Julia Holter patea el tablero del dream pop y deslumbra con Ektasis, su segundo disco.

Por Damián Jarpa

Caracterizado por un tímido comienzo en el que Julia Holter, inspirada en Bjork y en After Dinner (grupo Japonés de la década del ochenta que supo experimentar con la voz femenina y los sonidos ambientales), incursiona en lo más profundo de los recovecos de la música abstracta, y si bien no se llega a distinguir ningún ritmo “radiable”, el resultado es profundamente intenso, trascendental. Aún así hay momentos celestiales, como en “Our Sorrows”, una canción definitivamente acongojante pero cautivante a la vez. Uno tiene la sensación que es el tipo de música que se podría escuchar en un monasterio o retiro espiritual, con un final decorado por la aguda voz de Holter que llega hasta lo más sepulcral.

Definitivamente el disco no es todo tristeza. La pegajosa (y probablemente única) “In The same Room” comienza con su delicada voz doblada, sumada a un órgano y a una base rítmica electrónica de lo más firme que suena como a Yeasayer o Small Black. Sin embargo, Holter  se mantiene fiel a lo que parece ser su marca registrada y deja que la canción se disuelva en un mar de sútiles sintetizadores hacia el final. “Boy In The Moon” la canción más extensa del álbum y se caracteriza por unos delicados pianos que junto a la voz de Holter, hacen que la escucha del álbum sea de lo más cerebral que uno haya experimentado en el reciente tiempo. Su voz encantadora e inentendible por momentos, es un quejido que genera placer en el oído.

“Goddess Eyes II” primer corte del albúm, está finamente construida, juega con su letra como un trabalenguas (“Te puedo ver, pero mis ojos no me permiten llorar”) que se repite incansable, generando un aura atroz y tenebroso. “Four Gardens”, la canción que tal vez le deba más a Laurie Anderson, con la inclusión percusiva que ocupa extrañamente un primer plano y una tibia participación de un saxo. Fascinante.

El final con la canción “This Is Ekstasis” es de lo más jugado: representa dos canciones en una. La primera parte compuesta por exuberantes arpegios y la acaramelada voz de Holter, para después convertirse en una canción que tiene una deuda con el Kraut-rock y el Free Jazz más ortodoxo, y que culmina con un anti-solo de saxo.

Lo genial de este disco es la dirección que aborda Holter: sabiendo que muchas de las bandas de la actualidad, se aseguran un sonido pulido, bien producido, que tal vez se asemeje al Dream Pop más maleable, ella demuestra un alto nivel de ambición, pero al mismo tiempo es portadora de una locuaz simpleza, ya que casi la totalidad del albúm fue grabado en su cuarto. Definitivamente apto para temerarios lo suficientemente osados de disfrutar un sonido de lo más profundo, minimalista, pero por sobre todas las cosas de sumergirse en un viaje intímo con resultados sorprendentes.

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