Nueva entrega de discos que tenés que escuchar de la escena independiente argentina.
Por Pablo Díaz Marenghi y Juan Martín Nacinovich
El Destierro – Césped
Césped comenzó como un power trío, luego incorporó teclas e ingresó un nuevo bajista hasta devenir actualmente en un cuarteto (Gardes-Spinelli-Mareco-Naya), donde se los ve afincados y en plenitud tras el lanzamiento de El destierro. En todo ese trajín, el sonido mutó radicalmente. Abandonaron la psicodelia para entregarse de lleno a la canción, enarbolada por un rock-pop recargado de arreglos meticulosos. El mismo nombre del registro hace hincapié en la transición: es momento del destierro, de seguir camino. Ahora suenan compactos, frescos y elegantes, y en parte se debe al aporte de Mariano di Cesare, El Príncipe Idiota, bajo el rol de productor –también sumando guitarras en algunas canciones–. “La soledad me regalo un puñal y una flor / mi enemigo acá soy yo, no vos”, dispara Juan Manuel Gardes en “Mi enemigo”. Un beat que marca la base, las guitarras aplican arreglos justos, los sintetizadores le dan oxígeno a la canción, las melodías se resbalan como arena en las manos. Hacia el final, otro hit poderoso con Martín Spinelli en voz: “Las sombras”; que reza “no puedo ver el sol si me encuentro en la sombra / no puedo pensar en vos, si no te encuentro en mis cosas”. El Destierro se convierte en una de las revelaciones del año junto al Vacíos y Variables de Pyramides y la cosecha mendocina con Luca Bocci (Ahora) y Usted Señalemelo (II) a la cabeza. Juan Martín Nacinovich
El futuro para siempre – La suma de todos los tiempos
“No te van a olvidar / los pibes se juntan a jugar / en ellos estás”, canta con fervor entusiasta Enrique Gil Navarro, seguido de una arenga onomatopéyica adictiva que hace de “Los pibes” un track indispensable para entender ésta nueva etapa de La suma de todos los tiempos. El futuro para siempre, su tercera placa, ahonda en un sinfín de sonidos varios que parten de la psicodelia, el noise y el post-punk pero que se articulan alrededor del shoegaze, el ADN primario del cuarteto de Parque Patricios. Continúan con letras cortas, lacónicas (en “El comienzo”: “El cielo en el reflejo / de tus ojos estrellas lloviendo / y todo lo queremos / lo estamos destruyendo / y nos estamos divirtiendo”); optaron por desarrollos más acortados en algunos tracks, como “El camino” y “A dónde lleguemos”, otrora quizás más elastizados, sobre todo en Grandes distancias (2015), el álbum anterior; y le dieron un papel importante a la experimentación, “En el tren” y “En el parque” –sumando teclas de Entidad Animada– hacen mella de esto. El futuro para siempre suena atemporal, significa un paso adelante para la banda, consolidando una obra de un nivel altísimo. Juan Martín Nacinovich
Macondo Children – Macondo Children
Las guitarras y los bajos construyen una arquitectura sonora propia del stoner nacional, aquel que supo tener a Los Natas como mascarón de proa y que hoy posee una riqueza en cuanto a bandas y géneros digna de ser destacada. El dúo compositivo formado por Hum Pérez en voz y guitarra y Chivo Machado en batería y matófono le canta al desierto, a la paranoia crítica y a los muertos. En su primer disco homónimo, lanzado en marzo de este año, sus ocho canciones diseñan un mundo de oscuridad empapado de lisergia (tal como lo anuncia esa luna caricaturesca con antifaces que ilustra la portada del álbum. El inicio con “Last man on board” sienta las bases de esta proclama valvular cantándole a un navegante perdido, a la deriva, que se siente desolado al atravesar un mar de incertidumbre. “Nebulae” remite a Poseidótica fundido a la tradición del más puro glam rock en los solos con reverb. “Red Eye Children” suena a Ararat, con el fantasma de Sergio CH acechando en cierta gramática de la entonación de la voz. “Spacetime Singularity” se oye grunge desde sus comienzos, con esos sutiles pulsos de bajo y guitarra bien noise. Sin dudas, un cóctel de sonidos que no defraudará a aquellos amantes del stoner nacional que parece no detener su motor. Pablo Díaz Marenghi
La lógica del sueño – Proyecto Da Silva
Antes de que editarán su segundo disco, P.O.P.A.R.T., los Da Silva le dieron vueltas y vueltas al concepto de rock desde su propio prisma en La lógica del sueño. Oscilan entre lo instrumental y la tradición más clásica del rock progresivo, con una raigambre en la música nacional. “Despertar, caminar, divagar, no dormir” cantan en “Pensar, Pensar”. Aparecen los pájaros, el viento, el crimen, el deseo, la ciudad y la locura en sus letras. Le prestan atención a los climas, a darle forma a una textura, a un crisol o a un paisaje más que a una mera estructura melódica (prueba de esto es “Octopus”). Mucho solo de guitarra en clave hard rock. En “Zombie alucinado” las guitarras restringen a la melodía, la aprisionan y le dan forma a una de las canciones que resumen la impronta sonora del grupo: un ensamble que mixtura tradiciones clásicas e innovadoras en el rock vernáculo: le dan rienda suelta a la experimentación pero, a la vez, sus composiciones resuenan a los orígenes de la música popular argentino. Psicodelia, stone, guitarras noise y garageras más una impronta que posee el sello de la cancionística nacional. Pablo Díaz Marenghi
Super 1 Mundial – Super 1 Mundial
La banda de los hermanos Quintans y Manu Gómez es la sucesora de Go Neko. Aquel ensamble de kraut rock que sacudió al rock independiente. En este proyecto, que ya venía lanzando algunos EPs, este estilo se profundiza y se nutre de un imaginario audiovisual (comics, cine clase B, ciencia ficción, monstruos) y de diferentes géneros (pop, rock alternativo estadounidense psicodelia, el space rock y , por supuesto, el kraut). “Roba un auto deportivo” es una especie de homenaje a “Robo un auto” de Hermética. La guitara puntea y los sintetizadores hacen una base acompasada mientras la voz se escucha con ecos y reverbs en un tono místico. “Iker” es más pop. Los sintes de Pipe Quintans se encargan de mixturar la canción y darle un aura psicodélica. En “Un millón de voltios” se destaca la batería de Tom, arremetiendo con furia entre las bases de sintes y programaciones. “Un ejército de parias de un centenar de mundos” demuestra su versatilidad: el inicio es bien space rock casi Bowie, luego la batería remite a “Song 2” de Blur para después mutar en acordes propios de spaghetti western. “Mi cara” es un cover de “My face” de Henry Badowski (artista de culto, ex The Damned y emblerma del post punk) y suena a Bestia Bebé. “La oscuridad de la selva” -una oda rabiosa bien kraut- reúne dos voces icónicas: Santiago Barrionuevo (El Mató) oscuro y gutural y Anabella Cartolano (Las Ligas Menores) en coros. “La nueva chatarra” va a fondo con lo espacial. “Reptilicus” es más garagero, con letra en inglés sobre una criatura extraña. “¿Qué clase de ente eres tú?” cierra este álbum con claras muestras de que Super 1 Mundial le agrega versatilidad, experimentación y lisergia a la escena rockera actual. Pablo Díaz Marenghi