Like Clockwork, quinto disco que suspira la esencia de Queens Of The Stone Age y que devela el halo insinuante de su música: guitarras y voces en cópula imperecedera.

Por Pablo Mendez

La voz de Josh Homme es sexo en estado de melancolía. El gesto endurecido y soberbio de su postura escénica lo ubica en esa categoría de rockstar sin ánimo de brillos. Esta característica se traslada a sus discos: directos, sinceros, auténticos, sin la pompa paternalista del sistema discográfico imperante. …Like Clockwork, quinto material que exuda fluidos de los cuerpos de quienes lo escuchen,  no es sino la distancia que existe entre la superproducción de estudio y la toma directa, aceitada por el trabajo del ensayo. Basta enumerar los trabajos donde Homme ha puesto su talento para rendirse ante sus pies: Kyuss, Them Crooked Vultures, Queens Of The Stone Age.

El disco comienza con “Keep Your Eyes Peeled”, que ostenta una guitarra densa y fibrosa, soporte de la voz erógena entramada en un eco que la multiplica, un orgasmo sutilmente alimentado por la congoja. (Sexo en la vía pública, contra una pared a las tres de la mañana, con las manos aferradas a un cuerpo en zona liberada, con los pantalones por las rodillas, presionando al otro para que el cemento le coma la espalda).

En “I Sat By The Ocean”, la base rítmica se acopla a un riff melódico mientras la entonación varía en registros antagónicos. Se aprecia la versatilidad vocal dentro de un género que en teoría no requeriría de tal exceso. Tema que entra dentro de las apuestas como posible podio en los rankings. (Sexo oral en un auto en movimiento, la velocidad consumada en una boca voraz y contenedora).

“The Vampyre Of Time And Memories” podría funcionar como banda de sonido de Nosferatu de Murnau o de cualquier inquietud visual expresionista. A la manera de Air con “Viaje a la luna” de Mèlies, algún productor debería intentar el experimento. (El espasmo del clímax, dos seres librados al azar de la culminación, entumecidos por el placer, la respiración compartida, el ahogo que infla el pecho hasta explotar y dejar los músculos derramados).

Un yeite timbrado sobre una rítmica con distorsión rasposa da paso a “If I Had A Tail”, en una interpretación demasiado cercana a David Byrne que sobreviene en un estribillo stoner afincado en tempo entrecortado. (Masturbación pesada, pensamientos indecentes que reposan en un cuerpo prohibido y adictivo).

El tiempo estrepitoso, como una carrera entre todos los instrumentos, y esta vez el cantante, inmiscuido en sus anteriores composiciones, rinde tributo a sus cuerdas vocales emparentándolas con su historia reciente. “My God Is The Sun” es el imperio de la velocidad punk sumado al desorden caótico del rock de garage. (Sexo en primera instancia, con alguien totalmente desconocido. El deseo del contacto ajeno, distante, incómodo e irresponsable).

“Kalopsia” comienza como una secuela de “The Vampyre…” pero se estremece hacia el estribillo desde una fuente inspirativa que recuerda al grunge de las bandas que nunca anunció la MTV. Delicadeza que embelesa hasta el giro afilado de las guitarras con un coro que se sostiene estirando las palabras hasta agotarlas. (Un cigarrillo que se desvanece en la oscuridad, los ojos bien abiertos, y la excitación se macera en una erección piadosa, apenas altiva, a la guarda de la humedad próxima).

“Fairweather Friends” es una canción que en sus primeros segundos asemeja cualquier banda del planeta menos a QOTSA. Una intro de voces sampleadas casi calcada de “Surgeon” de St. Vincent, el machaque de guitarra y de pronto una voz enmascarando inocencia hasta el cambio de ritmo con un riff arabesco. Interesante combinación que provee de una rareza ecléctica un disco que abunda en matices. (Alcohol, drogas y la eternidad en un acto sexual psicodélico, los cuerpos apretados, adheridos en la infinitud de un instante, con la mente devastada por un viaje de sensaciones ambiguas).

El track número ocho es “Smooth Sailing” y nuevamente una composición desgranada desde la lógica de los Talking Heads con variaciones en la parte vocal cercanas al funk, a la forma disco dance. ¿La música? Guitarras replicadas con un monótono efecto de óxido fabril. (El olor a sexo sucio adornando un ambiente minúsculo, las paredes que se caen ante la ferocidad del choque de las pieles, y el semen en lazos adornando un vientre que arde).

“I Appear Missing” es el átomo de la oscuridad, la antorcha introspectiva del disco. (Sexo con culpa, el no deber sobre quien no debe, en el lugar equivocado, en el momento menos merecido).

...Like Clockwork es la canción que titula este trabajo. Composición escrita bajo los influjos de una herida. El track más interesante, que se acomoda para ser el ilustre desconocido del cancionero de los Queens. (Sexo como despedida. Verse en el reflejo de lo despojado. Con el saludo en los labios, mientras la saliva pinta los pechos y el desnivel púbico. Sexo por última vez).

Un párrafo aparte merece los invitados que van desde Trent Reznor, Alex Turner, Nick Olivari, Dave Grohl, Alain Johannes, Mark Lanegan, Jake Shears de los Scissor Sisters y Elton John. Sí mis amigos, Sir Elton John… Invitados que quedan en un plano acompañante ya que la figura de Josh Homme lo acapara todo.

Vale aclarar algo respecto del señor Homme como inventor del sexy metal, según puede leerse por ahí. Sepan quienes lean esta reseña, que los Queens nunca tuvieron nada de metal, a pesar de la mal atribuida mixtura de psicodelia y metal que ostenta el género stoner por definición.

Como conclusión, sólo cabe calificar este material con un lema que haría sonrojar a cualquier publicitario discográfico: “…Like Clockwork de Queens Of The Stone Age es música para coger”.//z

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