A ocho años de su nacimiento, el Zaguán Sur festejo su cumpleaños con un nuevo FestiZas y en la primera de sus tres fechas reunió a un puñado de artistas tan disímiles como indispensables.
Por Claudio Kobelt
Fotos de Iván Pinto
Había una vez, en la calle Estados Unidos al 1200, un reducto que quedaría anclado en nuestra memoria emotiva. Ese lugar tenía por nombre Cemento, y para aquellos que no lo conocieron, sepan que ese era un edificio sagrado donde miles se juntaban semana tras semana a ver recitales imperdibles a altas horas de la madrugada. Los mejores amigos, momentos y noches pasaban por ahí. Años después, no muy lejos de allí, otro lugar recupera y renueva esa energía, ese misticismo, esa identificación del publico con un espacio. En Moreno 2320 el Zaguán Sur alberga hace ocho años algunos de los eventos más importantes para la escena, y se convirtió, al igual que Cemento, en un lugar valorado per se, por su importancia, curaduría, y ambiente. El Zas es el hogar de todos los que se apasionan en la búsqueda de nuevas músicas, y un día esa casa cumplió años, y la fiesta tenía que ser, claro, puro rock.
Ezequiel Avalos, oficiando de Maestro de Ceremonias y abriendo la noche y cada show con su poesía y sus manifiestos llenos de verdad y oscura belleza, dio paso al show de López, un power dúo intrigante, donde un joven con guitarra eléctrica y la voz enredada se fusiona con una batería dura para una música impredecible, especie de tangos bluseados y psicodélicos, un espíritude arrabal ardiendo en la distorsión. Como una mezcla entre el costado más urbano de Los Visitantes y Prietto viaja al cosmos con Mariano, los López desgranan melodías inesperadas, historias de pibes y botellas en la ciudad gris. Guillermo Pessoa, ex Pequeña Orquesta Reincidentes -otra influencia innegable en el sonido López-, se suma como invitado en acordeón y voz para dos temas. La música de López suena como una milonga candente haciendo el amor con un blues de hoy, y así pasa su show, dejando a muchos sorprendidos tomando nota de lo nuevo por escuchar.
Carlos Saidman, quien que tuvo su reconocimiento rockero años atrás al acompañar a Los Violadores como tenor invitado en varios de sus shows, está parado ahora sobre el escenario del Zaguán, y sobre una pista pregrabada canta “Matador” de Los Fabulosos Cadillacs, con esa voz mutante de tenor entrado en años, siempre a destiempo en cada línea y con una energía desbordante. Saidman arenga al público para que haga coros en “Funiculi Funiculà” y es ahí donde todos se liberan y se entregan al carisma y simpatía del cantante. Para cerrar, el tenor le pide a los presentes que hagan pogo y entona “Uno, dos, ultraviolento” de Los Violadores, poniendo a todo el Zas a cantar ese estribillo clásico Una perla surrealal borde de lo bizarro que le agrega un valor extra a la celebración.
A continuación, Las Bodas Químicas, ajustado trío que demuestra no tener límite en géneros y estilos. A veces sumamente pop, con groove funk, con base folclórica, clima reggae o de rock progresivo, las Bodas navegan con fuerza y destreza por diferentes aguas como quien explora sin perder el rumbo, como quien busca seguro de encontrar. A veces explotan en un hard rock furioso pero sumamente cuidado para luego entregarse a un baile irrefrenable calentando la pista con ritmos rioplatenses. Esta es una banda ajustada, potente pero diáfana, rockera y ruidosa sin perder su prolijidad. Las Bodas Químicas no dejan nada afuera, como exhibiendo en su núcleo la quintaesencia del mejor y clásico rock nacional.
Los próximos en el escenario son los Acorazado Potemkin, quienes con fuerza irrefrenable destilan canciones épicas, prolijas y descarnadas, un postpunk que a mitad de camino de la noche se choca con la luz, o como la oscuridad mas furtiva encuentra la esperanza. En Acorazado vive tanto el tango como el blues de Manal, ecos del mejor Bochatón y el nuevo rock canción, con base en unos músicos infalibles y un sonido como puñalada. Repasando temas de sus dos discos y un celebrado bis, A.P. brinda un recital intenso que deja a los fanáticos agradecidos y que confirma el gran presente de uno de los grupos del momento.
Y si las dos bandas anteriores hacían gala de prolijidad y corrección, para el final de la fiesta llega el ruido y el caos amoroso de Los Rusos Hijos de Puta, la alquimia viva entre el punk rock, Los Brujos, la oscuridad, la clase B y un montón de suciedad hermosa y efectiva. Los Rusos renuevan el punk sin serlo, dándole un nuevo color y textura, un nuevo aire y sonido para algo que más allá de cualquier sonido y melodía es, sin dudas, puro punk. Luludot, la Rusa cantante, se sacude poseída y aúlla a la luna como reclamándole lo que es suyo, recordándole quien manda aquí. Los temas nuevos amplían el espectro sonoro y musical, con la guitarra y voz de Julián Desbats volviéndose más punzante y dañina. Este ha sido un set catártico hecho por seres incontrolables, de electricidad roja y pura pasión. Los Rusos no solo tienen un presente en llamas, sino todo un futuro por incendiar.
Al igual que con Cemento, el tiempo pasará y seguiremos hablando del Zaguán, de su magia, de sus noches, agradecidos de haber sido parte, de haber encontrado un nuevo hogar. //∆z