene sufriendo una crisis relacionada a los modos de consumo informativo, los espacios físicos de redacción, la circulación económica, etcétera. Si, además, le sumamos la fragilidad de la vida freelance, donde cuesta mantener una entrada segura de dinero, eso se vuelve aún más difícil. Por otro lado, como mi trabajo consiste hace años en quedarme en casa leyendo, escuchando y mirando novedades culturales, se puede decir que la cuarentena fue un paso más en esa actividad. También fue un mecanismo de defensa: antes que dejarme comer por la paranoia, me ponía a producir lecturas. Claro que no siempre fue una solución, pero sirvió para pasar el tiempo.

Mirada mediática

JR: Mirar el país a través de las noticias es siempre una exposición riesgosa. Y mirarlo desde otro continente es abrumador. Todo el tiempo tenía que lidiar con una sensación contradictoria: la preocupación que me movía a leer cada cosa que se publicaba hasta el absurdo y el impulso por apagar la computadora para quedarme mirando el mar. De alguna manera, se profundizaron dos tendencias que conviven en mí. La que busca amparo en la información y la que busca salir del ruido. Lo más jodido es ver cómo frente a situaciones extraordinarias se recurre a vicios para asimilar el asunto. Me refiero a la búsqueda de enemigos internos para aliviar la incertidumbre. Algo que se puede rastrear a lo largo de la historia. Recuerdo que, en un momento, los culpables de la pandemia eran los turistas, después los presos, después los que salen a correr, y así. También se formaron lazos interesantes de solidaridad, claro. Pero no deja ser alarmante lo que produce, incluso en sectores progresistas, el miedo a lo desconocido.

Ver el mundo desde la escritura

JR: La escritura no es una respuesta a la realidad sino un modo de interrogación. Es una forma de habitar la realidad. Desde que comenzó la cuarentena, se viene acentuando la importancia de la producción frente al peso del encierro. Incluso se habla, con entusiasmo dudoso, de la cuarentena creativa. Pero lo cierto es que esa invitación esconde una exigencia capitalista de rendimiento: si no aprovechás el tiempo no existís, parece decir la voz invisible del mercado. Entonces, me gusta pensarlo a la inversa: existimos no por lo que producimos, sino por lo que proyectamos. Por la posibilidad de imaginar lo que vendrá. Siempre recuerdo algo que me dijo Abelardo Castillo en una entrevista: “Un escritor escribe siempre, aunque no escriba. No es el acto de escribir lo que te define como escritor, es tu manera de ver el mundo”.

Ilan Kazez: “Siempre me gustó escribir y analizar lo que ocurre”

Periodista y Licenciado en Ciencias de la Comunicación (UBA). El año pasado inició un viaje largo con su novia, alternando turismo y trabajo. En enero de este año llegaron a Guatemala para colaborar con una ONG de origen israelí que trabaja con emergencias humanitarias.

Nuevo escenario

IK: Guatemala nunca cerró completamente el país. Había serias limitaciones para las actividades cotidianas que implicaban encuentro con gente y todos los días se implementaba un toque de queda desde las seis de la tarde hasta las cuatro de la mañana. Nosotros vivíamos en un municipio llamado Palín, a unos treinta kilómetros de la ciudad capital, donde de por sí no había mucho qué hacer. A partir de la cuarentena trabajamos desde casa, solo salíamos para hacer compras o alguna diligencia. También teníamos ganas de conocer el país y la pandemia lo impidió porque los lugares turísticos estaban cerrados. Particularmente, llegamos para trabajar con comunidades afectadas por la erupción del Volcán de Fuego del 3 de junio de 2018 y, específicamente, para ayudar en la implementación de programas de Reducción de Riesgo de Desastres y Medios de Vida. Los proyectos se vieron interrumpidos por la irrupción de la pandemia. A partir de ahí se respondió a la nueva emergencia con ayuda alimentaria, kits de limpieza y apoyo psicosocial.

Nuevas oportunidades

IK: Siempre me gustó escribir y analizar lo que ocurre, así que parte de mi escritura estuvo relacionada con la pandemia, pero no me despertó nada muy particular. Me doy cuenta que estuve escuchando un poco de música más “oscura”, con géneros como shoegaze y post-punk. También, al tener más tiempo, pude ver más películas y escuchar más podcast.//∆z