Letras indies: fuimos presos de la noche con el escritor independiente Gastón Malgieri y charlamos de temas infinitos en una nota minuciosa: Periodismo, fotografía, militancia, diversidad sexual y letras son los tópicos de una charla riquísima.

Por Joel Vargas

 

“Quiero devenir indie. Quiero transpirar indie. Quiero desearte indie. (…) Me pondré una gorra, y juraré que me la ha regalado Michael Stipe después de besarme en una plaza de Athens, Georgia, el invierno del ’83 justo antes de sacar Murmur. Justo antes de amar Murmur“. Estas hermosas palabras son pequeños retazos de “Cadencia Indie” y desnudan el alma de su autor, Gastón Malgieri. Recuerdo que la primera vez que leí ese texto me quedé maravillado por la perfecta combinación de música y literatura, un matrimonio que nunca debería separarse. Ese momento fue la entrada a un mundo melómano y cinéfilo de pulóveres rayados, mujeres con bocas bien rojas, vidrios empañados, cigarrillos consumidos y amores en polvo. Es como un sueño vintage que parece anclado en algún tiempo y espacio donde las décadas del noventa, ochenta y setenta suceden al mismo tiempo. La banda sonora es una playlist de lo mejor de The Cure, Echo and The Bunnymen, The Smiths, Nick Drake y R.E.M. En ese universo parece ser que siempre hace frío, Morrissey podría ser un detective de poca monta que toma café barato en un barcito y Joan Baez su seductora clienta. Las letras de Malgieri parecen que se escapan de ahí o por lo menos saben de lo que estoy hablando e imaginando.

Hace algunas semanas empezamos vía mail esta entrevista que fue mutando a lo largo del tiempo, un poco por parte de él y otro por parte mía. Fue una conversación casi siempre nocturna porque somos de la misma especie, presos de la noche. En esa adicción noctambula hubo cafés, humo de cigarrillos ardiendo en nuestras gargantas y un hermoso insomnio. Malgieri es marplatense de nacimiento pero reside actualmente en Córdoba. Por eso fue necesaria la comunicación a través de un medio frío como Internet, aunque con el correr de los días eso no se notaba, nuestras voces eran las letras del teclado. Tratamos de tocar varias aristas de los intereses de él. Digo tratamos porque cuando uno entrevista a un escritor las notas se escriben a cuatro manos. Seguro se nos escapó algo pero eso es inevitable, los temas son infinitos y las notas son minuciosas. La literatura independiente, el rol del escritor, la fotografía, la diversidad sexual, la música y el periodismo dicen presente. Tal vez faltó hablar un poco más de política y de cine, pero como dije antes los temas son infinitos y las notas minuciosas.

Sus textos fueron publicados por varias editoriales independientes argentinas, entre ellas Dársena 3 y Difusionalterna. Hasta fue editado en Puerto Rico, Italia y Estados Unidos. También se destaca por co-dirigir Di/Verso Taller, junto a Vanesa Almada Noguerón, desde el año 2009. Este taller de lecto- escritura es sobre la diversidad sexual y tiene como propósito constituirse como un espacio abierto de reflexión y producción poética sobre la temática de la representatividad sexual en Argentina y en el mundo. Se orienta a la creación de textos poéticos y narrativos que busquen reflejar la pluralidad de voces del colectivo. Di/Verso Taller es un fiel reflejo de los tiempos que corren, donde el arte es fundamental para la expresión de aquellos que casi nunca son escuchados. Por suerte existen propuestas como éstas, que brindan herramientas y disparadores artísticos. El taller se dicta en Córdoba, en Mar del Plata y de manera virtual.

AZ: ¿Cómo surgió Di/Verso Taller?

GM: Di/Verso (que en principio se llamó Poética Del Deseo Homosexual) tiene por lo menos, dos orígenes. Por un lado, una propuesta de trabajo concreta que me hiciera la escritora marplatense Evangelina Aguilera, una amiga personal. A partir de su lectura sobre algunos textos con los que estaba trabajando en esa época (hablamos de marzo/abril de 2009), y que estaban de alguna manera circunscriptos a mi visión acerca de las experiencias deseantes no hetero-normativas, Evangelina me invita a publicar algunos de esos textos en el Suplemento Cultura del diario La Capital de la ciudad de Mar del Plata -de donde soy oriundo-. En el contexto de las reuniones que mantuvimos como parte del trabajo de selección de esos textos, se me plantea el desafío, enorme, de poder rastrear la ausencia de un espacio en la ciudad que versara sobre la representatividad del deseo homosexual en la literatura, y hacer algo al respecto. La propuesta concreta era coordinar un taller, un espacio, donde confluyeran otras voces que vinieran con búsquedas similares a las que venía trabajando como escritor.

El otro origen responde a la propia necesidad de colectivizar la experiencia deseante, la forma en que veía el mundo como parte de un colectivo que no tenía, hasta ese momento, representatividad en la ciudad balnearia, fuera de los espacios de sociabilización en los que jamás me sentí cómodo: el bar, el boliche, la vida nocturna. Venía viendo que las llamadas “minorías sexuales”, fuera de las grandes urbes, eran volcadas a esos espacios de vinculación, casi en forma excluyente. O al menos eso creía en ese momento. Y estaba convencido de que ésas no podían ser las únicas formas de interrelación con otrxs similares. Por la forma de expresión que había adoptado desde hacía años, la literatura era la manera, era el camino a tomar para responder a esa necesidad. Y decidí operar al respecto.

Creo en la literatura como herramienta. Con ese sentido se empezó a delinear Di/Verso.

AZ: Esa herramienta que es la literatura ¿Cuándo empezaste a usarla? ¿Cómo surgió la necesidad de escribir?

GM: Justamente ambas cosas se dieron a la vez, me refiero a comenzar a escribir, y el hacerlo como una necesidad de decir, de poner en palabra, de romper el silencio al que muchas veces somos condenadxs. Cuando digo “somos”, me refiero a las personas con una construcción de género/deseo/corporal, distinta a la hetero-normativa.

Tengo el recuerdo de la adolescencia como una etapa de muchísimo dolor e introspección respecto a mi propio deseo. Y creo que la literatura, como otras artes que disfrutaba como espectador, me permitió crear mi propio refugio a tanta agresividad, a tanto rechazo. Escribía y decía lo que no podía poner en palabra, en tanto discurso. Había probado siete años como actor, tuve alguna incursión en la plástica, pero fue en las letras donde encontré el espacio de creación, o al menos, el lugar donde me sentía más libre creando, más auténtico. Creo que concientizarme de la literatura como herramienta vino con el tiempo, pero quizás haya sido el motivo, la razón por la que empecé a garabatear los primeros cuentos, los primeros versos.

AZ: ¿Di/Verso es como la superación de “La poética del deseo homosexual”? Ya desde el nombre parece eso.

GM: Respecto a la mutación del nombre del taller, me resulta interesante que me preguntes si se trató de un cambio superador. Quizás recién ahora, a partir de tu pregunta, lo puedo ver así. Cuando como autor, y como ser humano, comencé a ver que no solo lxs oprimidxs éramos los homosexuales, que me faltaba mucho recorrido, muchísima información para entender desde mis ojos, desde mi historia, que también había otras opresiones operando. Decidí ampliar la mirada y por ende, el campo de acción del taller como tal.

Por eso pasó a ser Di/Verso, para incluir, para sumar, para diversificar las voces. En ese momento no lo tenía tan claro. Simplemente fue un cambio de nomenclatura -casi me atrevería a decir- inconsciente. Un cambio incluyente, claro, pero hasta este momento no había racionalizado el porqué de esa inclusión. Aprender a escuchar en principio otras realidades distintas a la mía, realidades que desconocía, pero que tenía ganas de escuchar y a las que por sobre todas las cosas quería difundir.  Tenía con esas otras realidades deseantes, el común denominador del silencio (auto-impuesto y social, claro). Y supongo que ese cambio operó superadoramente en ese contexto: rompiendo otros silencios similares.

AZ: Hablemos un poco de  música. Tus textos están atravesados mucho por ella ¿Es algo que buscas o sale naturalmente?

GM: Tengo un costado absolutamente melómano. Hay música donde quiera que esté. Todo el tiempo. No concibo la vida sin música. Supongo que hay un costado de músico frustrado en mí, o más bien de musicalizador, en términos cinematográficos. Creo que una escena, un relato, un capítulo de una novela se termina de construir mejor con una canción.

Soy curioso, me gusta husmear en nuevos registros musicales todo el tiempo. Creo que esa influencia musical en mis textos cambió radicalmente el día que vi “Alta Fidelidad” (High Fidelity) del director inglés Stephen Frears. La utilización que hace Frears de las canciones para contar la ruptura entre el personaje de John Cusack (Rob) y de la actriz danesa Iben Hjejle (Laura) me pareció y me sigue pareciendo brillante.

Encontré en la construcción del relato que hace Frears, un norte. Y quise, a partir de ello, jugar a armar pequeños sountracks o bandas de sonido para las historias que elegía contar. Algo de ello se convierte en explícito en el blog/novela que llevo escribiendo hace algunos meses: indiepolaroid. Fue en ese espacio donde me permití jugar con la idea de “banda de sonido” con la que venía coqueteando en otros textos que nunca he editado. Cada capítulo de indiepolaroid está musicalizado de forma tal que, o bien forma parte del relato o bien es accesorio a éste, como si se tratara de la música incidental de un film que jamás filmaré. El film es indiepolaroid.

AZ: Hace un año editaste a través de Difusionalterna, unos relatos pertenecientes a la saga de Medio Pelo Sidecar. ¿Qué es lo que te lleva a escribirla? ¿De dónde surge este personaje?

GM: Mediopelo Sidecar surgió en medio del conflicto entre el gobierno argentino y las patronales agropecuarias entre marzo y julio de 2008. En ese entonces trabajaba en una empresa multinacional de telefonía celular y circulaba entre mis compañerxs de trabajo una especie de River/Boca esquizofrénico, que en realidad era la representación a escala de la esquizofrenia que planteaban los medios masivos de comunicación y que se expandía como una gripe por los grandes centros urbanos del país. Tenías por un lado, compañerxs de cierto corte progresista, que tomaban partido a favor del gobierno kirchnerista, diciendo que las patronales agropecuarias eran el enemigo que quería quedarse con todo el poder, poniendo a dicho gobierno en el lugar de la figura inmaculada y popular, y por otro, compañerxs que demonizaban al gobierno con argumentos tan insostenibles como que querían convertir al país en la próxima Cuba. Algo de esto tenía que ver, por supuesto con la construcción antojadiza que hacían ambas partes del conflicto, respecto a sus reales intereses. Y los medios ayudaron a amplificar esta disputa de poder, y banalizarla a tal punto que no sabías si lo que estabas viendo era dicho conflicto o una copia barata de “Gran Hermano” donde lxs televidentes tenían que elegir uno de los dos finalistas, mandando un mensaje de texto. Como escritor este simplismo del conflicto me parecía sumamente enriquecedor. Y Mediopelo Sidecar es justamente mi intento de dejar plasmado ese simplismo, con el que no estaba, ni estoy de acuerdo.

Fue mi manera de no prenderme en esa histeria tan de la clase media. En medio de ese ámbito de trabajo te juro que era casi imposible. Volvemos a lo que hablábamos antes de la literatura como herramienta. Antes de quedar pegado a esa dicotomía, elegí adueñarme de ella como autor y exacerbarla, casi al borde del absurdo. Siempre presentí que Mediopelo fue una liberación. No solo en términos de personales, sino como escritor. En esos textos me permití jugar, reírme, incomodarme con lo que decía. Reírme de algo que no me causaba gracia en lo más mínimo.

AZ: La literatura y la política siempre están atravesadas: ¿cuánto de vos hay de militante político en tus textos?

GM: ¿Cuánto hay de militante en mí? No lo sé. Si por militante te referís a que hay una mirada política puntual sobre el estado de las cosas de las que elijo hablar, pues entonces sí. Me interesa dejar en claro desde donde hablan los personajes de mi narrativa y desde dónde surge el “yo poético” de mis versos. Si eso es militancia o no, no lo sé. Sí hay una postura política particular. Por supuesto que la hay. Como lector, generalmente los autores a los que leo son aquellos que pueden hacerme ver el mundo desde un costado político/social que por otros medios, no logro vislumbrar. Es probable que como autor algo de esto circule. No sé si llamarlo militancia. Es una posibilidad. Sí quizás haya en la coordinación de Di/Verso Taller y en su continuidad una necesidad de militancia. En ese sentido creo que pluralizar las voces, poner en palabra, es una forma de militar.

AZ: ¿Quiénes son tus referentes en la literatura? ¿Qué artistas te motivan?

GM: Es raro. Nunca me puse a pensar quiénes eran mis referentes. Sé que hay autores que circulan o están presentes en lo que escribo de formas más o menos evidentes y con los cuales he intentado, vanamente, establecer un diálogo. Esas referencias son muy variadas. El primer golpe literario me lo pegué cuando en el secundario leí Rayuela, de Julio Cortázar.

En mi casa no había biblioteca, ni nada que se le pareciera, con lo cual no vengo de una familia donde se cultivara el placer de la lectura, ni tenía, por ese entonces, marco referencial sobre qué leer y por qué leerlo. Más bien todo lo contrario. Se miraba cine. Mucho cine. Sobre todo cine catástrofe. Había cierta pasión por ver reiteradas veces “Infierno en la torre” con  Steve McQueen y Paul Newman, o “Aeropuerto” con Burt Lancaster y Dean Martin. Pero no, leer no se leía.

Y fue una profesora de literatura latinoamericana en cuarto año quien me hizo leer al citado Cortázar, a Galeano, a Borges.

Luego, una búsqueda digamos más pos-adolescente, me topó con una colección que editó Planeta durante los 90’s: “Biblioteca del Sur”, donde me crucé con La Pasión en Colores de Carlos Bernatek y con dos o tres novelas de Antonio Dal Masseto. También apareció Bajar es lo peor de Mariana Enríquez, una novela fundamental para mí. Y Osvaldo Soriano. Todo Osvaldo Soriano. Una sombra ya pronto serás y su última publicación La hora sin sombra, fueron y seguirán siendo esos libros que cada tanto me encanta releer. No sé cómo han influenciado esas primeras lecturas en lo que escribo. No era tan consciente de eso, por aquel entonces.

Hoy, el panorama es muy distinto: luego de esa primera búsqueda, aparecieron Puig, los primeros poemas de Perlongher, Pedro Lemebel, Copi, Arenas y, los que creo, resultaron ser dos autores fundamentales en mi experiencia como lector y, por supuesto, como escritor: Alejandro Urdapilleta, con su Vagones transportan humo y Fernando Noy con Hebra Incompleta. Quizás fue de ellos (y de Susy Shock, con su Poemario Trans Pirado) de donde tomé cierto devenir de la performance, de la poesía y la narración poética para ser dicha, puesta no solo en la voz, sino en el cuerpo. No quiero decir con esto que sienta que mis textos pueden acercarse a estxs autorxs. Para nada. Pero sí veo cierta convivencia con sus formas de ponerle cuerpo a los versos, a lo dicho, a lo escrito.

Esta última parte de la búsqueda fue mucho más reflexiva. Digo, se trató de una búsqueda personal y a conciencia.

AZ: Me interesa rescatar la figura de Osvaldo Soriano y volver a plantear la militancia política en los artistas ¿Cómo pensas esta idea? ¿El artista tiene que jugársela por una ideología y mostrarlo públicamente? ¿O tiene que quedarse como un censor, observando y esperando el error, o sea ser crítico?

GM: En principio una de las cosas que más me llamó la atención de Soriano, fue el ataque que se le hizo (y aún hoy se le hace) desde lo académico. Recuerdo que dos años antes de que falleciera, y sin que hubiera tenido acceso a su obra, fui a verlo en una charla que brindó en el Aula Magna del Complejo Universitario marplatense; de puro curioso. En esa charla, Soriano, entre otras cosas, renegaba en cierta medida de ese ataque constante desde el ámbito académico. Por ese entonces, y desde hacía un tiempo, circulaba la idea de que su obra tenía una calidad literaria cuestionable, por el solo hecho de vender mucho, de ser un best seller. Y sé, que de alguna manera, esa charla, esa reflexión, me hizo interesarme mucho más por su literatura. Yo reniego de los tronos. No solo el académico, de los tronos y los laureles en general. Por supuesto, después de leerlo no solo no compartí la postura endemoniada de los popes de la corrección literaria respecto a las novelas de Osvaldo, sino que además advertí que entraban a jugar otras cosas en esto que parecía una simple discusión esteticista de su creación. Entre ellas, la postura ideológica que Soriano plasmaba por escrito. Sobre todo en No habrá más penas ni olvido y su descarnada mirada del peronismo.

En cuanto a la “militancia política” de lxs autores, la verdad es que no se las exijo. Digo, como lector. Y de hecho, no creo que la obra de un autor tome mayor cuerpo, mayor relevancia simplemente porque refleje o no su postura ideológica o su militancia en forma pública. Sí es cierto que hay en mis búsquedas como lector, cierta mirada crítica, como te decía antes. Pero no creo, para nada, que la militancia sea ese algo impoluto e incuestionable que jerarquiza a un artista o lo hunde en el olvido. Conozco muchísimos artistas “militantes” cuya obra no me llama la atención en lo más mínimo, y sí podemos coincidir políticamente hablando.

Por último la idea de censor, el tipo que espera el error para opinar, me parece una figura desdeñable. Un poco como operan ciertos programas de la televisión actual. Digo, por un lado reflejan una realidad que quizás los llamados “medios hegemónicos” no reflejan, por proteger sus intereses económicos, claramente; pero también esos programas (678, TVR, Duro de Domar, todos de la factoría del productor Diego Gvirtz) lo que en definitiva hacen es construir sentido con fragmentos de discursos. Construir sentido para defender sus propios beneficios, sus propios intereses económicos, que los tienen, aunque renieguen de ello. No sé, no me parece interesante esa idea que esgrimen: “pisá el palito, que yo termino de construir el sentido con lo que vos acabás de decir”. Operan, me parece, como censores, como paladines de la corrección política bien pensante, y llega un punto que se les nota la hilacha.

Gastón Malgieri from ArteZeta on Vimeo.

AZ: ¿Cómo es tu relación con el periodismo?

GM: El periodismo. Yo haría una primera distinción que me parece vital, a la hora de hablar de periodismo: una cosa es el/la periodista y otra cosa muy distinta es la lógica de las corporaciones que lxs emplean.

Tengo una relación de amor-odio con el género. O con alguna parte del género: el periodismo político/social. Creo que desde hace algunos años hay textos, autores, investigaciones, palabreríos que se adjudican el mote de periodismo, pero no pasan de ser ejercicios mecánicos de plumas renombradas que luchan entre sí para ver quién gana las batallas imaginarias que ellxs mismo se construyen. Esto en el marco del simplismo del que hablaba antes, respecto a la pelea entre el Gobierno y las patronales agropecuarias. Lo peor, de lo que no termino de tener plena conciencia por qué sucede, es que lxs lectorxs, lxs consumidorxs de esos medios, toman partido, como si fueran lxs medios quienes les aseguraran el bienestar a los pueblos. Si tal diario dice lo que yo tengo en mente, políticamente hablando, pues no leo otra cosa.

Y no hay nada que me aburra más que las batallas de poder de otrxs.

A esto súmale que hoy, las redes sociales, la posibilidad de comentar las notas en los portales de noticias y la inmediatez 2.0, han convertido al periodismo en tribunas futboleras, donde todo se dirime en dicotomías reduccionistas, a mi parecer, insoportables. Si bien parecía que en algún punto (hace dos o tres años atrás) comenzaban a desnudarse los mecanismos de las corporaciones periodísticas, a raíz de la discusión por la llamada “Ley de Medios Audiovisuales” y (quienes no pertenecemos al medio), empezábamos a tomar conciencia de los reales intereses de dichas corporaciones, creo que una vez pasada esa “euforia” volvimos a lo peor del periodismo vernáculo. Y esto no tiene tanto que ver con la labor de lxs periodistas (labor que reivindico, por supuesto) sino con la lógica de las líneas editoriales de cada corporación. Entonces tenés, por un lado, panfletos políticos sin un ápice de originalidad, escritos desde el berrinche absurdo de una criatura con caprichos, por el otro, grandes periodistas subordinadxs a lo que su “línea editorial” les exige, y algunxs laburantes de la información que hacen lo que pueden para mantener el empleo.

Por supuesto, hay excepciones. Pero, a grandes rasgos, creo que eso es lo que sucede con los medios nacionales.

Como contrapartida a esta cuestión que planteaba antes, la diversificación de posibilidades de acceso a la información que se produjo los últimos años con la masificación de internet (hablando siempre de los grandes centros urbanos del país y de determinado sector social medio, por supuesto), permitió la proliferación de espacios alternativos de noticias, y esto es algo que celebro. En lo personal, cada vez más elijo para informarme “medios alternativos” o “no oficiales”. Lamentablemente, esos formas de comunicación no están masificadas, dado que no todo el mundo tiene acceso a una computadora y conexión a internet. Pero es un panorama a tener en cuenta, me parece, al momento de ver la hegemonía de algunas líneas periodísticas.

AZ: ¿Y más específicamente con el periodismo cultural?

GM: Con el periodismo cultural me pasa algo que creo interesante, al menos para mí, en tanto lector/espectador. Pasé casi toda mi adolescencia leyendo “Los InRockuptiles”, “El Amante”, la primera etapa de “Rolling Stone Argentina”. Mis “consumos culturales” (por llamarles de alguna manera), o más bien, mis elecciones artísticas estaban signadas por  las recomendaciones musicales, teatrales, cinematográficas y literarias de esos medios. Hoy, que hace años que no leo esas publicaciones, los “medios alternativos” ocupan un lugar primordial en mi “educación sentimental” artística. En principio porque mis elecciones se alejaron cada vez más de la mirada “mainstream” a la que responden hoy esas revistas y por otro lado porque las ediciones alternativas congregaron una nueva camada de críticxs y periodistas muchísimo más interesante, con menos automatismos, y más elaboración en sus redacciones. No creo, para nada, que se trate de una simple cuestión generacional. Me refiero a que no hablo aquí de que algunxs cronistas/criticxs hayan crecido (y yo con ellxs) y por eso no poseen el mismo afán al desmenuzar, por ejemplo, una obra musical o teatral, como tenían hace unos años. Lo que digo es, los medios en donde estas nuevas camadas escriben, están menos sujetos a las hegemonías y a los cánones artísticos de los grandes espacios de difusión.

Hablando un poco del periodismo como género, yo creo que hay una proliferación de textos de opinión que funcionan con la lógica de la que hablaba antes, la línea editorial y esas cuestiones; una exacerbación de la espectacularidad (la noticia como show) y un morbo inaudito que, reiteradas veces, nos han querido vender como lo que la gente consume: yo informo así, porque así comprás la noticia. No lo sé. Elijo otras formas de llegar a la información, tengo esa posibilidad. Trato de evitarme, como lector/espectador, los golpes de efecto, los “somos todos X” (que duran, lo que dura la primicia), la histeria colectiva fogoneada desde algunas conglomeraciones periodísticas. No es fácil. Es un laburo diario.

AZ: ¿Cómo ves a la literatura independiente en la Argentina? ¿Notas un progreso? ¿Ves alguna estética en común? ¿Puede ser que sea una moda o quizás una necesidad?

GM: Tiene cierta relación con lo que hablamos antes de los medios de comunicación. Creo que la lógica de las editoriales, digamos, de renombre y por lo tanto, una parte de nuestra literatura (y de las manifestaciones artísticas en general) no escapan, lamentablemente a ésa lógica. Lo interesante con la literatura es que, más allá del espacio virtual (repleto de sitios más que recomendables al respecto), existen muchísimas editoriales que supieron entender el cambio de paradigma de la circulación de las creaciones literarias, grupos de escritorxs que se han asociado para generar movidas alucinantes (la FLIA en CABA y Gran Buenos Aires, por citar un ejemplo. O Libros Son, acá en Córdoba); no quisiera hablar tanto de la “calidad” de las obras, porque no me siento con capacidad para hacer un análisis desde esa perspectiva, pero sí me interesa rescatar eso: la proliferación de nuevos espacios. Eloísa Cartonera en Capital fue una de las pioneras, hace años, en entender ése cambio de paradigma (y de circunscribirlo, además, en el marco de un proyecto social muy interesante con lxs cartonerxs) y te podría nombrar miles de editoriales independientes. Eso es un progreso. Un progreso muy interesante porque además de acercar a la gente autores noveles, o que circulan poco por los espacios, digamos, oficiales, se han abaratado los costos de producción de los libros, lo que los hace más accesibles a esa misma gente.

Ni hablar de los espacios de difusión. De la proliferación de bares, teatros, lugares alternativos donde cada vez más se hacen presentaciones,  lecturas colectivas, eventos donde la literatura convive o se mixtura con otras artes (la fotografía, el cine, la música, etc.). Yo creo que es un avance increíble, y no lo veo como una moda, sino como una necesidad. En principio, de lxs autores, de llegar de otra manera. Antes entre lxs autorxs y sus posibles lectorxs, había una distancia inaudita; creo que hoy, con ese cambio de paradigma, además, se derribó esa cosa canónica, enciclopédica que tenía para algunxs, la literatura como expresión artística. Y por supuesto que lo celebro.

AZ: ¿Alguna promesa literaria para recomendar?

GM: ¿Promesa literaria? Demasiada responsabilidad. Vamos a hacer lo siguiente: digamos que voy a tomar la idea, y aplicarla a una escritora que admiro, y que me ha maravillado por las más diversas razones y que no cuenta con apoyo de grandes grupos editoriales: Susy Shock. No es una “promesa literaria”, porque hace años que se dedica a la escritura. Pero tiene esa cosa chamánica, imperceptible, que se te cuela en la piel en cada uno de sus recitales. Va mucho más allá de lo meramente literario. Recomiendo que, quienes anden por Buenos Aires se hagan una escapada a Casa Brandon, Luis María Drago 236. Creo, espero no equivocarme, que se presenta viernes por medio. Y quienes puedan, lean “Relatos en Canecalón” y “Poemario Trans Pirado”, de su autoría.

Como toda nómina arbitraria, hay muchísima gente a la que recomendaría, pero elijo a Susy Shock porque resume gran parte de mis búsquedas artísticas como lector y como espectador.

AZ: Hoy en día la diversidad sexual de a poco se está aceptando en la sociedad, la aprobación del matrimonio igualitario marcó un precedente como nunca de esto, pero también evidenció cierta discriminación que estuvo ahí siempre latente, al pie del cañón. ¿Qué opinión tenés al respecto? ¿Es más fácil hacerse escuchar y respetar hoy en día o no?

GM: Yo empezaría por cuestionar varias cosas dentro de esa mirada que encierra tu pregunta, entendiendo que es una mirada interesante porque me interpela y porque me permite generar un repaso menos eufórico respecto a lo que se vivió por los medios de comunicación antes, durante y después de la sanción de la ley.  Menos eufórico, respecto a cómo esos medios dieron cuenta de este debate. Y menos eufórico de cómo lo viví en ese momento.

La primera cuestión tiene que ver con el concepto de “aceptación”. Aceptación es sinónimo de aprobación, admisión, conformidad. Y lo que yo plantearía es quiénes son lxs que dan ese certificado de aceptación, quienes son lxs que prestan conformidad para que otrxs (donde me incluyo) hagamos con nuestro deseo, con nuestros cuerpos y con nuestros géneros, lo que nos plazca. Parecía, a primera vista, que, entendiendo las sexualidades, los cuerpos no hetero-normativos como “lo otro”, “lo raro”, “lo excluido”, alguien, la heterosexualidad en este caso, representada por el poder del Estado, nos dada el visto bueno, para acceder a la “sagrada institución matrimonial”. Es evidente que para algunas instituciones, hay compartimentos estancos que hay que llenar. Son años de adiestramiento religioso (la separación de la Iglesia y el Estado en este punto, me parece vital), de programas educativos vetustos que siguen planteando a la familia como el órgano nuclear por excelencia, y atribuyéndole escaparates de colores rosas y celeste a lxs niñxs. Cualquier cuerpo, deseo o género que interpele a esos compartimentos, que intente plantear otra cuestión respecto a esos escaparates binaristas, tendrá que esperar en la cola de las necesidades de “progresismo político” de lxs gobernantes de sus comunidades.

Después “matrimonio igualitario”. Intuyo dónde nace. Lo veo como un simple eslogan que tiene su raíz en cierto sector de lo que se denomina militancia o activismo LGTTTBI (Lesbianas, Gays, Travestis, Transexuales, Transgéneros, Bisexuales, Intersex), que luego fue tomado por la prensa. De igualitario tiene poco. En principio el Estado, con la sanción de la ley, lo que hizo es dar cuenta de un Derecho que las personas que no respondemos a la hetero-norma, no teníamos, justamente porque el mismo Estado nos lo había negado hasta ese momento. Y esto me parece vital tenerlo en claro. La lucha por el “matrimonio igualitario” no empezó con el actual gobierno, ni formó parte de su agenda. Tener esa mirada, es negar la lucha de muchísimas agrupaciones que, durante años, le pusieron el cuerpo a ése reclamo, comiéndose detenciones, torturas y humillaciones de todo tipo.

El Estado tenía que dar cuenta de estas formas de afecto, de familia que existen hace siglos y a las que se les venía negando las cargas sociales, y otros derechos y deberes inherentes a dicha institución.

Quizás debería haber empezado a responderte por algo más básico: nunca me interesó la institución matrimonial.  Por supuesto, celebro a quienes se quieran casar, o a quienes ya lo han hecho, poco importa lo que opine en este sentido. Me alegra que quienes no pudieron visibilizarse antes, a partir de todo el debate y de la sanción propiamente dicha, pudieron poner en palabra, pudieron apaciguar un poco el miedo a la discriminación, recalcando, una vez más, que esto no fue masivo, ni mucho menos.

Mi cuestión con el matrimonio, no es en términos de inclusión (o no) de la denominada “comunidad LGTTTBI”, sino como institución.

No sé, en medio de toda la algarabía “diversa”, durante y después de la sanción, Torres asesina a Pepa Gaitán, en Córdoba. Luego vendrá el juicio, donde no se reconocerá legalmente que la motivación de Torres (padrastro de la novia de la víctima) para cometer el crimen fue su propia lesbofobia; Carlos Agüero se colgó en la ciudad de Chepes, La Rioja porque todo el pueblo, incluso sus docentes, le decían “puto”; aparece el cuerpo del prefecto Octavio Romero tirado en el Río de la Plata, y aún hoy, entre otras cosas por el silencio estatal, no se sabe qué sucedió; las personas transexuales, travestis y transgénero (femeninas) siguen siendo objeto de todo tipo de vejaciones por parte de la cana, en las calles donde se prostituyen porque el Estado no da cuenta de las necesidades educativas y laborales que padecen, justamente como parte de un sistema perverso que las consume (en caso de que se prostituyan, el porcentaje es, dolorosamente, altísimo) y luego las descartan, mientras “los machos” vuelven a sus casitas a alimentar al canario y darle un beso en la frente a sus hijxs. O podríamos hablar de la patologización de la que siguen siendo presas (por la medicina, la psicología, y otras ciencias anexas), junto con los varones trans, absolutamente invisibilizados, incluso, dentro de la misma “comunidad”. O de las condiciones de mierda de la atención sanitaria. O de los modelos establecidos para “gays” y para “lesbianas”, modelos que excluyen otras representaciones posibles de género y deseo.

Es un tema muy extenso. Sinceramente siento que había reclamos muchísimo más urgentes que “el matrimonio”. No digo más o menos importantes. No quisiera ponerme en el papel de determinar qué luchas son válidas o cuáles no. Simplemente digo que, teniendo en cuenta, los índices de mortandad de las personas trans femeninas, la invisibilización de los chicos trans, la falta de oportunidades laborales, o educativas, el matrimonio me parece un tema menos urgente.

Ya en términos políticos, lo que la pelea por la ley de matrimonio evidenció, según mi mirada,  es que otras batallas, de las que venía hablando, son menos “rentables”. Que, dentro de eso que algunos llaman diversidad, hay jerarquías. Es interesante ver cómo el mercado se apropió de la lucha por el matrimonio y florecieron (siempre en grandes centros urbanos) boliches, wedding planners, eventos exclusivamente para ése “nicho” que antes descartaban, pero al que le vieron la posibilidad de sacarle rédito, muy a pesar de sus fobias.

Quizás algunos aspectos positivos de toda esta cuestión, sean, al menos desde una visión personal; las líneas de interrelación que se trazaron entre distintas agrupaciones, entidades o proyectos que la vienen peleando y que, a partir de esta discusión pudieron hacer visibles sus laburos para gente que, de otra manera, quizás no sabría de su existencia (desde programas de radio, hasta bachilleratos para travestis, o cooperativas de trabajo, etc.) O que, a partir de comenzar a hablar en otros espacios masivos de “diversidad sexual”, hubo universidades que aprobaron estatutos donde se reconocen las identidades auto-percibidas de sus alumnxs. No tengo claro si esto es consecuencia del debate por la “ley de matrimonio igualitario”.  Es probable.

Un capítulo aparte merece la institucionalización de la “diversidad”. El aprovechamiento que hicieron algunxs burócratas para tratar de convencer a sus  bases militantes/activistas que, ocupando puestos en el Estado, podrían pelear por “nuestros derechos” desde adentro de la maquinaria legislativa.

No sé.

Tengo una mirada pesimista si se quiere, respecto a la cuestión de la “comunidad”. Coincido con vos que, al menos (otra vez) en algunos lugares que te podría nombrar sin miedo a omitir ninguno (Buenos Aires, Rosario, Córdoba, y quizás, Mendoza), la discusión por la llamada “ley de matrimonio igualitario”, evidenció o magnificó, gracias a los medios masivos de comunicación, y a la lucha de algunas organizaciones, la discriminación latente en un amplísimo sector de la sociedad. Pero no cambió un ápice el nivel de fobia hacia las identidades que escapamos a la hetero-norma.

GM: Se nota que siempre querés imprimir una imagen en el papel a través de las palabras. Quiero que analicemos un poco esa relación tuya de la imagen y la palabra: tus descripciones precisas. ¿Fotobruta de dónde surge? ¿Es un desprendimiento de esto que te dije antes? Por más que sea una frase muy hecha: ¿una imagen vale más que mil palabras?

Mi relación con la imagen tiene que ver con el cine. El cine representa una materia pendiente, respecto a mis modos de producción artística. Pendiente porque nunca estudié cine (salvo un taller de guión que hice hace 4 años en Mar del Plata) y por lo tanto, se me escapa el oficio, las formas de producción cinematográficas. Pero digamos, el cine es una forma de representación que me marca el norte, al momento de escribir.  Me he valido de la música (esto que hablábamos antes del soundtrack) y de las imágenes para escribir. No puedo pensar un escrito sin tener presenten los espacios donde se desarrolla la acción (en el caso de lo narrativo) o confeccionarme imágenes mentales de las voces de mis poemas. Mi poética está dicha siempre por alguien. Digo, cuando escribo poesía hago un ejercicio mental que consiste en imaginarme quién diría esas palabras, qué aspecto tendría, cuál sería el tono de su voz, su mirada, su postura física, qué espacios ocuparía, quiénes serían sus interlocutorxs. Me quedo con eso que decís de las “descripciones precisas”, es una de mis búsquedas como autor.

Respecto a las descripciones, también tienen que ver con un trabajo que he aprendido a hacer en mis tiempos de estudiante de teatro: la observación de lxs otrxs. Para componer un personaje con determinadas características, es necesario observar. Al menos eso me enseñaron mis maestrxs teatrales hace muchísimos años atrás. Salir a la calle, como ejercicio, y estar atento a lo que sucede delante de nuestros ojos. Cómo se comportan, como se mueven aquellxs a lxs que observamos. No concibo otra manera de trabajar con la escritura. Creo que el saber de unx escritorx se construye de esa manera, no exclusivamente leyendo a otrxs, sino saliendo a la calle a ver qué sucede con aquello de lo que quiero hablar. Esto lo aplico cuando coordino Di/Verso. No me interesa tanto el firulete, el palabrerío vacuo, como sí la mirada que tienen lxs talleristas acerca de aquello de lo que hablan en sus textos. Me interesa esa mirada, digamos, antropológica, que puede desmenuzar el objeto sobre el que se habla.

Y en ese sentido, Foto Bruta, es un desprendimiento lógico de esta forma de concebir el hecho artístico. Desde siempre me interesó la fotografía como lenguaje. Y decidí entonces, hacer algo al respecto. Con el mismo acercamiento que tuve en su momento con otras formas de registro o creación artísticas: el desparpajo. Quiero decir, no me considero un fotógrafo profesional, hay millones de cuestiones técnicas que ignoro. Por lo tanto, elijo plantarme como alguien que, con la cámara como instrumento, encontró en la fotografía, un nuevo lenguaje para seguir indagando al mundo.

No creo que “una imagen valga más que mil palabras”. Intento que mis fotografías no sean objetos acabados que no permitan ningún tipo de interrogación. Para eso ya hay otras imágenes dando vueltas, otrxs artistas, otros cánones fotográficos que me exceden. Por el contrario presiento que mis fotografías son hechos artísticos inacabados, en constante búsqueda, que, de alguna manera, dialogan con mis escritos. Por esto, supongo que, en algún momento, lograré conjugar ambos registros (me refiero al literario y al fotográfico) para que formen una unidad discursiva. Me encuentro reformulándome esa exploración, como método de trabajo futuro.