Cordillera Discos organiza el primer show de monobandas: Billy James, Trash Colapso y John Goodblood, una propuesta musical poco visitada en estas latitudes.
Por Santiago Berisso
La concreción de un proyecto que estaba al caer, porque las mismas voluntades que lo integraban así lo decidieron. El sello Cordillera Discos se toma el atrevimiento de reunir a tres artistas en el marco de un formato One Man Band, propuesta musical poco visitada en estas latitudes. Una persona ante la sencilla curiosidad de hacer algo con todos esos instrumentos que tiene enfrente y la sospecha, diciéndole al oído que el resultado de calzárselos puede quitarle algo de sueño. Un bicho que puede picar (¿quién sabe?) tras la confirmación de que “tu banda suspendió un ensayo y te diste cuenta de que ahí hay algo, una especie de serpiente eléctrica que hay que salir a cazar”.
El trabajo de tres músicos que buscará cristalizarse detrás (o delante) de un concepto que mientras más lejos esté del simple objetivo de rejuntar gente que toca, mejor. Una suerte de duelo, entendido desde un espíritu más lúdico que desde una posible teatralidad, en el que la música será la protagonista. Cada uno con sus propias características o búsquedas, pero enmarcados, de cierta manera en el subgénero psychobilly, con germen en el blues. La cita será el sábado 21 de marzo en El Universal espacio cultural.
AZ: Está claro que no abundan este tipo de espectáculos, al menos, por estos pagos. ¿De qué modo es que se llevará a cabo concretamente el duelo entre Billy James, John Goodblod y Trash Colapso? ¿Cómo lo conciben arriba del escenario?
Cordillera Discos: Los chicos que van a tocar el sábado ya vienen tocando por separado como One Man Bands y tienen su performance, sea la que sea, ya medio establecida. La idea del “duelo” en realidad remite a algo que queríamos hacer, que no viene mucho de este palo, sino de algo más tradicional que es el contrapunto. Algo más parecido al duelo de Martín Fierro y el Moreno. En fin, la misma idea no sólo no copó, podríamos decir, a los muchachos, sino que también requería otro tipo de preparación, más orientada a lo que sería una obra teatral u algo más montado (lo que probablemente sea el germen de por qué no copó). En cierto sentido, está mejor abandonar esta idea del contrapunto porque así se gana en espontaneidad (más conociendo a los chicos que tocan) y el evento se convierte en lo que nosotros preferimos: una fecha, un recital. Pero un recital con un concepto, y no que sea meter tres bandas y chau, gracias vuelva pronto. Va haber una puesta en escena muy buena y va a estar todo muy lindo. Le dejamos el nombre de duelo porque de alguna manera el contrapunto se rescata pero en un trazo más grueso, en el estilo particular de cada monobanda. Al final, todo lo que tenemos en realidad es un croquis del lugar y posters. Vamos a ver qué pasa en la prueba de sonido.
AZ: ¿El encuentro surge como fruto de una colaboración o comunión previa entre los tres o se trata, más bien, de una experimentación?
CD: El mundo monobandístico es muy chico acá, por lo que ellos no tan profética como razonablemente ya se conocían, o se tenían vistos. Billy James es Uruguayo y allá está viviendo ahora, pero anduvo un buen tiempo en Buenos Aires, primero dando vueltas por La Lucila y después por Congreso, donde entró más en contacto con toda la movida (imaginate que muchas monobandas no había en La Lucila), aunque pequeña, existente; Trash viene tocando desde el 2006, o sea, bocha. Billy mismo nos contó que ya había tratado de armar este tipo de eventos, pero no se había dado en ese momento y se volvió a Uruguay. Nosotros lo que hicimos fue retomar ese proyecto, pagarle cuatro horas de Buquebus a Billy (que todavía no pagamos) y empezar a mover todo desde afuera. Los tres tocan estilos diferentes (John Goodblood, de hecho, no es estrictamente una monobanda) y en ese sentido sí puede que resulte experimental, pero digamos que tarde o temprano iba a suceder. La intención de agruparse ya estaba entre ellos.
AZ: ¿Han entendido a la comunión artística como algo indispensable para armar un vivo entre ellos o con las ganas de subir al escenario ya bastaba?
CD: Lo más importante son las ganas de subir al escenario. Siempre. Obvio que no solo hay una nivelación, sino que hay un concepto definido, pero lo que no puede faltar son las ganas. Nosotros no somos una empresa que soluciona todo con plata. Si alguien falla en ese sentido todo se va al carajo, porque a la larga o a la corta no se sostiene.
AZ: ¿Qué es lo que más les llama la atención o interesa en particular, como sello discográfico, a la hora de trabajar con One Man Bands? ¿Dirían que ellos se relacionan más con el espíritu de “hazlo tú mismo” o con cierta obsesión de que toda decisión musical pase por uno? ¿O ninguna de las dos?
CD: Si bien One Man Band es toda persona que toque más de un instrumento a la vez (digamos que en ese sentido hasta Gieco es One Man Band), el tipo de bandas que queremos rescatar son las que participan del género blues, psychobilly, etcétera, que es el sub-géreno, digamos, que hoy en día va a la cabeza de este tipo de bandas. Primero viene un ritmo, de ahí una música y eso se puede acompañar de los conceptos de monopolio o de autonomía que implica la monobanda. Lo que nos interesa desde Cordillera es el resultado musical, después nos viene ese plus estético que otorga el hecho de ser uno tocando varios instrumentos. Igualmente, cada caso tiene su disparador y acá estamos diciendo por decir.
AZ: Cordillera Discos trabaja con artistas vinculados al blues, el rock and roll más primitivo y el folk, a rasgos generales. ¿Desde su experiencia, las One Man Bands se relacionan con este tipo de sonido o no necesariamente?
CD: Volviendo a lo anterior, no es condición para una One Man band tener que ejecutar blues o psychobilly, rocanrol o rockabilly. Y sin embargo siempre subsiste ese primitivismo que está asociado al blues, folk y etcétera por el hecho mismo de que una persona tiene un límite físico. En este caso se lleva esa barrera siempre un poquito más allá y eso le da una pulenta especial; al mismo tiempo las composiciones suelen ser básicas y circulares. Juana Molina es un buen caso de una monobanda primitiva pero de un palo más soft y “tecnologizado”.
AZ: El imaginario de uno podría llegar a vincular el ámbito callejero con el hombre-orquesta. ¿Es, en verdad, la vía pública su lugar de origen y en el que más a gusto se sienten?
CD: Preguntar por el lugar de origen es quizás buscar una verdad innecesaria. Más allá de eso, sí, la monobanda está tiene una fuerte vinculación con el espacio público. John (Goodblood) es un artista callejero, por ejemplo. Se planta con su cajón y su dobro en Jurabildo y de ahí saca regalías más rápido que Paul McCartney. El hecho de que a veces vemos artistas multi-ejecutores ganando el peso en la vía o el transporte público nos puede generar esa par, si se quiere. Sin embargo, desde nuestro punto de vista, mucho del potencial del músico se pierde, se evapora o llega maltrecho al espectador, y eso tiene que ver con la recepción estética de la persona que está pasando por una avenida llena de gente, completamente saturada con información. Queda todo reducido a una situación pintoresca. El escenario, un bar, un centro cultural, etcétera, en cambio modifican la percepción del espectador aumentando, si se quiere, el caudal de penetración artística. En fin, la calle y el escenario son dos contextos muy diferentes. Dónde se siente más cómodo cada uno habría que preguntarles a ellos.
AZ: Son músicos multi-instrumentalistas. ¿Más allá de que el sentido común nos lleva a pensar que la dificultad de ejecutar los instrumentos en forma simultánea exige dejar de lado cierto nivel de detalle, existe la búsqueda explícita de permanecer en cierta pureza, y a la vez, naturalidad sonora?
CD: Sí, por supuesto, tiene que ver con lo que te decía antes, eso de que lo que aparece primero es una idea, si querés, o un ritmo, un concepto o un estremecimiento y de ahí se pasa a la monobanda. No en el sentido de que está todo planeado y primero hay que esquematizar y diagramar y todo tiene un orden; puede ser al revés, tocando en tu casa sólo porque tu banda suspendió un ensayo te diste cuenta de que ahí hay algo, una especie de serpiente eléctrica que hay que salir a cazar y entonces se da ese proceso atávico en que la banda se achica. Si el músico quisiera armar algo con más nivel de “detalle” o trazo fino, y vuelvo al caso de Juana Molina, podría hacerlo si la capacidad técnica le da, así como al que le da para tocar Steve Vai puede hacerlo si quiere, no siendo eso (gracias a Jebús) una condición.//∆z